ABC - Pasión de Sevilla

La herencia

- Por Francisco José López de Paz. Fotos José Javier Comas y César López Haldón.

Hubo un tiempo, no hace demasiado, en el que el padre o la abuela o el abuelo llamaban al secretario de la hermandad apenas había tenido conocimien­to del nacimiento de la criatura. “A ver, apúntalo. Se llama Roberto López Jiménez. Domicilio, el mío.” Y cuando el secretario le preguntaba “¿Qué edad le pongo?” el padre o el familiar no podía decir otra cosa que 50 minutos.

En las fichas antiguas de las secretaría­s que se conservan como reliquias en los archivos, aparecen estas unidades de medida, las horas, los días o los minutos para fijar el tiempo con el que el nuevo hermano se ha apuntado. Ahora no. Ahora hay que esperar al bautizo para ingresar en una cofradía. Lo de antes era más hermoso pero lo de ahora no le resta ni un cromosoma a esa huella genética que recibe el individuo cuando su familia le regala el primer bien de una herencia por la que no tendrá que pagar impuestos.

Por lo general, la familia es el cordón umbilical a través del cual el individuo se integra en esa cadena de cariño que en ocasiones determina su existencia. Podrán alterarse la geografía vital o incluso las creencias, pero la vinculació­n con la cofradía de tus antepasado­s permanecer­á para siempre.

Hay centenares, miles de casos en todas las cofradías. Hemos elegido cuatro. Cuatro apellidos, cuatro sagas que se anclan en un pasado remoto o no pero que se proyectan hacia el futuro. Son los Moya de Los Estudiante­s, las Benot de la Soledad, los Moeckel del Baratillo y las Morales de la Esperanza de Triana.

En contra de lo que muchos piensan Otto Moeckel von Friess no es alemán. Nació el 4 de febrero de 1929 en el número 4 del Paseo de Colón. Los alemanes eran sus padres y su tío. Otto y Emilio Moeckel vinieron en 1897 a participar en la electrific­ación de Sevilla, una ciudad que aún se alumbraba con lámparas de gas y que viajaba en tranvías tirados por mulas. Procedían de la localidad de Rodevich en Sajonia. Su abuela materna aportaba la sangre bávara.

Cuando el pequeño Otto nace su padre deja la entonces incipiente compañía Sevillana de Electricid­ad y monta un negocio de motores y bombas en unos bajos de la calle Adriano. Ellos se mudan al número 29. A los 7 años se queda huérfano y le pide a su madre ir a un internado. Le mandan a los Salesianos de Utrera. Viene por vacaciones en Sema-

na Santa y se rompe un brazo. El doctor Carlos Crivell le escayola y le hace hermano del Amor. Sale en la Borriquita pero escucha algo que no le gusta: “mira, esos de blanco son los niños del orfanato”. Le duele el comentario y tan pequeño piden que le quiten de esa cofradía.

Una vecina de Adriano 29 le dice a la madre que se haga hermano de aquel Baratillo pobre y humilde, cofradía de túnica negra con manguitos y capa blanca. Ahí se planta el árbol y ahora el futo son 8 hijos y 32 nietos. Moeckel, con dinero y de sangre alemana era un chollo para el Baratillo. Cuando fue creciendo él se proponía para hacer cosas y pagarlas. Y así la cofradía en la posguerra fue aumentando su patrimonio. En 1967 le eligen para hermano mayor. Toma posesión el 27 junio, el mismo día que 32 años después lo hace su hijo Joaquín. No cabe la menor duda de que Quino, su nieto, un día seguirá los mismos pasos.

La tradición de los Benot en la Soledad se inicia en el año 1944 cuando dos jóvenes, Andrés Benot Pascual de 15 años y José Benot Pascual de 14, deciden hacerse hermanos. Se habían mudado pocos años antes al barrio de San Lorenzo desde la calle Butrón con su padre Andrés Benot Crespo y su madre Dolores Pascual de la Vega. Fijaron su casa en el piso primero del número 34 de la calle Martínez Montañés.

Y les ocurrió lo que les suele pasar a los chavales, que se hicieron pronto con el barrio donde jugaban y salían con sus amigos, muchos de ellos del colegio de Los Maristas que entonces estaba en Jesús del Gran Poder y después se trasladó a la calle San Pablo. La cercanía entre la casa y la parroquia les llevó a la Soledad donde comenzó a crecer la rama de los Benot. Después de estos hermanos vinieron los demás: Carmen, Fernando y Lola, y más tarde los 16 hijos de todos y los nietos. Los Benot son tantos que no hay un tramo de la cofradía en el que no salga uno de ellos.

Ya van por la cuarta generación. Y ahí siguen estando al lado de la Virgen: tía Carmen fue camarera, un puesto que ahora ocupa Inmaculada Benot.

Al otro lado del río otra saga de mujeres, en este caso no tan numerosa, representa parte de la historia viva de la Esperanza de Triana. Son las Morales, Carmen Medina Rodríguez, su hija Esperanza y su nieta Carmen que han heredado la sangre verde del hombre que puso precisamen­te color verde al hábito de la hermandad. Todo nace en el siglo XIX con Manuel Rodríguez Alonso, un

empresario que fue socio de Mensaque en la fábrica de cerámicas. Cuando fue hermano mayor de la Esperanza cambió el hábito dominico de los nazarenos por otro de raso morado para el Cristo y verde para la Virgen. Su hija Esperanza Rodríguez fue durante muchos años la hermana número uno de la cofradía. La sobrina de Manuel, Carmen Medina, es conocida en el barrio como La Maja. Y la Maja es más de la Esperanza que el “refregaó”. Sale de Triana y le falta el aire. Habría estado toda la vida yendo de la calle Pureza a la capillita del Carmen donde viven las dos devociones a las que les reza, les pide o les riñe. Su hija Esperanza Morales y su nieta Carmen le han salido igual. Son solo tres pero hacen por treinta.

No cabe la menor duda de que los apellidos te llevan directamen­te a una cofradía. Pasa también con los Moya en los Estudiante­s. Una hermandad relativame­nte joven que sin embargo ha articulado a su alrededor a una serie de linajes que ya permanecer­án unidos a la devoción tal vez para siempre. Juan Moya García fue el primero de la serie. Antes, cuando te matriculab­as en la Facultad de Derecho de la Hispalense te daban el boletín de ingreso en la cofradía universita­ria. Y así entró Juan Moya en los años 40, cuando Los Estudiante­s aún estaban en la calle Laraña. Fue su hermandad y la de sus hijos, entre ellos Juan Moya Sanabria, y la de sus nietos, entre ellos Juan Moya Gómez. Los dos primeros han sido pregoneros de la Se- mana Santa en los años 1963 y 1989 respectiva­mente. El tercero puede serlo en los próximos años. Lo más gratifican­te para ellos es la presencia de Moyas no ya en las filas de nazarenos sino en el semillero del tramo de monaguillo­s. El linaje tenía su “basílica” en la Plaza de la Contrataci­ón, donde se encontraba el domicilio y el despacho del patriarca. Allí, las grandes cosas han pasado siempre bajo la foto de Haretón que ha presidido durante muchos años la vida de esta familia y que ahora se encuentra ubicada en las dependenci­as de la cofradía.

Como estas cuatro historias se pueden contar decenas, centenares, miles. Porque una cofradía es también una manera de articular a la gente; su presente y su pasado y su futuro.

 ??  ??
 ??  ?? Bajo la foto de Haretón los únicos pregoneros padre e hijo, Juan Moya García y Juan Moya Sanabria. Los Moya, de los Estudiante­s.
Bajo la foto de Haretón los únicos pregoneros padre e hijo, Juan Moya García y Juan Moya Sanabria. Los Moya, de los Estudiante­s.
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? Las Benot, de la Soledad.
Las Benot, de la Soledad.
 ??  ?? La saga de Morales, en la Esperanza de Triana.
La saga de Morales, en la Esperanza de Triana.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain