Murillo cofrade de Vera+Cruz
Este año que comienza conmemoramos el 400 aniversario del nacimiento del pintor sevillano, Bartolomé Esteban Murillo. Por esta razón, resulta sugestivo poder abordar la faceta del maestro como hermano de la antigua cofradía de la Vera Cruz, establecida en su capilla del convento «casa-grande» de San Francisco. Aquélla comenzó a construirse antes de 1400, por miembros de la Orden Tercera de seglares franciscanos. A mediados del siglo XV, su hermandad estaba ya constituida formalmente. A ella pertenecieron muchos caballeros Veinticuatro (concejales del ayuntamiento), durante varios siglos. Incluso llegó a ser hermano hasta el propio rey Felipe II.
Uno de los tesoros documentales más valiosos que todavía conserva, son las reglas de 1631, que iluminó el maestro Juan de Herrera, hermano de Herrera el Viejo, que hoy se conservan en la Biblioteca Universitaria de la Hispalense. Sus capítulos ordenan que la estación penitencial se efectuase el Jueves Santo. A las diez de la noche, un buen número de penitentes iban disciplinándose con flagelos, junto a los llamados de luz, que portaban cirios. La procesión visitaba, en primer lugar, el Sagrario del convento de San Francisco, el de la Catedral y los del Salvador, la Mag- dalena y San Pablo. La recogida no se producía hasta la 1 de la madrugada.
En la carrera artística de Murillo, el primer pago que está documentado de un trabajo suyo es el que recibió de Vera Cruz, el 12 de agosto del año 1652, por haber pintado una Inmaculada Concepción y el padre franciscano fray Juan de Quirós, junto a ella. En esta misma capilla existía ya una Inmaculada, pintada por Herrera el Viejo, en 1614, que hoy se conserva en el Palacio Arzobispal. En esta aparecen unas doncellas huérfanas en la parte inferior, de trazas arcaizantes. La hermandad de la Vera Cruz había reclamado a Murillo que incluyera el cuadro de la Inmaculada, expresamente, en a Quirós, autor de Los Misterios y Glorias de la Reina de los Ángeles, publicada en 1651.
Vera Cruz le pagó 2.500 reales después de haberle encargado Blas de Herrera, dicho cuadro. El lienzo se puso encima de una puerta de hierro que tenía la capilla como entrada. Este documento, que obra en poder de la propia hermandad, lo dio a conocer Montoto en 1923. Es un testimonio probatorio de la admiración de Murillo por los franciscanos, después de que en una primera etapa de su juventud hubiese estado apegado a los dominicos.
Apuntado como hermano
Unos años antes de formular su entrada como cofrade crucero, había pintado también la Inmaculada que conocemos como la Colosal, cuyo monumental lienzo puede contemplarse en el Museo de Bellas Artes. Las aportaciones murillescas a la definición iconográfica de la Inmaculada resultaron fundamentales. Existía una estrecha cercanía entre Murillo y los padres seráficos. En 1651 entró como hermano de Vera Cruz fray Juan de Quirós, cuyo personaje dejó inmortalizado Murillo en el cuadro antes reseñado. Quirós estaba encargado de direccionar las campañas misionales con las que los frailes misioneros marchaban a evangelizar América. La propia hermandad sufragó los gastos del lienzo que realizó Murillo de la Inmaculada y Quirós, como autor de importantes obras teológicas y uno de sus hermanos más significativos. La admiración que Murillo sentía por este mariólogo le llevó, muy probablemente, a decantarse por inscribirse como hermano de Vera Cruz, el 3 de mayo de 1653. Nuestro amigo e inolvidable pregonero, Rafael de Gabriel, hermano de Vera Cruz, nos ha ayudado a comprobar en el Libro de hermanos
de la Cofradía, la filiación del artista. Así consta asentado: «Bartolomé
Murillo, maestro pintor, se asentó por hermano de luz de esta santa cofradía en 3 de mayo de 1653 años. Pagó la entrada los años 1654, 1655, 1656 y 1657». El año en el que se apuntó, se proclamaron nuevos votos de juramento a favor del misterio de la concepción de María sin pecado original. El fragor inmaculista contribuyó a elevar el culto mariano en la ciudad y a aumentar las prácticas devotas de religiosidad popular.
Otro cofrade de Vera Cruz que pudo haberle pedido a Murillo hacerse hermano fue, don José Veitia Linage, contador de la Casa de la Contratación y marido de su sobrina Tomasa Murillo. El influyente Veitia lo era ya desde 1646. Precisamente, fue él quien medió en los pagos que Vera Cruz le satisfizo al pintor, por el encargo del referido cuadro de la Inmaculada dedicada a fray Juan de Quirós. Sin embargo, el estreno cofrade de Murillo no se produjo en el seno de Vera Cruz. Lo hizo diez años antes, en 1644, al hacerse hermano de la de Nuestra Señora del Rosario del convento dominico de San Pablo. Y unos años después de estar en Vera Cruz, concretamente en 1657, intervino en el alquiler de una serie de túnicas para los cofrades de Montesión. Facilitó hábitos para la procesión de Semana Santa, según un expediente del Archivo del Arzobispado. El documento detalla que se le abonaron 562 reales de vellón «por el alquiler de las túnicas de sangre y de luz que dio para la estación de el Jueves Santo».
El «buenismo» del ideal franciscano, tan impregnado en la obra de Bartolomé Esteban Murillo, encarriló al artista desde sus primeras Inmaculadas hacia unos derroteros, en los que tuvo una incidencia capital el apostolado de fervor popular deparado por cofradías, como la de Vera Cruz. Ello nos ayuda a valorar el papel tan importante que nuestras hermandades penitenciales desempeñaron en la renovación de multitud de matices acometidos por la propia Iglesia en el siglo XVII.