ABC - Pasión de Sevilla

Como lo vieron los abuelos trianeros

Luis Miguel Garduño devuelve al Simpecado de Triana la hermosura de su traza original

- Por José Manuel de la Linde.

Será el mismo y distinto, como el propio Rocío. Triana ha recuperado la forma original de una pieza de bordado elaborada en el taller de Caro en 1936. Se ha ocupado de ello el taller de Luis Miguel Garduño y ha sido posible gracias a un arduo trabajo de investigac­ión y a una minuciosa intervenci­ón. Así lo pensó Ignacio Gómez Millán: proporcion­ado, más alto y verde como los campos en primavera.

Tras la restauraci­ón de los años 1996-97, en el taller de Fernández y Enríquez, este Simpecado quedó bastante alterado. La junta de gobierno de aquel entonces no quería que tras la intervenci­ón hubiera impacto visual y recurrió a un tisú similar al del manto de la Esperanza Macarena. Con el paso de los años “se viene abajo y pasa de un verde muy alegre a un tono mostaza a causa de los rigores del camino: la lluvia, el polvo, la humedad”, detalla Luis Miguel Garduño. Una circunstan­cia que se tradujo a lo largo de aquellos años en decenas de letras de sevillanas que hablaban del ‘color miel’ del milagroso simpecado.

En aquella intervenci­ón de Brenes algunas piezas cambiaron su posición original o la perdieron. Bajo el asesoramie­nto de una comisión conservado­ra formada por técnicos del IAPH y miembros de la corporació­n, se decide volver al diseño original al que rezaron los trianeros antiguos. Han trabajado con la base de una foto original tomada en el momento en que la obra salió del taller. La do- cumentació­n aportada por el prioste Aurelio Barrau ha sido fundamenta­l. Esa instantáne­a se reproduce a tamaño original y se colorea; de la infografía se encarga Sergio Cornejo, y a partir de ahí se obtiene un nuevo (y a la vez antiguo) patrón de trabajo.

Pero en el devenir de las labores hay que tener en cuenta otra intervenci­ón del año 1970 en la que el Simpecado sufre una reafirmaci­ón. “No se desmonta del tejido, pero sí se le pone una formaleta de chapa y la paloma también se cambia. Los hombros del Simpecao se caían hacia atrás y para evitarlo se recorta la paloma y se sitúa más baja”, detalla Garduño. Uno de los cambios principale­s que va a mostrar la obra es que gana en altura. Recupera su esbeltez ganando cinco centímetro­s y de este modo triangula más: “esto

en el mundo del diseño casi siempre se traduce en un éxito”. Por tanto la representa­ción del Espíritu Santo regresa a su punto original.

Verde campo

El color del nuevo terciopelo ha sido muy complicado de conseguir. Se han efectuado distintas pruebas para alcanzar la tonalidad deseada. El elegido finalmente es de factura italiana, con un 92 por ciento de seda. Sobre él se han ubicado las piezas una vez restaurada­s, pero no se van a advertir cambios cromáticos en la obra dada la alta profesiona­lidad del taller. “Nuestro nivel de restauraci­ón está entorno al 95-99 por ciento, casi nunca sustitució­n. Si hay que hacerlo, usamos hilos de blondas antiguas con los que se repone”, detalla Reme Baena, la maestra del taller. Dicen los encargados del trabajo que los miembros de la hermandad no han sido capaces de distinguir entre lo restaurado y lo poco sustituido.

Luis Miguel matiza que es muy importante que “todo esté encajado y armonice. No hay nada que no se haya tocado. Faltaban un conjunto de barritas eliminadas por el taller de Brenes; piezas que estaban distorsion­adas. Era un trabajo complicado porque también contaba con mucha hojilla”, concluye Garduño. “Sobre todo, ha habido que rehacer las lentejuela­s”, asevera la maestra del taller.

El doble de horas que uno nuevo

El Simpecado roza las tres mil horas de trabajo. Una pieza nueva se hubiera hecho en la mitad de tiempo. Se ha trabajado sobre unas 250 piezas que componen el bordado del Simpecado. “Hemos podido recuperar la seda investigan­do con el microscopi­o. Se descubren hilos de color caldera, rosas, lilas...” Se habían perdido racimos de uvas que recorrían las columnas salomómica­s (símbolo de la unión entre la tierra y el cielo) y que se habían sustituido por hojillas. Ahora estas vides regresan a su lugar. Tenía piezas de cobre que se han repuesto por otras de plata fina chapadas en oro. “Las columnas no tenían relieve ninguno. En cada una de ellas hemos empleado una o dos semanas. Se han desmontado hoja por hoja y restaurado todas las piezas”, destaca Gardu- ño. Reme por su partre detalla que “algo muy importante es que se respeta el alma interior de cada pieza. Esto nunca se sustituye”.

Los motivos ornamental­es vienen constituid­os por hojas, grecas, roleos y guirnaldas de rosas, símbolo de la Inmaculada Concepción de María. El Simpecado está completado con jazmines, que a su vez representa­n la gracia y amabilidad de la Virgen, y geranios, flores con las que se pretende encarnar la sencillez, resistenci­a y virtudes del pueblo fiel de Sevilla.

En esta restauraci­ón, no habrá más de diez piezas nuevas. Para ello se ha recurrido o contado con la colaboraci­ón de hermanos que tenían algunas en su poder y que guardaban como oro en paño. A la paloma se le han bordado las alas nuevamente. “Reme borda la seda como los ángeles. Ahora sí parecen

de pluma y no se asemeja a un águila o a un pichón”, aclara Garduño, quien reconoce que se le ha puesto mucho cariño al trabajo porque es sabedor de la devoción que en el barrio y media España se le tiene al Simpecado. No en vano el bordador es asesor artístico de la hermandad de Triana y fue prioste durante años de esta corporació­n.

Tal como salió del taller

El Simpecado tiene joyas fijas y eventuales. Tras la restauraci­ón, aquí también se van a advertir cambios. La obra gana viéndola al desnudo. “Se ha llegado a un acuerdo y la joyas no se van a situar hasta fechas próximas a la romería. Para el traslado a Santa Ana y los cultos se verá sin ellas”, anuncia el bordador. Estos adornos obedecen al contagio de una moda heredada de los años 50 cuando las dolorosas iban extremadam­ente ataviadas con joyas.

Durante la restauraci­ón, se han hallado tres documentos manuscrito­s ocultos bajo los bordados de los que ya se tenía existencia. Lo que se desconocía era su verdadera ubicación: “siempre se pensó que estaban bajo el buche de la paloma y no; estaban bajo los escudos laterales. Uno de ellos es muy interersan­te. Original del taller de Caro, detalla cómo era y aporta detalles de las operarias que intervinie­ron en la obra”, dice Garduño.

Importante es también la intervenci­ón seguida sobre la pequeña talla de la Virgen: una obra de Antonio Castillo Lastrucci sobre la que trabaja la reconocida restaurado­ra Fuensanta de la Paz. Recupera la policromía original que había disimulado Francisco Maireles y la peana,

en madera, de angelitos. También se ha restaurado la vestimenta original. La pequeña imagen de la Virgen del Rocío es una talla de vestir que Garduño suele cambiar de ropa una vez al año. Ahora también contará con un sistema de sujeción más ágil. De lo más llamativo es también el óvalo que rodea a la Virgen. Se trata de una pieza que por su factura asemeja a un damasco bordado o a un artesonado mudéjar.

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 ??  ?? Foto coloreada del año 1936 usada para la restauraci­ón.
Foto coloreada del año 1936 usada para la restauraci­ón.
 ??  ?? Detalle del dibujo original.
Detalle del dibujo original.
 ??  ?? Luis Miguel Garduño trabajando junto a Reme, la maestra de taller.
Luis Miguel Garduño trabajando junto a Reme, la maestra de taller.
 ??  ?? Garduño comproband­o los detalles del dibujo.
Garduño comproband­o los detalles del dibujo.
 ??  ?? Garduño, junto a la restaurado­ra Fuensanta de la Paz y el hermano mayor, José Román.
Garduño, junto a la restaurado­ra Fuensanta de la Paz y el hermano mayor, José Román.
 ??  ?? El Simpecado de Triana, bordado en el Taller de Caro en 1936.
El Simpecado de Triana, bordado en el Taller de Caro en 1936.

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