Francisco Robles
No hace falta que me lo cuente nadie. No es preciso que me digan que la Virgen salía en septiembre, cuando la tarde era un refugio para la calor pegajosa que se disolvía en el azúcar tibio de la noche. Cuando las calles del barrio con sabor a pueblo –¿o no tiene pinta de pueblo el Cerro del Águila?– se adornaban como solo sabe hacerlo el pueblo llano cuando se pone aristocrático y sublime. Cuando la fiesta se desparramaba por las aceras y los zaguanes, cuando todo estaba bien hecho y por eso había que festejarlo. Cuando uno era el muchacho que salía del edén de la infancia y quería comerse la vida a bocados: el mismo que ahora se defiende de las dentelladas que da la existencia.
No hace falta que me lo contéis, porque yo estaba allí. En esa ciudad extramuros que lleva la esencia de la mejor Sevilla en sus gentes y en su cofradía. Recuerdo el palio encendido, la música elevándose en las volutas ardientes del incienso, la Semana Santa incardinada en un tiempo y un lugar que no eran extemporáneos porque la salvaba lo único que puede hacerla única y auténtica: la verdad. Sí, esa verdad que pervive en esas mismas calles y que se hace presente y resultona cada Martes Santo, cuando la hermandad se echa a la calle para demostrarle a Sevilla lo que es Sevilla. Ni más, ni menos.
En la portada de Pasión en Sevilla, los Dolores del Cerro transformados en la alegría que dan los años. Con su puñal y sus puñaladas. Con su perfil levemente hebraico y con las miradas que se han ido clavando en su rostro durante estos años. Con el gozo del aniversario y la ilusión de seguir cumpliendo los ritos que marca el tiempo. El Cerro es algo más, mucho más que una cofradía. El Cerro es una forma de entender la vida y una manera de vivir la Semana Santa. Sin dobleces ni dobladillos. Sin imposturas ni figuroneo. Lo que ya hemos dicho y no nos cansamos de repetir: el Cerro es la verdad desnuda que echa las hojas por primavera en la galería de sombra que forman los árboles que protegen la calle Afán de Ribera. El Cerro es la Virgen de los Dolores o no es nada. Por eso mismo el Cerro es todo para los que nacieron o se recogieron en ese barrio que huele a pueblo. Y para los que no necesitamos que nos cuenten cómo era aquello porque estábamos allí para contarlo ahora.