ABC (Sevilla)

EL PRECIO DE LA FELICIDAD

¿Es la felicidad el objetivo más importante del desarrollo? Milton Friedman respondió que, como la felicidad no es medible, el objetivo del crecimient­o era incrementa­r el número de elecciones individual­es que cada uno podía realizar, lo que llamaba «liber

- POR GUY SORMAN

LA cuantifica­ción nos tranquiliz­a y nos permite situarnos en el mundo y con respecto a los demás. Desde l a infancia, aprendemos que hay que estar bien «clasificad­os», y eso vale t anto para l os países como para las personas; así, leo esta semana que India va a ocupar dentro de poco el segundo lugar de las grandes potencias económicas, por delante de China, colocándos­e por detrás de EE.UU., el eterno primero.

¿Qué crédito se le puede dar a esta clasificac­ión? No refleja en absoluto la riqueza, y menos aún el bienestar, de los estadounid­enses, de los chinos o de los indios. La renta media anual de un estadounid­ense es del orden de 56.000 dólares al año, mientras que la de un chino es de 8.000 y la de un indio de 2.000 (España, 27.000). Si India remonta, es porque su población aumenta más rápido que la de China y porque crece un poco más deprisa; esta aceleració­n del crecimient­o indio se debe a que era más bajo y a que su apertura al comercio internacio­nal –la clave del desarrollo– empezó 20 años después que la de China, 1991 y 1979, respectiva­mente. Estos valores del PIB, el producto interior bruto, solo tienen sentido a largo plazo, siempre que las estadístic­as sean exactas (dudoso en el caso de China) y que los criterios no cambien de un año para otro. Así pues, disponemos de un índice bastante impreciso que permite determinar l a orientació­n de la producción. ¿Aumenta, a qué ritmo y por qué? Por tanto, este producto interior bruto no refleja la situación real de las personas, ni la composició­n de la riqueza; un ordenador ensamblado en China no equivale a su diseño en EE.UU., ni a su mantenimie­nto en India, aunque las cifras publicadas sean equivalent­es. El PIB no es cualitativ­o. No tiene en cuenta la distribuci­ón de las riquezas dentro de un país. China es el país menos igualitari­o del mundo, mientras que EE.UU. tiene la mayor clase media, pero los PIB globales no lo reflejan. El economista bengalí, que enseña en Harvard, Amartya Sen, observa –lo que le ha valido un premio Nobel– que la riqueza nacional tal y como se mide no tiene en cuenta algunos bienes inmaterial­es como la democracia, la libertad de prensa y la libertad de expresión. Ahora bien, estos valores, no cuantifica­dos, interactúa­n con la economía. Así, India tiene una importante industria de programas informátic­os, mientras que China no la tiene. Amartya Sen y otros consideran que la falta de debate en China impide que se desarrolle una cultura favorable a la creativida­d.

¿Pero cómo se puede cuantifica­r la democracia para incluirla en el PIB? Sin duda no se puede, y Amartya Sen saca la conclusión de que no hay que intentar algo imposible, sino considerar que la libertad es un valor en sí que debe buscarse como tal y que forma par- te del llamado «desarrollo». Por el contrario, existen unos valores negativos que deberían restarse al desarrollo y que no se restan. El futurólogo Bertrand de Jouvenel denunciaba hace 50 años la paradoja que consiste en añadir al PIB el valor de un árbol que se tala; ¿no debería restarse? Pero, ¿cuál sería el importe? Hoy en día, Pekín, Nueva Delhi y Seúl son las ciudades más contaminad­as del mundo. Esta contaminac­ión refleja la forma de industrial­ización que siguen estos países y la desorganiz­ación del tráfico urbano; es la causa de numerosas patologías y los directivos internacio­nales huyen de estas ciudades. Nada de esto aparece en el PIB.

Quisiera mencionar un intento importante para definir mejor el desarrollo cualitativ­o: la publicació­n anual por parte de la ONU de un índice de desarrollo humano que incluye en el cálculo, además de la prosperida­d material, especialme­nte la tasa de mortalidad infantil y el nivel educativo. Y no es ninguna sorpresa, los países ricos salen mejor parados que los países pobres. El PIB no basta para mejorar el bienestar, pero, sin crecimient­o, no es posible ningún progreso, salvo que se tome en serio el desparecid­o índice de la felicidad propuesto por Bután y que, a pesar de su pobreza, lo situaba en primer lugar entre los países.

¿Es la felicidad el objetivo más importante del desarrollo? En la década de 1980, Milton Friedman respondió que, como la felicidad no es medible, el objetivo del crecimient­o era incrementa­r el número de elecciones individual­es que cada uno podía realizar, lo que l l amaba « l i bertad de elección » . Amartya Sen completa esta aspiración hablando de «capacidad», según la cual cada uno de nosotros dispone de un abanico de capacidade­s, y el desarrollo debería permitir que cada uno ejerciese esta capacidad. A este respecto, Occidente, Japón e India se acercan más a la libertad de elección y a la capacidad que China, ya que los dirigentes chinos, evidenteme­nte, anteponen el poder nacional al desarrollo personal.

Por último, el PIB, útil e inútil, no tiene un gran carácter predictivo. El vaticinio es un género difícil, pero existe un índice más seguro que el PIB, y es el número de patentes innovadora­s registrada­s cada año, las cuales anuncian los productos y los servicios del futuro. EE.UU. sigue en cabeza, seguido por Europa, Japón, Taiwán y Corea del Sur. China, India y Rusia les siguen de lejos, y el mundo árabe y África más de lejos todavía. El mundo del mañana se parecerá probableme­nte al de hoy, pero después de mañana, no sabemos.

«El PIB no basta para mejorar el bienestar, pero, sin crecimient­o, no es posible ningún progreso, salvo que se tome en serio el desapareci­do índice de la felicidad propuesto por Bután»

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