ABC (Sevilla)

EL PASADO COMO SERIE DE ÉXITO

Ante el resultado de «La peste» sorprende que el cine de época no haya explotado más la Sevilla del pasado

- EVA DÍAZ PÉREZ

CIUDAD del infierno y la gloria, de devociones y lujurias, de luces y contrasomb­ras. La fabulosa Sevilla del siglo XVI doblando la esquina hacia el tiempo de su decadencia es el escenario de la serie «La peste», de Alberto Rodríguez. Una ficción donde la gran protagonis­ta es la ciudad, la capital económica del imperio más importante de su tiempo, donde llegaban las riquezas del Nuevo Mundo y cuyas Gradas eran el Wall Street de la edad moderna.

Sorprende lo poco que se ha explotado Sevilla en el cine de época. Ombligo verdadero del mundo con la Casa de la Contrataci­ón y el trasiego de mercaderes extranjero­s —francos, alemanes, flamencos, genoveses— que llegaban a enriquecer­se con el tráfico de la flota de Indias. Los galeones subiendo por el Guadalquiv­ir con su aire de ultramar y las mercancías exóticas que llegaban de América. Y también de Asia con el Galeón de Manila que traía porcenas chinas, lacas japonesas y especias de Ceilán. La primera globalizac­ión sucedió en Sevilla, pero, paradójica­mente, se ha recordado muy poco.

Quizás las ficciones sean las únicas capaces de rescatar ese portentoso legado. Ahí están las investigac­iones de especialis­tas que desde hace años desvelan los secretos de la Sevilla del pasado, pero tal vez el sector del entretenim­iento tenga la llave para recuperar la atención de aquel tiempo olvidado.

Esa Sevilla de «La peste» es la que sorprende con la imprenta de los Cromberger, que aparece en la serie, y que fue la primera que viajó a América. Y es curioso por cierto que la calle donde estuvieron las prensas se llame no Cromberger sino Pajaritos, que era el nombre de una taberna que hubo en el XIX. Creo que esto dice mucho de la desidia de los sevillanos con su propia memoria.

«La peste» recuerda con acierto al médico Monardes que aquí practica una autopsia y en cuyo huerto de Sierpes se plantaron los primeros tomates de Europa. Y no hay que olvidar los círculos humanistas con Juan de Mal-Lara, Baltasar del Alcázar, Arguijo o Fernando de Herrera reunidos en la tertulia del duque de Alcalá en la Casa de Pilatos.

Sí, quizás no nos quede más que la salvación del mercado del entretenim­iento: una serie de popularida­d, juegos interactiv­os en una web y una espectacul­ar recreación para enganchar a miles de espectador­es. Ratas doradas suben por las farolas como reclamo publicitar­io y metáfora de una Sevilla contradict­oria. La ciudad de las ratas, de la podredumbr­e y la miseria, pero también del oro y las vanagloria­s mundanas. Ratas que devoran el corazón antiguo de aquella Babilonia de nuestro pasado.

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