ABC (Sevilla)

«Las ratas acabaron con la Sevilla llena de luz y de magia, valiente y emprendedo­ra»

Guionista de cabecera de Alberto Rodríguez, también lo ha sido de la serie para MoviStar Plus «La peste», dirigida por el prestigios­o realizador sevillano y estrenada la pasada semana, desencaden­ando todo un terremoto de opiniones y críticas. La mayoría a

- POR FÉLIX MACHUCA @JFelixMach­uca

—Cuando le dicen que hay que escribir un guion sobre la peste, ¿cómo mo reaccionó? —La idea partió de Alberto y de mí. Por lo tanto, no nos pilló por sorpresa a ninguno. No fue ningún encargo y no hubo desconcier­to. —¿Pensó en contar una historia en extremo dramática, acaso con ribetes de novela negra, quizás una historia de sobrevivie­ntes? —Pensamos en hacer una novela negra, un «thriller», que nos permitiera ra desarrolla­r una historia lúdica y entretenid­a, para hablar de algo tan duro ro como fue la peste en la Sevilla de la a época. —En sí misma es una historia tremenda, donde sale a flote lo mejor r y lo peor de las personas. —Es así. Suele pasar en las situacione­s extremas. — ¿Tuvo algún tipo de pesadillas s cuando conoció a fondo la histo- ria? —Cuando empezamos a profundiza­r en la investigac­ión y documentac­ión todo era tan desgarrado­r y tan duro que necesitába­mos tomar aire, respirar a fondo y evitar que la «peste» nos contagiara emocionalm­ente. —Una curiosidad: ¿por qué se habla de la peste del siglo XVI cuando, entiendo, que la serie se basa en la brutal epidemia de 1649, la que dejó a Sevilla en la mitad de su población? —Pensamos que al final del XVI Sevilla está en lo más alto de su historia y el contraste con una calamidad tan desastrosa como la peste eraera más interesant­e y dramático. —¿Qué episodio de la plaga le causó mayor impacto al documentar­se? —La imagen de los carneros donde se echaban a los muertos y moribundos, con carros cargados de personas que se depositaba­n allí, en esas fosas comunes. Igualmente me impactó la imagen del carro cargado de apestados que no puede pasar por una calle angosta y se queda abandonado e impidiendo el paso por allí. Con toda su mortal carga encima. —¿Cómo era la Sevilla anterior a la peste? —Una ciudad cosmpolita, culta, emprendedo­ra, valiente y luminosa. —Los historiado­res hablan de una ciudad alegre, bulliciosa, confiada de sí, aventurera y arriesgada, puerto y puerta de Indias, emprendedo­ra… —Todo lo contrario de lo que fue después la peste de 1649, aunque nosotros, por cuestiones cinematogr­áficas, la hayamos colocado en el siglo XVI. —Mantengo que aquel espíritu expansioni­sta y abierto también lo eliminó la peste, para convertirl­a en una ciudad miedosa y providenci­alista. ¿Usted queq cree? — Cien por cien de acuerdo. Lo cortaría y lo pegaría. — No debió ser fácil superar aquela trauma que dejaba mil quinientos muertos diarios en la ciudad cuando los picos de la epidemia fueron más altos. — Evidenteme­nte fue un impacto brutal.br Si una bomba en Afganistán puede acabar con la vida de cienci inocentes en un instante, imagínese lo que es un día y otro con másm de mil quinientos muertos registrado­s y tirados por las calles. —Ni tampoco sería fácil olvidar el cinturón sanitario que encerró en sus murallas a una población quequ no sabía muy bien cómo luchar contra aquella maldición. —En esto, como en casi todo en la vida, también hubo clases. Los que pudieron abandonar la ciudad, lo hicieron y se refugiaron en sus casassas de campo mucho antes de que la población lo supiera. Aunque Martínez Montañés muriera en la misma.ma. —Fue como decir el cielo os abandon y el rey también. Aviárselas como podáis ¿no? —Totalmente. Tot —En el siglo III después de Cristo, una terrible pestilenci­a procedente de Oriente, dejó a la mitad la población del Imperio Romano. Algunos historiado­res barajan ese impacto como una de las causas de la caída de Roma. ¿Ve paralelism­o con la decadencia hispalense? —La epidemia pregona de alguna forma la decadencia de aquella ciudad luminosa, culta, emprendedo­ra y valiente. Las ratas acabaron con la magia sevillana. —¿Es cierto que en una de las secuencias tenéis que prescindir de las ratas amaestrada­s porque no atacaban al personaje y os agenciáis unas «ratas sin papeles», salvajes por decirlo de alguna forma? —(Risas) Sí, sí, sí fue así. Las que estaban domesticad­as no atacaban y hubo que recurrir a las ilegales, «sin papeles», para darle veracidad al asunto.

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