«La Policía puede distinguir a dos gemelos idénticos solo por su voz»
Mercedes Ramírez Salado Lingüísta forense e investigadora
Cuando se juntan la Lingüística y el Derecho, los delincuentes se pueden echar a temblar. Esta disciplina, que es capaz de adivinar por tu voz de dónde eres, si fumas o si te falta alguna pieza dental, es por ahora poco reconocida en España, pero tan usada en lugares como Estados Unidos que hasta McDonalds echa mano de sus recursos para defender su nombre. Investigadores como Mercedes Ramírez, que es miembro del Instituto de Lingüística Aplicada de la Universidad de Cádiz (UCA), buscan ampliar el número de gente que conoce esta disciplina y, para ello, organizaron un taller sobre la materia la pasada semana en el VII Congreso de la Sociedad Española de Lenguas Modernas. —¿Qué es la lingüística forense?
Es el punto de encuentro entre l a Lingüística y el Derecho. Supone el uso de técnicas lingüísticas para investigar delitos, marcas, patentes... —¿Son detectives de la lengua?
Bueno, i nvestigamos plagios, por ejemplo. Trabajamos con textos escritos y también orales. Podemos intervenir en la atribución de autoría en caso de notas de secuestro, por ejemplo. Saber si es de verdad el secuestrado quien llama a su familia. O podemos analizar la grabación de «pinchazos » de l a Policía, en micrófonos ocultos para identificar voces, como se ha hecho en el caso de espionaje a políticos. También identificamos voces cuando hay una llamada para dar una amenaza de bomba. Analizamos todo lo que implica la voz humana. —¿Cuál es el caso más famoso en el que ha intervenido un lingüista forense en España?
Uno de los más conocidos fue el del secuestro de la joven Anabel Segura. Los secuestradores se hicieron pasar por la chica para cobrar el rescate y, mediante técnicas de Lingüística Forense se pudo identificar que quien hablaba no era Anabel, sino uno de los secuestradores. También está el caso de Óscar Sánchez, a quien un lingüista forense identificó como el culpable de un delito de tráfico de drogas y, por eso, fue a la cárcel. Luego otro perito, también lingüista forense, determinó que la persona de la grabación no era él y salió de prisión. Un lingüista lo metió en la cárcel y otro lo sacó. —No parece una especialidad muy conocida, ¿cómo conoció usted esta especialidad de la Lingüística?
Fue mientras estudiaba la carrera. Un agente de la Policía Nacional vino a dar una charla sobre el tema y me inspiró. Luego cursé un máster en Madrid sobre fonética judicial que dejó de impartirse poco después. Estaba todo enfocado a la voz. Allí aprendí que, usando programas informáticos, la Policía sabe si estás bebido, si fumas y si vas drogado. Lo saben todo. —¿A ese nivel de exactitud llega?
Se puede distinguir la voz de dos gemelos idénticos, así de exacto es. Incluso si uno fuma y otro no, pueden ver cuál es cuál en una grabación. —Así que la Policía lo sabe todo...
De la voz, todo. Siempre hay que tener en cuenta que la grabación tenga un mínimo de calidad, pero si la grabación es buena, tienen todos los datos que necesitan. —¿Cómo les gusta que les llamen a los profesionales de esto?
Somos lingüistas forenses. Peritos. Aunque no nos dejan colegiarnos como peritos, porque no existe nuestra especialidad en el colegio oficial. Nuestra figura no está muy extendida en España, no es aún muy conocida. —¿En algún país lo es?
Sí, en Estados Unidos, por ejemplo, es muy conocida. Allí nació esta disciplina y sí que está extendida. —¿Cómo surgió?
Por lo que se conoce como «el caso Evans». El señor Evans confesó que había matado a su mujer. Luego culpó a su vecino. Después se volvió a culpar a sí mismo. Otra vez a su vecino... Al final le condenaron por el asesinato. Después de ajusticiarlo descubrieron que su vecino era un asesino en serie, que tenía varios cadáveres en su casa y que era el verdadero culpable de la muerte de la mujer de Evans. Analizando las confesiones escritas, vieron que el señor Evans cambiaban los textos cuando se inculpaba y cuando se declaraba inocente. Escribía diferente y ahí nació esta especialidad. —¿Y de ahí a identificar secuestradores en la actualidad?
Bueno, también trabajamos en casos de patentes y registros. McDonalds, por ejemplo, denuncia a todos lo que usan el «Mc» delante de su nombre, porque creen que se aprovechan de la fama de sus hamburgueserías. Siempre gana. Usan un estudio lingüístico sobre el prefijo «Mc» y cómo todo el mundo lo relaciona con su marca. —¿Y en Andalucía también se investigan estas cosas?
Sí, en el Instituto de Lingüística Aplicada de la Universidad de Córdoba tenemos un programa informático que solo tienen la Guardia Civil y la Policía Nacional para la identificación de l ocutores. Con eso y otros recursos atendemos encargos que nos hacen sobre lingüística forense. —¿Alguno en el que estén trabajando ahora mismo?
Sí. Precisamente porque está en proceso judicial no puedo dar muchos detalles, pero se trata de una disputa por un contrato legal. Nos encargaron que determináramos el significado exacto de un verbo que está en un documento legal. En función del significado, quien nos encarga el trabajo puede verse perjudicado o beneficiado. —¿Y cómo determinan eso?
En este caso se trata de un verbo polisémico, con varios significados. Lo que hacemos primero es ver su posición en la frase. En base a eso puede cambiar lo que quiere decir. Luego vemos en bibliografía de referencia todos los significados posibles para ese verbo y qué es lo más normal, lo más habitual para esa palabra en ese contexto. Con todos esos datos determinamos el significado correcto que se quiso dar a ese verbo en el contrato que estamos analizando y enviamos un informe al cliente, que es el que usa para ir a juicio.
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