ABC (Sevilla)

Duro revés en la prórroga que nunca debió permitir

El Betis Energía Plus, penalizado por la mala toma de decisiones en los momentos claves, deja escapar once puntos de ventaja y sigue colista

- SERGIO A. ÁVILA

Hay partidos más i mportantes que otros y derrotas más dolorosas que otras. La del Betis, en Burgos, provoca rabia y frustració­n a partes iguales por la cuota de responsabi­lidad que le correspond­e, mucha, demasiada. Sin restarle un ápice de mérito al colosal trabajo del anfitrión, inasequibl­e al desaliento, los pecados verdiblanc­os no fueron precisamen­te veniales. Tuvo el Betis el partido en su mano, con once arriba al final del tercer cuarto (52-63), y le faltó autoridad, contundenc­ia y sangre fría en ambos lados de la pista para cerrarlo en lugar de provocar un desenlace de vértigo, alto voltaje, suspense y moneda al aire, en clara línea con lo que fue todo el choque. Porque el Betis que se fue ganando al descanso (37-40) era el resultado de la ciclotimia. La dos caras de la bipolarida­d mostró el equipo, sin grises.

Entre Draper, Schilb y Kelly construyer­on el 7-14 que obligó al tiempo muerto de Epifanio y le dio un giro radical al partido. Desde ese momento, los cimientos del Betis crujieron. Dejó de hacer su trabajo en ataque, apostando por tiros precipitad­os y descartand­o la vía del lanzamient­o exterior, mientras en defensa abría caminos que eran autopistas de tres carriles. Ni atacaba ni defendía, se diluía. Y tampoco los cambios lo reajustaro­n. Lo primero que hicieron Úriz y Cruz-Uceda fue perder sendos balones que pusieron al rival por delante (19-18) a falta de un minuto para el cierre del primer acto. El t i empo solicitado por Quintana no tuvo efecto. Su equipo, en caída libre. Thompson crecía bajo los aros y el San Pablo Burgos se anotó un parcial de 16-4 desde el 7-14 que lo dejó cinco arriba tras los diez primeros minutos (23-18). Planeaba la sensación de que la competitiv­idad del Betis había sido de efecto gaseoso.

Hasta el 22-4 (29-18) se elevó la sangría antes de que el ingreso de Draper y Franch permitiera al Betis asentarse de nuevo en el partido recuperand­o el control. Pudieron hacer mucho más daño en esos minutos los burgaleses, pero afortunada­mente se obcecaron en el tiro de tres y el Betis, cimbreado, controló el rebote defensivo. Era el turno de los verdiblanc­os, autores de un parcial de 0-7 (29-25) que los anudó al partido en la antesala del despertar de Schilb. Ocho puntos suyos, con dos triples incluidos, propiciaro­n el 1-17 (30-35) que reavivó la llama del Betis y le metió el miedo en el cuerpo al rival, respondón al descanso gracias al pundonor de Sebas Saiz (37-40).

Esa sinuosa dinámica que justifica el tópico de la montaña rusa no cambiaría en el segundo tiempo. Siempre que el Betis pegaba un derrote, el San Pablo Burgos replicaba. Fiado al triángulo Schilb-Kelly-Anosike, el Betis mantuvo el control, se situó hasta ocho arriba (41-49) y, tras la correspond­iente respuesta del rival, dos buenas acciones de Golubovic, unidas a un triple sobre la bocina de Franch para dar carpetazo al tercer parcial, parecían declinar el partido al lado verdiblanc­o.

La pelota, con once arriba (52-63), estaba en el tejado del San Pablo Burgos, que a ese órdago tremendo respondió con astucia, máximo esfuerzo y orgullo. La presión a toda cancha le devengó beneficios. Sin la dinamita de Jenkins, Edu Martínez encadenó ocho puntos, levantó a la fiel y ruidosa hinchada burgalesa, y una vez prendida la mecha, Thompson provocó un incendio que el Betis ya no pudo sofocar. Ni con ocho de ventaja (62-70), a falta de cinco minutos. La gestión de esos minutos fue deficiente por parte de la cuadrilla de Quintana, tanto por su permisivid­ad atrás, perdiendo la batalla del rebote (43 a 33), como por el reduccioni­smo de su ataque, limitado a la percusión de Kelly. Diez puntos de Thompson de todos los colores, incluida una canasta de tres, condujeron el partido a la prórroga que Schilb pudo evitar con el triple, errado, que desembocó en el tiempo extra.

Qué falta de pericia la de los experiment­ados jugadores béticos en los minutos finales. Quizá fuera el desgaste físico y mental del partido, pero en cualquier caso resultó frustrante la toma de decisiones. Y encima, huérfanas de acierto. Schilb, que jugó 36 minutos, pudo ahí buscar otra opción mas optó por el triple, igual que Draper en el penúltimo lance de la prórroga. Con 90-88, el base de Baltimore se jugó un tiro exterior que ni el aro tocó y provocó la explosión de júbilo del Coliseum. No era para menos. La remontada fue épica y su equipo sale de la zona roja, donde continúa el Betis, ahora colista igualado con el Joventut.

Datos Los verdiblanc­os atraparon diez rebotes menos (43 a 33) y dieron diez asistencia­s menos que su rival (26 a 16)

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EFE/SANTI OTERO Anosike comete falta sobre Thompson en un intento de mate

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