ABC (Sevilla)

Muere Pablo García Bae na, el poeta de Córdoba

Fallece a los 96 años el premio Príncipe de Asturias de las Letras y último escritor vivo de Cántico tras una vida dedicado a la belleza de las palabras

- LUIS MIRANDA/ JAVIER M. COLLANTES

SU figura parecía tan unida a la esencia de Córdoba que muchos en la ciudad no se acostumbra­rán a echarlo de menos. Mucho se puede hablar de su condición de alma del grupo Cántico, de los premios de poesía, de la admiración que se ganó de los amantes de las letras, pero en Córdoba era y seguirá siendo por encima de todo Pablo, un eterno paseante de su propia ciudad a la que los suyos respondier­on con el mismo aprecio que él derrochó.

En Córdoba, donde nació el 29 de junio de 1921, ha muerto este domingo 14 de enero Pablo García Baena, el mejor discípulo de Góngora, uno de los poetas fundamenta­les para comprender la lírica en lengua española de la segunda mitad del siglo XX y una de las mejores miradas a su ciudad. Su larga longevidad y la admirable lucidez y vitalidad que conservó hasta el final harán más difícil hacerse a la idea de que falta en las calles.

Sus 96 años largos fueron de vida exprimida hasta el final. Había nacido en la calle Parras, en el barrio de San Agustín, y era el menor de una familia numerosa de la que sobrevivie­ron cuatro hermanos. Recibió las primeras letras en el colegio Hermanos López Diéguez y l uego se f ormó en otros centros. Su afición a las letras fue temprana y ya desde niño elaboraba poemas y libros ilustrados gracias a su habilidad artística.

Su consagraci­ón como escritor llegaría con la revista «Cántico», cuyo primer número vio la luz en 1947. Allí, junto a Ricardo Molina, Juan Bernier, Mario López, Julio Aumente y los pintores Miguel del Moral y Ginés Liébana (el único miembro del grupo que sigue vivo) dio carta de naturaleza a una estética muy personal en la poesía española de aquel tiempo por su cercanía a la tradición, sin renunciar a las últimas aportacion­es del 27, y su cuidado de la palabra.

Por aquellos años publicó «Mientras cantan los pájaros», «Antiguo muchacho», «Junio» y «Óleo», en que mostró una estética de verso muy cuidado, con gran amor a la palabra y verso de una musicalida­d exquisita, donde cada palabra parecía cincelada. Sobrevino después un largo silencio que para él fue también de cambios, cuando se estableció en el Arroyo de la Miel (Málaga) con una tienda de antigüedad­es. Parecía que el mundo de Cántico se había diluido y que de él no había quedado memoria, pero en la década de 1970 se rescataría su figura y la de sus compañeros gracias a estudios como el de Guillermo Carnero, que luego se-

cundarían escritores y críticos como Luis Antonio de Villena.

De entonces datan los libros «Almoneda» y «Antes que el tiempo acabe». En 1984 se le concedió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras y poco después el título de Hijo Predilecto de Córdoba y la Medalla de Oro de Andalucía. Para entonces los poetas y los amantes de las letras ya se habían rendido a la calidad de su obra, que creció a cuentagota­s pero con piezas de gran calidad como «Fieles guirnaldas fugitivas» y «Los campos elíseos». Era su estilo, vivir y luego escribir, y antes leer mucho. Primero, San Juan de la Cruz y después, «pisándole sus pies descalzos», Góngora. A principios del siglo XXI regresó a Córdoba donde vivió unos últimos años en que se le sucedieron homenajes y publicacio­nes que agradecía con naturalida­d y una disposició­n permanente en su casa de la calle Obispo Fitero, en el centro mismo de Córdoba, junto a una sobrina, donde atendía entrevista­s con amabilidad incansable.

Volcado en la ciudad

Su huella quedó impresa en el mundo de las cofradías. Fue fundador de la hermandad del Remedio de Ánimas y siempre se felicitó por el hecho de que hubiera conservado el sello tan particular que tenía desde su fundación, con elementos como el velo de tinieblas y los faroles de viático de sus nazarenos. Su pregón de la Semana Santa de Córdoba, en 1979, titulado «El retablo de las cofradías», es un texto ya clásico sobre las hermandade­s, y dedicó poemas a muchas imágenes, como la Virgen de las Angustias.

Su gran devoción fue la Virgen de los Dolores, a la que visitaba con frecuencia, y no era difícil encontrarl­o el Viernes de Dolores o el Viernes Santo a sus pies. Su «Letanía de Córdoba a Nuestra Señora de los Dolores» es otro texto fundamenta­l sobre l a devoción a la Señora de Córdoba. Fue un creyente sincero. «Creo que al mori r nos encontrare­mos con Jesús » , dijo en una entrevista, y lo mostró en sus poemas, sin por ello renunciar a la sensualida­d.

Su prodigiosa memoria y fina sensibilid­ad lo convirtió en uno de los mejores conocedore­s de su propia ciudad. Siempre se lamentó de la destrucció­n de su patrimonio, como en aquel texto que terminaba diciendo «Oh flor pisoteada de España». Muchos homenajes después, la voz física de Pablo termina pero su obra y su palabra no dejarán de sonar en su Córdoba.

El mundo de la cultura se mostró ayer realmente consternad­o por el fallecimie­nto de Pablo García Baena, al que han llegado a calificar de «poeta en estado puro», una persona «discre- ta y atrevida a la vez» o con «con una sensibilid­ad extrema más irónica de lo que pudiera parecer».

Balbina Prior, poeta y directora de la colección Aristas de Cobre, acaba de presentar un libro en diciembre pasado sobre el Grupo Cántico en el que García Baena había colaborado enormement­e. «En su faceta poética era deslumbran­te, especialme­nte en su última fase, la de ‘Los campos elíseos’, donde demuestra que sabe dominar la poesía con gran madurez y donde toca temas más modernos con gran acierto», ha dicho de él. «Es una gran pérdida para Córdoba, en particular, pero para toda la poesía española, porque él supo brillar en solitario al margen del Grupo Cántico», ha añadido la autora de Villavicio­sa.

Por su parte, Joaquín Roses, de la Cátedra Góngora, recordó que fue García Baena quien inauguró, precisamen­te, esta institució­n dedicada al estudio de la literatura en 2014, con lo que «manifestam­os nuestro hondo pesar por su pérdida», si bien también ha indicado que por su edad era algo esperable. «Se nos ha ido un grande de las letras no sólo de Córdoba, que sería limitarlo demasiado, sino de la poesía del siglo XX», especificó Roses, quien le describió como un poeta «refinado, comprometi­do con la palabra y siempre a la búsqueda exquisita de la perfección».

Para el poeta Luis Antonio Villena la pérdida va más allá, puesto que lo ha llegado a considerar como «un fa- miliar» por lo lejos que llevó su amistad con el cordobés. «Al principio ha sido un gran disgusto, pero he llegado a pensar que era algo normal a sus 96 años, casi ciego y muy debilitado, con lo que ha sido lo mejor para él que se l o haya l l evado una fuerte gripe, como me han dicho».

Con él, Luis Antonio Villena vivió «todo lo que se podía vivir desde que lo conocí en 1975: Hemos ido de bares juntos, hemos ligado juntos, hemos viajado juntos, incluso a Yugoslavia... No solamente se me ha ido un poeta de excelencia, se me ha ido un amigo muy vivo, cariñoso, entrañable; discreto y atrevido a la vez, y siento mucha emoción porque era un ser humano muy cercano con el que pude reír mucho».

Amigo personal

Otra que lo considerab­a como un amigo personal es la exministra de Cultura, Carmen Calvo, quien se enteró por este periódico del fallecimie­nto de García Baena. «Es horrible; hablé con él en Navidad y hemos hecho muchas cosas juntos», ha expresado. «En lo personal es una gran pérdida porque se me ha i do un amigo con el que aprendí mucho, y como autor se va un poeta en estado puro».

Juana Castro, poeta cordobesa, también ha mostrado su pesar, especialme­nte porque «nos tenía acostumbra­dos a tenerlo siempre con nosotros y parecía que lo íbamos a tener eternament­e». De hecho, ella tenía la esperanza en que también se recuperara de esta última enfermedad, «que lo ha tenido apartado y sin poder ver con nosotros el Belén en Navidad, como era ya casi tradición».

Para Castro la grandeza de Pablo García Baena «era su humildad y se ha ido de la misma manera: sin hacer ruido, sin l l amar l a atención ni dar quehacer a nadie». Y es que, en palabras suyas, «con él se va una parte importantí­sima de las letras».

Tras considerar que el desapareci­do poeta era «preciso en las palabras, y, de hecho, ya no hay poetas en la actualidad como él, un gran conocedor de la lengua castellana y las tradicione­s cordobesas», Juana Castro ha mostrado también su pesar porque «se ha marchado antes de que le concediera­n el Cervantes, que era el premio que le faltaba».

El también poeta José Luis Rey lo ha considerad­o como «una figura central dentro de los cánones literarios del siglo XX» y ha dicho de él que era «luminoso y sensible, culto y con una gran vocación por la precisión de la palabra». Se da la circunstan­cia, además, de que eran vecinos y «siempre ha sido una presencia cálida y muy humana».

Causas naturales El escritor falleció tras un fuerte proceso gripal por el que fue ingresado en el hospital de la Cruz Roja Un grupo prodigioso Estrenó sus primeras letras en la revista que dio un vuelco a las letras en los años cuarenta del pasado siglo Toda una vida García Baena residió en la Costa del Sol y su figura pareció diluirse hasta la llegada de los años 70 Referencia La vuelta a su ciudad estuvo colmada de un gran número de honores y distincion­es que siempre agradeció Estética Fue el mejor seguidor de Góngora, un poeta con un alto sentido de la estética en la expresión literaria

 ?? VALERIO MERINO ?? Pablo García Baena, en su última entrevista realizada en su casa de Obispo Fitero
VALERIO MERINO Pablo García Baena, en su última entrevista realizada en su casa de Obispo Fitero

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