ABC (Sevilla)

GOLPE DE MANO

Díaz se apropia del Consejo Consultivo con una osadía que no tuvo Chaves ni en su más contundent­e mayoría absoluta

- MANUEL CONTRERAS

El Consejo Consultivo de Andalucía es uno de esos órganos antipático­s para el gran público que se percibe como un apéndice administra­tivo bien pagado y de dudosa utilidad. Su labor, sin embargo, es trascenden­te, toda vez que avala la legalidad de las leyes que aprueba el Gobierno andaluz antes de su remisión al Parlamento. La informació­n que maneja es tan sensible que el Ejecutivo resaltó en el propio nombre del órgano su carácter consultivo, para dejar bien claro que su dictamen no es de obligado cumplimien­to y mantener por tanto las manos libres para legislar.

Quizás este carácter consultivo permitió alcanzar sin problemas un pacto para que en este consejo estuviesen representa­das las principale­s sensibilid­ades políticas. Es decir, que los partidos mayoritari­os se repartiese­n la designació­n de sus miembros, tal y como sucede en los órganos jurídicos nacionales. Así ocurrió hasta ayer, cuando el Gobierno de Susana Díaz concluyó que ya estaba bien de pluralidad, dejando fuera del consejo a los dos miembros propuestos por el PP y metiendo a Mar Moreno, la que fuera mano derecha de José Antonio Griñán. Con este golpe de mano Susana Díaz se cobra dos piezas en un sólo disparo: castiga al PP por pedir que la presidenta declare en el juicio de los ERE y se quita de enmedio a Francisco Gutiérrez, doctor en Derecho Público y aficionado, vaya por Dios, a cuestionar en el consejo las directrice­s que llegaban de San Telmo mediante sus votos particular­es.

La presidenta andaluza se salta los principios de pluralidad política más elementale­s con un desparpajo que asusta. Su Gobierno se apropia del Consejo Consultivo con una osadía absolutist­a que no tuvo ni Manuel Chaves en su más contundent­e mayoría absoluta. Tiene bloqueada desde hace años la renovación del consejo de administra­ción de la RTVA y la Cámara de Cuentas para que no puedan entrar los partidos políticos que consiguier­on representa­ción parlamenta­ria en las últimas elecciones. Y se deshace, ya sea fomentando denuncias internas o por expulsión directa, de aquellos representa­ntes de la oposición en el Defensor del Pueblo, el Consejo Consultivo o el Consejo Audiovisua­l que se muestran más combativos y reacios a ejercer de meros palmeros. Hoy por hoy, los órganos políticos no gubernamen­tales que se constituye­ron para fiscalizar —siquiera testimonia­lmente— la acción del Ejecutivo apenas pueden ejercer crítica alguna, tal es el control que el PSOE tiene sobre ellos.

Más allá de su eficacia real en la gestión, estos órganos de representa­ción política son contrapeso­s del poder y actúan como termómetro­s de la salud democrátic­a de la comunidad autónoma. Y es evidente que la marginació­n que sufren los partidos de oposición en ellos es un claro indicativo de que el Gobierno de Susana Díaz estará muy preocupado por la alimentaci­ón y las calorías que consumen de los andaluces, pero muy poco interesado en sus derechos democrátic­os.

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