El Papa: «Siento dolor y vergüenza ante el daño causado a niños por parte de la Iglesia»
En su primer discurso en Chile pide perdón a las familias y a las víctimas de abusos sexuales
El Papa Francisco agarró ayer el toro por los cuernos en su primer discurso en Chile manifestando ante las autoridades y todo el país «el dolor y vergüenza que siento ante el daño irreparable causado a niños por parte de ministros de la Iglesia» que han abusado de menores, un delito inaceptable.
Lo hizo a primera hora del día en el Palacio de La Moneda, donde la presidenta Michelle Bachelet y las principales autoridades del Estado rompieron en un fuerte un aplauso ante la claridad sin paliativos de Francisco. Para que no quedasen dudas sobre las prioridades, el Papa añadió que «es justo pedir perdón y apoyar con todas las fuerzas a las víctimas, al mismo tiempo que hemos de empeñarnos en que no se vuelva a repetir».
Por la tarde, durante un encuentro con sacerdotes, religiosos y seminaristas en la catedral, el Papa volvió a abordar el problema, pero «desde dentro». El cardenal de Santiago de Chile, Ricardo Ezzati, reconoció ante él que en la Iglesia chilena, «junto a la fidelidad de la inmensa mayoría, ha crecido también la cizaña del mal, y su secuela de escándalo y deserción». Francisco confirmó el diagnóstico y añadió que conoce «el dolor que han significado los casos de abusos ocurridos a menores de edad», y sigue con atención «lo que hacen para superar ese grave y doloroso mal». Mencionó el «daño y sufrimiento de las víctimas y sus familias, que han visto traicionada la confianza que habían puesto en los ministros de la Iglesia», y también el dolor de sacerdotes inocentes heridos por «la sospecha, la duda, el miedo y la desconfianza. Sé que a veces han sufrido insultos en el metro o caminando por la calle». Según el Papa, la solución no es atrincherarse, sino «pedir a Dios que nos dé la lucidez de llamar a la realidad por su nombre, la valentía de pedir perdón y la capacidad de aprender a escuchar lo que Él nos está diciendo».
Francisco ha sido más rotundo que los obispos chilenos, demasiado lentos en cortar unos abusos que han desprestigiado al conjunto de sacerdotes, y que algunos medios instrumentalizan ahora repitiendo una y otra vez casos ya conocidos.
Muy probablemente, el empuje del Papa ayudará a algún obispo todavía poco sensible a poner por fin como prioridad la ayuda a las víctimas y la prevención. Y ayudará a la sociedad chilena a ser más vigilante en el resto de los ambientes que se producen abusos de menores, como ha sucedido en Inglaterra, Irlanda o Estados Unidos, centrados ahora en erradicar los abusos en el resto de los ámbitos.
«Pueblos originarios»
En su primer discurso en Chile, el Santo Padre, invitó a las autoridades a escuchar tanto a los jóvenes como «a los parados, que no pueden sostener el presente y menos el futuro de sus familias». Y, de modo especial, escuchar «a los pueblos originarios, frecuentemente olvidados y cuyos derechos necesitan ser atendidos y su cultura cuidada, para que no se pierda parte de la identidad y riqueza de esta nación».
Poco después, en la misa para cua-
trocientas mil personas en el parque O’Higgins, Francisco invitó a los chilenos a «comprometerse por la reconciliación» de un modo práctico: «¡Sembrar la paz a golpe de proximidad, de vecindad!». No fue bien interpretada la presencia del obispo de la ciudad de Osorno, Juan Barros, cuestionado como supuesto encubridor de los abusos sexuales contra menores cometidos por el cura Fernando Karadima. Barros participó en la misa multitudinaria que celebró ayer Francisco.
El Papa viaja hoy a Temuco donde tendrá un encuentro con indígenas mapuches .