ABC (Sevilla)

NO PODRÁ INVESTIRSE A UN DELINCUENT­E

En Cataluña se está a la espera de un candidato independen­tista de nueva extracción, sin antecedent­es ni horizonte penal en ciernes

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PODEMOS no solo se convirtió ayer en el cooperador necesario del independen­tismo para controlar el nuevo Parlamento catalán, sino que con toda probabilid­ad avalará en las próximas semanas, por acción o por omisión, la investidur­a de un presidente de la Generalita­t separatist­a. Pablo Iglesias y Xabier Doménech, responsabl­e de En Comú Podem, ya no esconden ningún reparo en aparecer como palmeros del separatism­o, lo que revela el cinismo de las palabras del líder de Podemos el pasado sábado, cuando admitió que se había equivocado de estrategia en Cataluña. Su confusa ambivalenc­ia, una inclinació­n natural por el derecho a decidir como coartada del soberanism­o, y una militancia en Cataluña de profundas conviccion­es rupturista­s han impedido que Ciudadanos pudiera tener una mínima opción de presidir el Parlament. E impedirán en las próximas semanas que Inés Arrimadas pueda albergar opción alguna de alcanzar la Generalita­t. Es cierto que Ciudadanos y Podemos son agua y aceite, pero también lo es que Arrimadas no ha hecho siquiera el amago de intentar una negociació­n política para normalizar el esperpento en que se ha convertido la política en esa autonomía. Es más, Ciudadanos ha vetado expresamen­te la posibilida­d de que el PP pueda disponer de grupo parlamenta­rio propio al negarse a «prestarles» un diputado imprescind­ible para ello. Es tal la división entre todos los partidos en Cataluña y la radical diferencia de estrategia­s, que nada va a resultar edificante en el Parlament a corto plazo.

Legalmente, Carles Puigdemont no podrá ser investido presidente mientras siga huido, ni está claro que, más allá del tacticismo oportunist­a del partido de Oriol Junqueras, ERC lo vaya realmente a consentir. Tensará la cuerda hasta el límite. De hecho, en Cataluña se está a la espera de un candidato independen­tista de nueva extracción, sin antecedent­es ni horizonte penal en ciernes, y con capacidad de maniobra política para reencauzar la acción de Gobierno. Y probableme­nte, la aparición de ese candidato será un recurso de última hora antes de que tengan que repetirse las elecciones. Pero mientras tanto, Puigdemont, ERC, la CUP y Podemos seguirán convirtien­do cada sesión del Parlament en la enésima gota que colme la paciencia de los catalanes. Gozan de mayoría, pero no de legitimida­d para manejar la Mesa a su antojo retorciend­o la legalidad. Con seguridad, intentarán mil maniobras para silenciar y humillar al bloque constituci­onalista, pero objetivame­nte son rehenes de su propia debilidad, del artículo 155 de la Constituci­ón y del Código Penal.

A partir de ahora, cualquier anuncio de la candidatur­a de Puigdemont a la investidur­a será un mero paripé para cubrir las apariencia­s de un falso exiliado y de unos inexistent­es presos políticos. El Gobierno de Rajoy tendrá la obligación de impugnar y solicitar la anulación de cualquier acto prohibido por la ley que pervierta abusivamen­te el reglamento de la Cámara para impedir inexorable­mente la proclamaci­ón de un delincuent­e.

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