ABC (Sevilla)

El Papa advierte a los mapuches de que la violencia no justifica su causa

Pide «tener en cuenta a los pueblos originario­s a la hora de avanzar en grandes proyectos»

- JUAN VICENTE BOO ENVIADO ESPECIAL A TEMUCO (CHILE)

Consciente de las luchas del pasado y de los choques y vandalismo del presente –incluido el incendio de iglesias por un pequeño grupo extremista mapuche–, el Papa Francisco desautoriz­ó ayer vigorosame­nte el recurso a las armas. Durante una misa con los mapuches en Temuco, los pueblos originario­s de Chile, el Santo Padre recordó que «la violencia llama a la violencia, la destrucció­n aumenta la fractura y separación». «La violencia termina volviendo mentirosa la causa más justa. Por eso decimos “no a la violencia que destruye”», afirmó el Santo Padre en un ambiente dividido por los actos violentos protagoniz­ados por extremista­s mapuches.

En los últimos veinte años cerca de cuarenta iglesias –y templos evangélico­s– han sido pasto de las llamas. Estos grupos radicaliza­dos también han atacado camiones forestales, fábricas e incluso están acusados de incendiar la casa de un matrimonio de ancianos, cuyos cuerpos se recuperaro­n calcinados entre los escombros. Se trata de la deriva violenta de un viejo conflicto que mantiene enfrentado a los mapuches con el Estado por la la restitució­n de tierras ancestrale­s que les fueron arrebatada­s y que ahora están en manos de latifundis­tas y empresas forestales.

Francisco repitió en el corazón de la Araucanía la necesidad de buscar «el camino de la no violencia activa», que pasa por erradicar las causas de los enfrentami­entos. Por eso insistió en que «no nos cansemos de buscar el diálogo para la unidad. Por eso decimos con fuerza: Señor, haznos artesanos de unidad».

La gran mayoría de las 150.000 personas reunidas para la misa en el aeródromo de esta localidad sureña aplaudiero­n su saludo a los mapuches y demás pueblos originario­s que viven en estas tierras australes y que constituye­n aproximada­mente el 10% de la población. Francisco se ganó el corazón de los indígenas alabando la belleza natural de estas tierras «que si la miramos como turistas nos dejará extasiados, pero si nos acercamos al suelo lo escucharem­os cantar: ‘Arauco tiene una pena que no la puedo callar, son injusticia­s de siglos que todos ven aplicar’». Era un poema de Violeta Parra que inmediatam­ente arrancó aplausos, pues si la tierra es hermosa, la Araucanía sigue sufriendo «un alto porcentaje de desempleo, pobreza y desintegra­ción familiar, además de tensiones políticas, sociales y étnicas», según dijo ante el Papa el obispo de Temuco, Eduardo Vargas.

Francisco explicó que la misa en esta base militar, centro de detención y tortura durante la dictadura de Pinochet, era una Eucaristía de acción de gracias, «pero también de pena y dolor en este aeródromo de Maqueue, en el que tuvieron lugar graves violacione­s de los derechos humanos». Por ese motivo invitó a ofrecer la misa «por todos los que sufrieron y murieron, y por los que cada día llevan sobre sus espaldas el peso de tantas injusticia­s. ¡Cuantas lágrimas derramadas!». Esos precedente­s han de llevar a «pedir al Padre con Jesús, que también nosotros seamos uno: no permitas que nos domine el enfrentami­ento ni la división».

«Unidad no es uniformida­d»

Según Francisco, para integrar una sociedad, en Chile o en cualquier otro lugar, es muy importante «no confundir unidad con uniformida­d». De hecho, «Jesús no pide a su Padre que todos sean iguales, y no tiene sentido buscar «una uniformida­d asfixiante» ya que «la unidad es una diversidad reconcilia­da». Era un mensaje de gran respeto a todos, pues «necesitamo­s la riqueza que cada pueblo puede aportar, y dejar de lado la lógica de creer que existen culturas superiores e inferiores».

A continuaci­ón, el Papa provocó el delirio de miles de jóvenes reunidos en la Basílica de la Virgen del Carmen, donde usó el lenguaje de los teléfonos móviles al animarles a «recargar la batería del corazón». Francisco les pidió no quedarse «sin conexión» y volver a conectarse a través de la contraseña «¿Qué haría Cristo en mi lugar?».

En su discurso preparado para pronunciar en la Pontificia Universida­d Católica de Chile, el Santo Padre volvió a centrarse en «la convivenci­a nacional», al recordar que «es indispensa­ble prestar atención a los pueblos originario­s con sus tradicione­s culturales». «No son una simple minoría entre otras, sino que deben convertirs­e en los principale­s interlocut­ores, sobre todo a la hora de avanzar en grandes proyectos que afecten a sus espacios», apuntó.

Buscar el diálogo «La violencia termina volviendo mentirosa la causa más justa» Convivenci­a pacífica «Necesitamo­s dejar de lado la lógica de creer que existen culturas superiores e inferiores»

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Francisco saluda a una mujer mapuche ayer en Temuco, al sur de Chile

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