Un Estado es un deber
La no aceptación automática de la euroorden cuestiona el espacio Schengen porque quiebra el principo fundamental de confianza entre los Estados que lo integran y sus respectivos sistemas judiciales. Si el Partido Popular estuviera en el poder probablemente no habría ido tan lejos en sus declaraciones: es un defecto de este partido, y de la derecha en general, vociferar y gesticular en exceso cuando se encuentra en la oposición y por lo tanto lejos de su hábitat natural, que es mandar.
Las declaraciones han sido precipitadas, exageradas y frívolas, pero no le falta razón al PP en su queja, y la Unión Europea tiene que afinar aspectos esenciales de su funcionamiento si no quiere acabar convertida en la caricatura maliciosa que el populismo hace de ella. El trato que el tribunal regional alemán ha dado a la orden de extradición de Carles Puigdemont es un despropósito, no tanto por su opinión sobre el tipo de violencia con que se llevó a cabo el golpe de Estado en Cataluña del pasado mes de octubre, sino por el mero hecho de haber entrado a opinar sobre un asunto que en cualquier caso le corresponde a la justicia española juzgarlo.
Pero pedir suspender el espacio Schengen es lo mismo que pedir salir de la Unión Europea como hizo el independentismo cuando no le dio la razón en sus pretensiones. Cuestionar la libre circulación de personas, servicios y bienes en la UE es cuestionar lo más sólido y brillante de nuestro progreso en las últimas décadas, y el PP tendría que estar por encima de la riña partidista en asuntos tan sensibles, aunque sólo fuera por no volver a caer en el garrafal e imperdonable error de Manuel Fraga en 1986, cuando por dejar solo a Felipe González, demencialmente se abstuvo en el referendo sobre la permanencia de España en la OTAN.
Un Estado es un deber y una responsabilidad. Para las pataletas y para hacer el indio ya están los independentistas y Podemos. El partido alfa de la política española tendría que empezar a comportarse como tal, tanto por dentro como por fuera, si no quiere que su paso por la oposición dure más de dos años.
El Gobierno puede y tiene que promover todas las iniciativas a su alcance para mejorar el funcionamiento del espacio Schengen y de las demás instituciones europeas, y la oposición debe tener sentido de Estado y apoyarle en estas cuestiones tan sumamente importantes.
Más de fondo, y aunque no sea exactamente el tema de este debate, sería prudente que la frustración y la indignación por la decisión de los jueces alemanes limitaran con la idea de que muy difícilmente la propia justicia española llegue a condenar por rebelión a los líderes independentistas que van a ser procesados.