ABC (Sevilla)

SAN LÁZARO NI SE LEVANTA NI ANDA

Cualquier día nos enteraremo­s que la iglesia de San Lázaro se ha hundido, ante tanta indolencia y abandono

- ANTONIO BURGOS

Ala vista de las cosas que están pasando en nuestra ciudad con sus tradicione­s y su esencia misma, hay cientos de ocasiones en que a los sevillanos nos gustaría ser ingleses. Aunque nos cogiera de lleno el Brexit. Tiramos por la borda o al contenedor de basuras muchas de nuestras inveterada­s costumbres centenaria­s, cuando no dejamos hundirse nuestros monumentos y nuestros conventos. O permitimos impasibles, sin apenas protestas, que dejen a la Sevilla verde y vegetal como en aquel chiste el que presumía que era un hacha con el hacha y dijo al otro:

—¿Tú te acuerdas de cuando el Sáhara estaba lleno de árboles? —Pero si en el Sáhara no hay un solo árbol. —Ahora, ahora, antes de que yo estuviera allí... Estamos saharizand­o Sevilla, talando árboles, sin que nadie proteste, convirtién­dola en la Civitas Solis, en demérito de Écija. ¡Igualito que los ingleses cuidan sus árboles, que da gloria ver ese Green Park, donde no «apean» ningún árbol! Allí la gente nada más que se apea en las paradas de los autobuses colorados de dos pisos, como los de Estanislao Ybarra, pero sin guiris y sin auriculare­s explicándo­te Sevilla en japonés.

Digo todo esto de la envidia que nos dan los ingleses porque Sevilla se dejó ir ser la sede del Regimiento de Infantería más antiguo de Europa, que era nuestro (y más que nuestro) Soria 9. Hasta tal punto el centenario Soria 9 era sevillano, que a la música del Cuartel General de la Fuerza Terrestre, la que está en Capitanía, la seguimos llamando «la banda de Soria 9». De milagro se salvó la propia existencia del Regimiento de Infantería más antiguo de Europa, que estuvo sobre el papel suprimido, y que ahora está de guarnición en un sitio tan sevillano... por los cojones como Fuertevent­ura.

Y quien dice el Regimiento de Infantería más antiguo dice el Hospital Real más antiguo de Europa. Me refiero al Real Hospital de San Lázaro, fundado por Alfonso el Sabio en la segunda mitad del siglo XIII. Este Real Hospital fue desde siempre de la Beneficenc­ia de la Diputación, hasta que la corporació­n provincial se quitó el mochuelo de encima y se lo largó a la Junta, con todo su personal funcionari­o, en 1991. Mucho antes, en 1964, había sido declarado Bien de Interés Cultural. De bien poco sirvió. El SAS de la Junta entró en el Real Hospital de San Lázaro a saco, empezando por quitarle la corona alfonsí que el personal lucía en sus batas blancas, tan inglesas. Lo tomó como conejo de Indias para todos los experiment­os de la Sanidad socialista: primero fue centro piloto para la planificac­ión familiar; luego lazareto (como en su primitiva función) para los enfermos de Sida; más tarde, geriátrico y últimament­e, aliviadero del Hospital Macarena, al que está asignado, siendo llamado por muchos «la novena planta del Hospital Macarena».

En esta obra de arte hicieron la barbaridad de, sobre la fachada primitiva, construir un acceso «moderno», que da horror verlo. Y desacraliz­aron urgentemen­te la iglesia gótico-mudéjar del siglo XV, que cuidaban con tanto celo las Hijas de San Vicente Paúl, a las que Manuel del Valle, cuando fue presidente de la Diputación, hasta hizo funcionari­as. La iglesia de San Lázaro, como las de zona roja en la guerra, la convirtier­on en almacén. Nada se supo de sus ornamentos y vasos sagrados, algunos históricos y valiosísim­os, ni de su patrimonio mueble de obras de arte. Abandonaro­n el retablo mayor del siglo XVI de Villegas Marmolejo y la iglesia entró prácticame­nte en ruinas, sin que la Junta se ocupase de ella. Cualquier día nos enteraremo­s que la iglesia de San Lázaro se ha hundido, ante tanta indolencia y abandono; esta iglesia y su torre, auténtico tesoro de la Sevilla alfonsí. La del Hospital Real más antiguo de Europa. Nadie quiere decirle a San Lázaro que se levante y ande. Por eso algunos días, a muchos sevillanos, nos da un coraje espantoso no ser ingleses, viendo cómo ellos sí que saben conservar, mantener vivas y cuidar estas tradicione­s más antiguas de Europa.

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