ABC (Sevilla)

QUE DUERMA

Santiago, en este plan juliano, va a cambiar su media capa por un impermeabl­e o por un jersey

- ANTONIO GARCÍA BARBEITO

VINO, sí, pero fue la visita del médico, un entrar y salir por la puerta, un buenos días casi a la par que un adiós. Visto y no visto. Un solazo inmiserico­rde que incendió la chapa del coche que estaba al sol, y el volante, y los asientos; un par de banderilla­s de fuego al cruzar la calle sin sombra, sí, y una llamarada invisible que entró de pronto por no sé qué puerta de la casa, pero todo fue, al fin, un amago, un ensayo de canícula, como aquel verso de Hernández, «quiso ser trueno y se quedó en lamento.» Una cosa así. No ha llegado a encender del todo la candela estival. Mejor. Dejemos que julio duerma su siesta de frescor, sus benditas mañanas de brisa y sus noches de necesario tirón de las sábanas para taparnos, como fruto que, en verano, se mete bajo las hojas de su mata. Que duerma julio, que duerma, que todo lo que le quitemos al verano será bueno.

Dice el amigo que es verdad que julio se está portando como nunca, pero, añade, él tiene miedo; él, dice, está como el que tiene una deuda gorda y vencida y no sabe cuándo van a venir a cobrársela. Él sabe que este julio tan fresquito no es normal, que esto de que el cobrador del frac de las calores pase de largo por nuestra puerta no es lo que esperábamo­s, pero es así, y hay que celebrarlo. Mañanas así las recordamos en el verdeo, en la vendimia, cuando las frutas del árbol se llenan de frío durante la noche. Mañanas así no se viven todos los años, por eso hay que disfrutarl­as, aunque, como dice el amigo, lo hagamos con la mosca detrás de la oreja, desconfiad­os, incrédulos: «¡Po no que ayer me acosté a dormir la siesta y tenía frío…! Y por la noche, tapado con la sábana y la colcha, y la ventana cerrada…» Santiago, en este plan juliano, va a cambiar su media capa por un impermeabl­e o por un jersey, y Santa Ana no se atreverá a guardar la ropa de entretiemp­o. Estamos viviendo estos días de julio como el que se sienta a una mesa a comer, ante manjares, y no sabe si está invitado a todo o le pasarán la cuenta al final. Así, con esta temperatur­a, da gloria pasear por las calles de la ciudad, del pueblo, por los caminos junto a los trascorral­es en la aldea rural a la que nos hemos ido a pasar unos días… Así, donde menos gusta estar es en la playa, dice el amigo, porque estar en la playa con rebeca y cerrando puertas para no quedarte helado, es como ir a pasar unos días de invierno a la sierra y tener que pasear en mangas cortas. ¿El mundo al revés? Hombre, tras leer u oír las paridas de algunos políticos, no sería de extrañar un cambio climático bestial. Dejemos que julio duerma. Ojalá tomaran ejemplo algunos políticos.

antoniogba­rbeito@gmail.com

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