EL GREMIO RESUCITA
Entre 2010 y 2013, en los años de plomo de aquella crisis que tardaremos tanto en olvidar aunque digan que está pasada, las artes suntuarias de Sevilla estuvieron a punto de recibir el mayor golpe de su centenaria historia. Lo que no consiguió la peste del siglo XVII, el racionalismo del XVIII o las invasiones y las guerras del XIX y del XX pudo haberlo logrado la guadaña de la depresión económica del XXI que casi acaba de manera dramática con la defunción de una serie de actividades artísticas y económicas inalteradas desde el medievo con raíces en nuestro pasado islámico.
En los años de plomo muchos de estos talleres estuvieron a punto de cerrar por falta de encargos. Otros que intentaban sobrevivir recibieron el mazazo del que todavía no se han recuperado de una autocompetencia desleal ejercida por quienes trabajaban sin tener en cuenta obligaciones fiscales o laborales. Y todos soportando un IVA desmesurado que equiparaba sus productos a los artículos de lujo. Lo que los próceres se han dejado la boca lamentando la cuantía del IVA cultural y ninguno de ellos, en el lamento, se acordó del que sufrían los artistas.
En esto que dicen que es el principio del final de la crisis, los talleres que han aguantado el mayor empellón de la historia pueden presumir de fortaleza. No ha sido fácil, pero quieren que si hay una próxima vez no les coja desprevenidos. Esta razón y otras son las que llevaron a un grupo a resucitar una asociación gremial que esta semana se presentó en el Ayuntamiento con el respaldo del alcalde, el delegado de Fiestas y los portavoces del PP y Ciudadanos. El gremio se erige como defensa pero también como cauce para que los artistas puedan sobrevivir en una economía global. No tantas ciudades pueden presumir de un catálogo de imagineros, bordadores, orfebres, tallistas, carpinteros, cereros, bolilleros, pintores, proyectistas, doradores, batihojas... Sevilla sí presume de ellos. Y cuanto mejor les vaya, mejor le irá a la ciudad.