ABC (Sevilla)

La vida es eso que pasa mientras juegan Isner y Anderson

- FRANCISCO PÉREZ

LA elección de tema para un artículo suele ser para el comentaris­ta deportivo un asunto de mero trámite, porque si no existe ningún asunto especialme­nte destacable, habla por ejemplo de lo que le pasó al bajar a comprar el pan para el almuerzo cuando John Isner y Kevin Anderson empezaban a pelotear en los preámbulos de su semifinal de Wimbledon. No era el caso ayer, porque una noticia despuntaba sobre todas las demás. Tan firme tenía la decisión, que ni siquiera me desconcert­ó el empecinami­ento del vecino del 6B en preguntarm­e quién sería el máximo perjudicad­o por la marcha de Cristiano Ronaldo a Turín: «Pues el cámara de Cuatro, que se apostaba todos los días en la puerta de Valdebebas para sacar al portugués entrando y saliendo en su coche y que se quedó sin trabajo». Ni se me ocurrió que fuera tema de comentario, como sí hubiera ocurrido de inquirirme por las idas de Rubén Castro y de Clément Lenglet, asaz interrogan­te del conserje. El canario, le dije, es una de las trece barras del escudo bético en el siglo XXI, mientras que el francés no ha pasado de ser el código de barras de un gran pelotazo económico. Me gustó eso de las barras y decidí que me llevaría dos de la panadería, algo que recité como un mantra no se me fuera a olvidar sin percatarme de que justo antes de llegar a ella, en la puerta del VAR donde nos van a emborracha­r los mosquetero­s arbitrales de Luis Rubiales en la Liga, estaba el responsabl­e de la ORA para echar unos minutos hablando del nuevo selecciona­dor, un Luis Enrique al que Tassotti con su codazo convirtió en figura de malajismo y amigo del catalanism­o más supremacis­ta. Menos mal que me rescataron los colegas del barrio para tomarnos unas cervezas. Brindamos por el sí de William Carvalho, que nos tenía acongojado­s y de lo otro con su paciencia al escucharse, y echamos unos euros apostando por el nuevo fichaje del Sevilla, si Caleta-Car o Bakayoko o Álex o Campanal II. Y así, hablando de cosas intrascend­entes y no de lo importante, se me olvidó comprar el pan y al volver a casa con el sol ya cuesta abajo, Isner y Anderson (6,35 horas, 24-22 en el quinto set) seguían peloteando. Rafa Nadal y los carbohidra­tos podían esperar.

Rubén es una de las trece barras del escudo bético en el siglo XXI, mientras que Lenglet no ha pasado de ser el código de barras de un gran pelotazo

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