Una de caracoles en las afueras
«Llevan más de 50 años haciendo lo mismo, que siendo poco es mucho: dar de comer y de beber bien a su parroquia»
Alguien me hizo llegar hace unos días la siguiente reflexión: «Anda que no tenía que tener hambre ni ná el primero que se puso a hervir caracoles». Anda que no. ¿Se puede estar mas tieso ya que ese tío? Decía José Pla que la cocina no era otra cosa que el arte de resucitar animales muertos, no de rematarlos. Posiblemente la redención de la miserable circunstancia del humilde caracol, sea la de ser cocido con hierbas y especias para pasar a mejor vida, a su resurrección y engrandecimiento —perol mediante— para disfrute y entretenimiento de los sevillanos.
No quería dejar pasar este cronista tabernícola la temporada sin traer a este recuadro gastronómico algún clásico del gasterópodo molusco —marisco en espiral del tiesoH de los muchos que flanquean el viario hispalense. Para ello nos hemos ido hasta Triana, que a fuer de ser diferente ha terminado por convertirse en un reservorio de las esencias sevillanas junto a las barriadas de los extramuros.
Remesal lleva más de 50 años haciendo lo mismo, que siendo poco es mucho: dar de comer y de beber bien a su parroquia. Antes lo hacía en Rodrigo de Triana y ahora lo hace en la calle Pureza, ahí es nada. El buen aficionado al noble arte de la succión o aspiración bucal del caracol, espera a que sea el momento exacto para acudir, a la hora adecuada, al mostrador de Remesal, solo o en compañía de otros y degustar —preferiblemente en silencio— de un plato de estos bichos con una caña de cerveza. A otras horas que no son, aquello se llena y hasta cuesta trabajo encontrar acomodo —que no asiento— en la misma acera. El de esta casa, suele ser un animal de buen trapío, que en esto de los caracoles tanto importa la cochura como la hechura del individuo. Ni muy grandes ni muy chicos y siempre de cuerpo presente al asomo. Con un ligero toque de ajo que los distingue de otros.
Y como no solo de caracol vive el hombre, aquí puede el lector apreciar una mas que correcta comanda de tapeo clásico trianero: menudo, ensaladilla, croquetas de puchero, solomillo al whisky, pollo frito, etc. y el socorrido serranito. Este que escribe recomienda su pringá y su pollo frito, ambos de notable alto. También, entre la oferta de pescao frito, deben hacer sitio para el bacalao perfectamente dorado.
El servicio es de antiguas maneras: profesional, seco y serio. Con complicidad hacia el feligrés habitual, y respeto y distancia con el forastero. Triana pura.
Y es que el sevillano debe hacer suyo ese refrán de «tío páseme usted el rio» y reencontrarse con los parientes de allende el Betis para hallarse con uno mismo.