LA IGLESIA
EN España cuando hablamos de la Iglesia, nos referimos a la Iglesia Católica. Una institución de dos mil años de antigüedad que fue fundada por Jesucristo y que puso a su cabeza a los 12 apóstoles, aquellos primeros que siguieron a esta persona hebrea, la más escrita y más amada en la historia de la humanidad. La religión cristiana precisamente, tiene en Jesucristo, al centro de su doctrina. Quien le ame y siga sus palabras, vivirá eternamente con Él en la vida que empieza después de la muerte del cuerpo. Esta es una de sus principales promesas y la razón por la que dejó en esta tierra a la Iglesia, para ayudar a los hombres a alcanzar lo que comúnmente llamamos el Cielo o la felicidad eterna.
Es la Iglesia, por tanto, una institución no creada por hombres sino por el mismo Jesucristo, Dios y hombre verdaderos, a los ojos de la fe católica. A la Iglesia pertenecen todos aquellos bautizados, no solo sacerdotes y religiosos. Los sacerdotes o curas —llamados así porque parte de su misión es la cura de almas— son el hilo conductor de los primeros apóstoles que no se ha interrumpido en estos XX siglos de existencia. Como entonces, en la Iglesia se preserva la tradición de los primeros cristianos y la doctrina de Jesucristo. Algo que corresponde a todos los bautizados, aunque sean los descendientes de los apóstoles sus administradores. Doctrina y tradición que no pueden cambiar, aunque sí evolucionar conforme evoluciona el hombre.
Los sacerdotes —algunos llegan a obispos, el mismo ministerio de los apóstoles— viven para los demás católicos y personas sin distinción de raza, sexo o religión. Son personas señaladas por el mismo Jesucristo —eso es la vocación— para servir a los demás y ayudarlos a alcanzar la felicidad en esta vida y en la eterna siguiendo las enseñanzas del primer Maestro. Sin rebajarlas, ni modificarlas a su antojo, ni menos manipularlas. Son personas entregadas de por vida a esta misión y durante todos estos siglos han hecho mucho bien a millones de personas, incluso a costa de su propia vida.
Es una falsedad acusar a la Iglesia del mal proceder de algunos ministros, porque en la Iglesia todo lo que hay es bueno. No tiene más que leer el Evangelio o el Catecismo. Generalmente se la acusa por ignorancia o malicia. Evidentemente, entre los católicos y entre los sacerdotes siempre habrá quien no se comporte con rectitud, porque los hombres y las mujeres no somos perfectos. De hecho, existe en la Iglesia un sacramento —signo sensible instituido por Jesucristo— que es la confesión, por el cual se nos perdonan nuestras faltas e imperfecciones, y se nos da la ayuda para evitarlas en el futuro. Pero si la Iglesia ha permanecido en el tiempo, lo ha hecho a pesar de los hombres y solo porque está sustentada por el mismo que la fundó. Si lo analizan, si lo estudian un poco, verán que la Iglesia ha hecho y sigue haciendo mucho bien, porque no mira a este mundo, sino al venidero, ambos basados en el Amor, con mayúsculas. No hay nada igual.