«Los separatistas catalanes han creado una fantasía y viven en su propio mundo»
John Elliott Historiador El hispanista publica en España «Catalanes y escoceses. Unión y discordia», que analiza semejanzas y diferencias de los dos separatismos
Hartos como estamos todos del conflicto catalán, haríamos bien en leer el nuevo libro que John Elliott (Reading, Inglaterra, 1930) publica en España: «Catalanes y escoceses. Unión y discordia» (Taurus) porque nos regala una perspectiva única, más de cuatro siglos, para entender bien el origen y la naturaleza de las grietas de nuestra convivencia. Una lección de historia alejada de las emociones negativas que algunos quieren alimentar. «Lo que puede hacer un historiador y no un politólogo es dar una larga perspectiva sobre problemas», dice al otro lado del teléfono. —¿No estamos condenados? —No estáis condenados a la disgregación, pero hace falta inteligencia, empatía y paciencia. —Empatía y paciencia con este tema hay ya poca, pero ¿inteligencia? —Depende del liderazgo actual de los políticos y de esas personas que no están en este mundo, sino que viven en el mundo irreal inventado por el separatismo. —En el origen pone la Monarquía compuesta (lo fueron tanto España como Gran Bretaña) que respetaba costumbres, lenguas y leyes de territorios incorporados. —La ventaja era reconocer abierta o tácitamente el pluralismo de estas naciones. Pero todo dependía de un diálogo permanente entre las élites y el Gobierno central, que es el principio de la comprensión mutua. —Y en el XIX el diálogo se extiende a capas mayores de la sociedad. —Hay enormes cambios, el diálogo incluye a las clases profesionales, la nueva burguesía, tanto en Cataluña como Escocia, son gente de ese «doble patriotismo» del que habla Josep María Fradera: son y se sienten al mismo tiempo catalanes y españoles, escoceses y británicos. Ambas lealtades son perfectamente compatibles. Lo que hay que investigar es por qué en algún momento eso terminó. Cuando uno empieza a pensar en el socio como «el otro» vienen los problemas. —Hoy dicen que la tensión de origen por la pluralidad es culpable: España contra Cataluña. —La manipulación y la deformación de la historia es la que ha causado tantos problemas. Toda historia nacional es selectiva y debe serlo para dar coherencia a una sociedad, pero si se manipula demasiado, como ocurrió con la rendición de Barcelona de 1714, o con la rebelión de los Catalanes de 1640, se hace para diferenciar de forma absurda entre un Estado como construcción artificial y una nación como algo orgánico. Si empiezas a pensar así, entre la nación catalana y el Estado artificial que es España, hay ruptura y alimentas el victimismo, que ha tenido muchísimo más peso en la sociedad catalana que en la escocesa, pienso yo. —Pero hay más diferencias, Cataluña ha mostrado voluntad de romper el marco legal. —La Constitución 1978 es una gran Constitución pero no deja mucho cauce. Nosotros no tenemos Constitución fija y por tanto hay más flexibilidad. Los conflictos pueden resolverse en del sistema británico con un referéndum. —Señala usted que Cataluña aprovechó instrumentos del autogobierno para su construcción nacional. —Desde 1980, Jordi Pujol y sus sucesores emprendieron la política de catalanización, que se puede entender en referencia a la represión de la dictadura de Franco. Pero han aprovechado para imponer una agenda que no es la agenda de todos los catalanes. El resultado es la polarización, que afecta a toda España. —¿Cataluña está cambiando a peor? —Lo que más siento es ver el ensimismamiento de una sociedad que tenía horizontes bastante amplios y que ha pasado las mejores décadas de su historia entre 1978 y el colapso económico de 2008. Años felices y prósperos de una Cataluña que tenía en su mente el mundo y ahora han estrechado sus horizontes. Los separatistas quieren hablar en nombre de todos los catalanes y han creado un ambiente de tensión, fricción y últimamente intimidación. Es preocupante para quienes amamos Cataluña y España. Para ser honesto, tenía que poner en el libro mis puntos de vista. —Su perspectiva es única. Dice que toda nación derecho a sus símbolos pero en España hay quien ve sospechoso reivindicar la bandera de todos... —Es un disparate y una manipulación absurda, pero como han dicho Álvarez Junco y otros, no se ha conseguido crear un nacionalismo español que no sea hasta cierto punto regresivo en comparación con los cambios sociales y políticos. La Constitución del 78 reconoce la pluralidad y la diversidad de los pueblos de España y la presenta como enriquecedora, que es lo que es. Pero no se ha implementado esa visión en España. Hay una rama de ese nacionalismo que es autoritaria, centralizante y temerosa de la diversidad. —España cree que ha cedido bastante. —Cuando la razón falla, como en estos últimos años, los separatistas crean su fantasía y viven en su propio mundo. Es el resultado de una historia de victimismos y también de la prevalencia de la emoción sobre la razón. —Los Gobiernos de izquierda nunca han puesto acento en un patriotismo español democrático. —Estoy de acuerdo. —Ante la campaña internacional de imagen contra España, ¿qué opina de la respuesta del Gobierno? —Ha sido patética. La campaña de la Generalitat fue muy astuta y ha impuesto en el mundo su percepción de España. Por eso era tan importante presentar la verdad y decirle al mundo que la España de la Constitución no es ni mucho menos la España de Franco. Ha sido patético, da la impresión de que sencillamente no hubo dinero para presentar el argumento contrario. Fallaron. El enfoque del PP fue demasiado judicial y no percibieron las repercusiones que tendría la campaña. —Hay varias generaciones de catalanes educadas en el desafecto. ¿Debe haber más control de la educación? —Nunca he entendido lo que ocurre con los libros de texto en las escuelas, ni el control de los medios públicos por la Generalitat. Hay mucha gente que ha comprado el argumento de que Cataluña es una nación orgánica y el España es un ente artificial. Se han convencido de ese argumento sin ver que son construcciones ambas. —Acaba su libro con Jefferson, que advierte del elevado precio de la ruptura si se toma a la ligera. —No va a haber ruptura, es política y constitucionalmente imposible. Europa no aceptará un estado independiente nuevo que está en contra de la construcción de su país. Ni un separatismo que no está autorizado por el Gobierno central. No tiene futuro en Europa. —Salvo que Europa se rompa. Usted habla desde un país que se va. —Si empieza... volveríamos a una Europa medieval en cuanto a las entidades políticas, sin relevancia en el mundo. Estamos viviendo en un mundo globalizado, todos somos interdependientes. Además, mire: la Unión Europea es otro tipo de Monarquía compuesta. Que los catalanes quieran entrar en esta construcción prescindiendo de España es políticamente imposible.
Tras el 1-O «La respuesta del Gobierno a la astuta campaña de imagen de la Generalitat fue patética»