MALOS TIEMPOS PARA LA LÍRICA
Las campañas electorales suelen mostrar la peor cara de las formaciones políticas, su rostro más descarnado y demagógico y sus peores instintos
Hace unos días me encontré con un viejo amigo socialista. Estaba preocupado por la radicalización de la política española que invade progresivamente todos los ámbitos de nuestra vida. — Hasta algunos de mis compañeros de colegio, amigos de toda la vida por encima de nuestras diferencias ideológicas, me han retirado el saludo.
Se quejaba del encanallamiento de la nueva política, que ha impulsado a los cargos de relevancia a los más mediocres y ha arrinconado la moderación mientras ensalza los discursos más exaltados.
—Desde ABC tenéis que hacer algo para contribuir a que no se abandonen los valores que nos dimos los españoles en 1978 para convivir en paz y en libertad.
Me acordaba de los deseos de mi viejo amigo en esta semana de traca en la que la visita de Pablo Iglesias en la cárcel a Junqueras para negociar los presupuestos de España ha simbolizado la apoteosis del populismo antidemocrático. También me acordaba de mi viejo amigo a propósito de la virulenta polémica suscitada por unas declaraciones de la ex ministra García Tejerina sobre la formación de los niños andaluces, más deficiente que en Castilla y León. La ex ministra ha sido inoportuna en su desafortunada declaración pese a que lo dicho encierra un fondo de verdad que atestigua cada informe PISA que se publica: los estudiantes de Secundaria de Castilla y León son los más preparados de España y los de Andalucía están entre los que menos. A Tejerina y, por extensión a todo el PP, se le ha hecho un juicio sumarísimo en el que se les condena por insultar y despreciar a los andaluces, que por lo visto sólo son los que gobiernan y sus simpatizantes. Cuando los símbolos, las banderas y el sentido de pertenencia a la tribu o a la casta sustituyen al debate político no cabe esperar nada bueno.
Las campañas electorales suelen mostrar la peor cara de las formaciones políticas, su rostro más descarnado y demagógico y sus peores instintos. El clima que se vive en España tras la crisis, la irrupción de Podemos, el desafío catalán y la moción de censura ha avivado los rencores y el sectarismo hasta extremos que no se recordaban.
Lo peor, dice mi viejo amigo, es que cuando los enfrentamientos se agrían y se hinchan tanto tardan mucho tiempo en reducirse y sus efectos quedan latentes. Prefiero no recordarle que aún no hemos empezado la campaña electoral previa a la cita con las urnas del 2 de diciembre. Y luego vendrán las municipales, las europeas y las generales, lo que unido a la insólita actualidad, Cataluña, los primeros síntomas de desaceleración económica y la persistencia de la corrupción garantiza la crispación al menos durante los próximos meses. Sólo nos queda resistir con la cabeza fría, con los valores de cada uno. Mantener las ambiciones legítimas desde el respeto a los adversarios y con la aspiración de la convivencia en paz y en libertad como valor supremo. @aybarrapacheco