ABC (Sevilla)

Las pesquisas no acreditan la implicació­n del falso cura

- I. VEGA

Pero el indicio más llamativo son los mensajes con detalles de la operación que el exministro envió a su número 2, el secretario de Estado Francisco Martínez, y que él consignó ante notario cuando Fernández Díaz se desmarcó del caso ante la Prensa. Le informó, por ejemplo, de quién sería el confidente al inicio de Kitchen. Martínez lleva meses imputado pero no ha llegado a declarar. El juez le ha citado la víspera de Fernández Díaz, el 29 de octubre, pues ha manifestad­o su intención de contarlo «todo», en público y en privado.

Ese chat no era el único que guardaba su teléfono y que ahora está en poder de los investigad­ores. Sus «desahogos» con allegados han motivado que el instructor llame como testigos a tres personas que trabajaron con él y con quienes, una vez fuera del ministerio y con el escándalo en la prensa, compartió impresione­s como que la «frase favorita» de Fernández Díaz es «yo no sé nada». «Estuvimos en una piscina de tiburones», comentó a otro de esos contactos citados a partir del 22 de octubre. Hay un cuarto testigo con un perfil peculiar porque indirectam­ente, es el causante de la imputación de Fernández Díaz. Se trata de Silverio Nieto, un sacerdote muy próximo tanto al exministro como a Martínez y al también investigad­o comisario Enrique García Castaño, que viene tirando de la manta.

Fue él quien en una declaració­n, mostró a los fiscales un whatsapp de su amigo Nieto, en teoría procedente de Martínez. El exsecretar­io de Estado avisaba de que tenía en actas notariales los SMS de Fernández Díaz y tendría que utilizarla­s si le citaban a declarar. Era una pista. Tras comprobar la existencia de esas actas, el juez acordó la entrada y registro en casa de Martínez y se acabaron llevando tanto los mensajes del exministro como el contenido de su móvil, que guardaba mucha informació­n sobre la recta final de la Operación Kitchen. Fue justo antes del Estado de Alarma. Con el inicio del nuevo curso, los fiscales pidieron la imputación.

Las diligencia­s desplegada­s en el caso Villarejo para esclarecer, si como se sospechaba, el asalto a la vivienda de Luis Bárcenas a cargo de un individuo disfrazado de sacerdote era parte de l a operación Kitchen no han conseguido acreditar este extremo, según informan a ABC fuentes jurídicas.

El suceso se produjo el 23 de octubre de 2013, cuando el despliegue parapolici­al para recuperar documentac­ión compromete­dora del PP que pudiera conservar Bárcenas ya estaba en marcha. Enrique Olivares, vestido con un alzacuello­s, consiguió que le dejasen entrar aduciendo que acudía enviado por Institucio­nes Penitencia­rias para hablar de su salida en libertad. Una vez dentro, pistola en mano, maniató a la esposa del tesorero, Rosalía Iglesias, al hijo de ambos y a la empleada de hogar, Victoria Feliz de la Cruz, reclamándo­les la ubicación de los supuestos papeles del tesorero. Sin embargo, el joven Willy Bárcenas se desató y consiguió re

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