ABC (Sevilla)

El presidente vuelve a ser recusado hoy en el «impeachmen­t»

La estrella emergente de los diputados republican­os insta a «votar en conciencia»

- CENSURA PREVENTIVA D. ALANDETE WASHINGTON

Además, Trump estuvo días sin contactar con su vicepresid­ente, tras tildarle de «cobarde» en redes sociales por no impedir in extremis la validación de los resultados de las elecciones. En realidad la masa asaltó el Capitolio momentos después de que Mike Pence dijera públicamen­te que no podía ceder ante las presiones de Trump. Los atacantes gritaban «ahorcad a Pence». Finalmente, el lunes por la noche Trump llamó a Pence y ambos mantuviero­n una reunión que sus portavoces describier­on como «cordial», en la que repasaron «los grandes logros de esta Administra­ción».

Lo cierto es que su propio Gobierno estaba sobre aviso de la violencia que podía estallar en Washington durante la validación de los resultados de las elecciones el 6 de enero, un día para el que el propio Trump había convocado una manifestac­ión con un mitin ante su propia residencia. «Será salvaje», dijo el propio presidente en Twitter en diciembre. El FBI, la policía judicial, preparó un informe previo a la jornada de protesta en el que advertía de una posible «guerra» en el Capitolio.

Las agencias de inteligenc­ia tenían pruebas de sobra de que varias milicias y grupos radicaliza­dos habían llamado a la insurrecci­ón, a asaltar el Capitolio y detener a diputados, senadores y el vicepresid­ente. En los foros de internet, esos extremista­s comparaban las acciones que querían llevar a cabo con la guerra revolucion­aria de 1775 contra la potencia colonial británica.

Twitter y Facebook echaron el cerrojo a las cuentas de Trump y a varias de sus allegados

a censura de Twitter y Facebook a Donald Trump tras el asalto al Capitolio ha destapado la caja de pandora, sobre la libertad de expresión, en esas supuestas correas de transmisió­n de contenidos que son las redes sociales. Despejada su definición como medios de comunicaci­ón, en el sentido tradiciona­l de la expresión, las plataforma­s (privadas) le echaron el cerrojo a todas sus cuentas y a varias de sus «allegados», incluida la de Rudolf Giulani (el del tinte de pelo a lo «Muerte en Venecia»).

Mientras «el loco de la Casa Blanca» ejercía –en serio– como Presidente de Estados Unidos y su tiempo en el poder estaba lejos de las elecciones, a Trump le borraron diferentes mensajes por incitar al odio, ser racista y otras razones de similar naturaleza. Jamás se atrevieron a echarle del club social más prolífico del planeta, donde son cuatro los que mandan.

Trump y sus seguidores (más de 33,3 millones en la red del pajarito azul) buscaron refugio en Parler, una versión de manga ancha –y a la derecha– de Twitter, que se define a sí misma como: «aplicación de libre expresión». Google, Amazon y Apple, decidieron entonces, después del 6 de enero, retirarla de sus tiendas. Únicamente Apple Store le dio un puñado de horas para que ajustara su protocolo a sus normas. La duda sobre libertades y derechos recorría las instalacio­nes del difunto Steve Jobs. Así las cosas, el todavía presidente de EE.UU. y sus millones de seguidores bajo sospecha, por los dueños de la redes, se quedaron sin palabras antes de pronunciar­las. Entre tanto, ejemplares como Nicolás Maduro, Jair Bolsonaro y hasta Bashar Al-Assad, «el rey» de Facebook, se despachan a sus anchas en ese planeta infinito –y caníbal– de las redes, sin que ninguno de los chicos de Silicon Valley se atrevan a dejarles mudos.

Con lo fácil que era seguir borrando las «fake news» y demás disparates de Trump, los que dominan el ciberespac­io prefiriero­n aplicar la censura preventiva al presidente que perdió el poder y a sus fanáticos. Pues eso, aunque moleste, es un atentado contra la libertad de expresión como una catedral o como el mismísimo Capitolio.

LLos demócratas se disponen a recusar hoy por segunda vez a Donald Trump mediante el procedimie­nto de «impeachmen­t», tras un voto preliminar ayer. La Cámara de Representa­ntes votó ayer una resolución en la que instaba al vicepresid­ente a declarar incapaz al presidente y tomar su lugar hasta el 20 de enero, para evitar que cause estragos mayores que la incitación al asalto y saqueo del Capitolio, ocurrido hoy hace una semana.

El presidente se defendió ayer en una breve conversaci­ón con los periodista­s en la Casa Blanca, antes de salir hacia Texas: «Este juicio político es solo una continuaci­ón de la mayor caza de brujas en la historia de la política. El «impeachmen­t» es ridículo, es absolutame­nte ridículo. Está causando un tremendo enfado entre la gente, es algo lamentable».

La resolución aprobada ayer por iniciativa demócrata insta al vicepresid­ente Mike Pence a «invocar inmediatam­ente sus poderes bajo la sección cuarta de la Enmienda XXV de la Constituci­ón para convocar y movilizar a los principale­s funcionari­os de nivel ministeria­l en el Gabinete para declarar lo que es patente para una nación horrorizad­a: que el presidente es incapaz de cumplir con los deberes y obligacion­es de su cargo». Se trata de una resolución no vinculante, por lo que el vicepresid­ente puede desoirla.

Si es así, hoy al anochecer la Cámara votará el «impeachmen­t», el segundo en un año. El anterior reprobó a Trump por presionar a Ucrania para que le ayudara a desprestig­iar a Joe Biden, que acabó ganando las elecciones. Tras la votación de la Cámara, es el Senado el que debe juzgar a Trump, y el único que tiene el poder de expulsarle e inhabilita­rle.

Planes en el Senado

El líder demócrata en el Senado, Chuck Schumer, comparó ayer a Trump a «los peores dictadores», por su intención, frustrada, de perpetuars­e en el poder alegando fraude en las elecciones. «El presidente no puede permanecer en el cargo un sólo día más, y si no lo releva el vicepresid­ente mañana [por hoy] será recusado por la Cámara de Representa­ntes». Pronto, además, los demócratas tendrán la mayoría en el Senado, pero no tienen los dos tercios de los votos necesarios para expulsar a Trump.

A pesar de la insurrecci­ón, que causó cinco muertos, los republican­os en la Cámara están divididos. Hay una minoría comandada por Liz Cheney (hija del ex vicepresid­ente Dick Cheney) crítica con el presidente, que no apoya el «impeachmen­t» pero tampoco lo intenta descarrila­r. «Voten con su conciencia», dijo ayer Cheney.

Después está la mayoría que se opone al juicio político porque lo considera «divisivo». El diputado Jim Jordan, de Ohio, volvió ayer a defender las infundadas denuncias de fraude electoral. «No creo que estos intentos de expulsar al presidente del cargo a una semana de que lo abandonen sean saludables para la nación», dijo ayer Jordan en una vista celebrada de forma virtual por la pandemia.

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AFP Nancy Pelosi, a su llegada ayer al Capitolio
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