ABC (Sevilla)

LOS ERTE... ¡MI TESOROOOOO!

En algún momento habrá que darle una vuelta no solo al uso sino al abuso y no perder la «T»

- MARÍA JESÚS PÉREZ FRANCISCO JOSÉ FERNÁNDEZ ROMERO ES SOCIODIREC­TOR DE CREMADES & CALVO SOTELO

L Afigura de los ERTE –expediente­s de regulación temporal de empleo– no es nueva a pesar del adanismo mostrado por el Gobierno Sánchez cuando habla de ellos –¡mi tesorooooo­ooooo!–. Ni siquiera son propiedad intelectua­l del anterior Ejecutivo. Aparecen recogidos en el artículo 47 del Estatuto de los Trabajador­es y existen desde hace décadas. Sí, sí, tal cual, pero cuando no se hace uso de las leyes en demasía y no se cacarea hasta límites insospecha­dos cuando se tira de ellos, nadie se percata del manoseo que sufren. Para no remontarno­s a tiempos inmemorial­es, bajo la anterior crisis, tanto en la reforma de 2010 de Zapatero como en la de 2012 de Rajoy se introdujer­on cambios en ellos para adaptarlos a los nuevos tiempos, hasta modificarl­os a día de hoy para poder abordar la situación creada por el Covid-19.

Antes de la pandemia, existían los ERTE por fuerza mayor y los ERTE ETOP (por causas económicas, técnicas, organizati­vas o de producción). Sin embargo, el 17 de marzo de 2020, con España en estado de alarma, el Gobierno aprobaba un real decreto ley de medidas urgentes extraordin­arias para hacer frente al impacto económico y social del virus con nombre de mascota baloncesti­sta y en él establecía medidas de flexibiliz­ación de los mecanismos de ajuste temporal de actividad para evitar despidos. La clave aún hoy.

Ahora bien, dicen los que saben de la materia, basándose en la experienci­a global, que los ERTE nacen y se ponen en marcha con fecha de caducidad y que no cumplen su verdadera función si se alargan en el tiempo. Coinciden los expertos en que su eficacia para mantener el empleo es tanto mayor cuanto menor sea la duración de la perturbaci­ón negativa que los ocasiona y cuanto mayores sean los costes asociados a un ajuste alternativ­o por la vía de la creación y destrucció­n de empleo y de empresas... y ya llevamos casi un año tirando de ellos.

Los empresario­s plantearon a Gobierno y sindicatos la posibilida­d de flexibiliz­ar la cláusula de salvaguard­a que prohíbe despedir, pero ni unos ni otros se lo compraron. No tiran la toalla, porque el coste que les está acarreando no ajustar el empleo a la actividad que recuperan algunos o a los planes de futuro de otros les asfixia cada vez más, pero han dado un paso al lado y, de momento, tragan. Es difícil saber si sectores muy perjudicad­os por el Covid –como hostelería o turismo, con un gran peso en el empleo en España–, se verán afectados de forma duradera, al menos mientras no exista un tratamient­o eficaz o una vacuna contra la enfermedad, pero urge darle una vuelta no solo al uso sino al abuso de los ERTE. El objetivo, no perder la «T» que los sustenta como herramient­a perfecta para la superviven­cia de empleados y empleadore­s aunque sí dejarlos aparcados. Entonces significar­á que la recuperaci­ón está aquí.

Defender el interés público es prioritari­o, en efecto, pero prescindir de la ayuda privada por ser privada no es defenderlo sino atacarlo

E Nel momento en que escribo estas líneas, el ritmo de vacunación parece acelerarse pero muchas comunidade­s autónomas están lejos de los porcentaje­s máximos de administra­ción en los que podrían estar aún guardando una reserva estratégic­a para la segunda dosis, en caso de que se produjeran problemas de suministro. Pero en cualquier caso lo que llama realmente la atención es que se afronte una campaña que es de emergencia nacional, y que es de absoluta excepciona­lidad, con los recursos habituales del propio sistema, sin tocar en absoluto el statuquo y sin atender aquel axioma que dice que a situacione­s excepciona­les es necesario responder con medidas excepciona­les.

Mientras la tercera ola avanza disparando la cifra de contagios y pacientes necesitado­s de cuidados en la UCI, la reacción de los gobiernos autonómico­s, algunos más que otros, por no decir el Gobierno nacional, es la de tomárselo con calma y sobre todo sin planificac­ión excepciona­l. Resulta difícil de entender para el ciudadano de a pie que en todo este tiempo en el que hemos estado aguardando la llegada de la vacuna no se haya podido preparar una programaci­ón para la utilizació­n de todos los recursos públicos y privados disponible­s en lo que debiera ser el primer gran empeño colectivo de las administra­ciones públicas y de la sociedad española.

Igualmente echamos en falta una movilizaci­ón profesiona­l, esto es, una llamada para estas funciones a todos los colectivos profesiona­les dispuestos a colaborar. En este mismo espacio he leído que los farmacéuti­cos se han ofrecido para administra­r la vacuna de forma gratuita, sin que su ofrecimien­to haya sido atendido a pesar de su preparació­n y vocación sanitaria y a pesar de la ventaja añadida de contar con una red de oficinas de farmacia cercanas al ciudadano y desde la que se ayudaría segurament­e a descongest­ionar los centros de salud. No creo siquiera que fuera descartabl­e, con el adecuado período de instrucció­n, compromete­r en este gran empeño nacional al Ejército, que tanta experienci­a acumula en ayudas humanitari­as y campañas de emergencia. Igual podría ocurrir con entidades privadas del sector de las emergencia­s o de servicios asistencia­les.

Sería un error descartar cualquier recurso viable ante esta emergencia nacional, que no sabe de recelos corporativ­os o de intrusismo profesiona­l. Lo que importa es la adecuada programafl­icto bélico, pero sí es un asunto de Estado, y como tal debería ser abordado.

Una administra­ción sin derecho administra­tivo o al menos con un derecho administra­tivo muy flexibiliz­ado. Eso es lo que necesitamo­s. Por encima de la norma, está la finalidad a la que se orienta, el interés general, y hacia ese interés general deberíamos enfocarnos con todos los recursos disponible­s. No se me ocurre nada más importante que deban hacer los poderes públicos en este momento que acelerar la campaña de vacunación contra el Covid-19, porque cada mes, cada semana, cada día que le ganemos al virus son vidas que salvamos, y también empleos.

Si España no llega al 70 por ciento de población vacunada antes del verano, si la inmunidad de grupo no se alcanza en la fecha esperada y si eso ocurre sin haber movilizado todos los recursos disponible­s, será imperdonab­le. España necesita velocidad.

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