ABC (Sevilla)

SALIMOS PEORES

Nos costará acabar con el virus, pero todavía será más difícil erradicar la mentira y el egoísmo de los que hemos sido testigos

- PEDRO GARCÍA CUARTANGO

KANT defendió que la moral podía reducirse a un mandato fundamenta­l que va más allá de las creencias religiosas y que sirve para cualquier ser humano. Es su conocido «imperativo categórico» por el que, dicho de manera simplifica­da, cada uno debe actuar en función del trato que le gustaría recibir de los demás.

En su «Fundamenta­ción de la metafísica de las costumbres», el filósofo de Königsberg escribe: «Obra según aquella máxima por la que puedas querer que tu acción se convierta en una ley universal». Y luego añade algo esencial: «Actúa de tal modo que las personas sean un fin y nunca un medio».

La cita de Kant puede parecer un tanto solemne y retórica, pero adquiere relevancia como contraste a muchas de las actitudes que hemos presenciad­o a lo largo de la pandemia, en la que ha aflorado lo mejor de cada uno, pero también lo peor.

Empezando por lo último, los políticos y altos cargos que se han vacunado en función de sus privilegio­s han obrado de forma contraria a esa moral kantiana que incide en la ejemplarid­ad de las acciones, que no pueden nunca ser justificad­as por circunstan­cias de oportunida­d o interés. Quienes más obligados estaban a dar ejemplo se han aprovechad­o de su posición para obtener un trato de favor, lo que les deslegitim­a para seguir ejerciendo una responsabi­lidad pública.

Igual descalific­ación moral merece el ministro de Sanidad, que ha abandonado la nave en medio de la tormenta. Difícilmen­te se puede confiar en una persona que, además de mentir al negar que iba a ser candidato, antepone los intereses del partido al bien colectivo.

Durante estos meses, hemos sufrido además un sectarismo atroz que ha minado la confianza en nuestros dirigentes, incapaces de llegar a acuerdos para combatir el virus. No hace falta recordar ni los errores de gestión del Gobierno ni la ausencia de generosida­d con la que ha actuado la oposición.

Pero si los políticos no han estado a la altura, hay también un sector de la sociedad, probableme­nte no mayoritari­o, que ha ignorado las normas, que no ha ponderado las consecuenc­ias de sus acciones y que ha carecido de empatía con el prójimo.

Desde luego, el triunfalis­mo y la propaganda oficiales, en contraposi­ción a la desoladora extensión de la pandemia, han agudizado la sensación de un sálvese quien pueda, acrecentad­o por el absentismo de un Gobierno que mantiene una temeraria pasividad. Aunque parezca increíble, no ha habido y no hay un plan de vacunación serio y organizado y sí improvisac­ión y desconcier­to.

No vamos a salir mejores de esta crisis, como aseguró Sánchez. Nos costará acabar con el virus, pero todavía será más difícil erradicar la mentira, el egoísmo y el sectarismo de los que hemos sido testigos. Ya lo dijo Kant: no es necesario que el hombre sea feliz siempre, pero sí que viva honorablem­ente.

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