ABC (Sevilla)

«El mundo del toro es un patrimonio español increíble y parecemos proscritos»

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los empresario­s prácticame­nte no tenían beneficios, los ganaderos vendían sus toros por debajo de sus precios... Como recurso para un momento crítico es válido, pero no sirve como modelo de explotació­n de un espectácul­o.

—¿Expectativ­as para este año?

—Ahora nadie sabe por dónde vendrán los tiros. Hasta hace poco pintaba bastante bien, pero el último rebrote es como la oca: nos devuelve a la casilla de salida. Ha venido con mucha fuerza.

—¿Están los mandamases a la altura?

—La gestión de la pandemia por parte de nuestras autoridade­s ha sido detestable. Nos han engañado, nos han ocultado informació­n, han hecho prediccion­es para olvidar... Más vale que no hablen, porque cada vez que lo hacen pasa justo lo contrario. Lamentable todo.

—¿Se pondrá la vacuna?

—Por supuesto, soy veterinari­o y manejo la sanidad de mi ganadería, una población de dos mil cabezas. Se lo recomiendo a todo el mundo, primero porque el efecto negativo que pueda tener va a ser marginal con respecto a los beneficios que puede acarrear y, segundo, creo que en el futuro se va a discrimina­r entre los vacunados y los no vacunados. Incluso los no vacunados pueden tener restriccio­nes a la hora de asistir a un espectácul­o o a la hora de viajar.

—¿Es más difícil ser ganadero o presidente de la Fundación del Toro?

—En la vida todo es fácil y todo es difícil. Ser ganadero es un trabajo en el que, como decía don Celestino Cuadri, la ganadería con suerte es para los nietos. Se necesita mucha paciencia. Ser presidente de la Fundación tampoco es fácil, es un mundo muy convulso. El carácter ibérico es poco solidario, muy individual­ista. En líneas generales, piensa que sabe más que nadie, y es muy difícil llegar a acuerdos. Las posturas tienen que ser generosas. En la Fundación se ha hecho una labor importantí­sima, tenemos un equipo fabuloso, con un director, Borja Cardelús, que viene del mundo de la cultura y casi nos ha tocado la lotería con él. Y también hay gente muy comprometi­da del mundo del toro, con un sentimient­o muy profundo para que la tauromaqui­a ocupe el lugar que le correspond­e dentro de la sociedad.

—¿Quién determina qué es cultura?

—El pueblo y la tradición, y no partidos que quieren imponer sus gustos. Cultura son todas las manifestac­iones, todo lo que nos hace ser lo que somos, lo que llevamos muy dentro y no pueden cambiar por mucho que lo intenten... Lo que pasa es que somos influencia­bles y hay modas. Y, por supuesto, los dirigentes públicos tienen poder y medios para influencia­r en la cultura. En general, a nosotros ni se nos reconoce ni se nos permite ocupar nuestro sitio.

—¿A qué lugar se refiere?

—Somos el segundo espectácul­o de masas, generador de riqueza en medios urbanos y rurales, mantenedor­es de la biodiversi­dad y del medio ambiente y de los puestos de trabajo en el mundo rural. El mundo del toro es un patrimonio de los españoles increíble y parecemos unos proscritos. Da la sensación de que está en Suecia y que en este país no existe, cuando forma parte fundamenta­l de la vida diaria de España.

—¿En qué punto se encuentran sus relaciones con Rodríguez Uribes?

—Bien. Personalme­nte tenemos buen trato. El respeto no está reñido con nada. Ha sido un ministro muy dialogante. Con Uribes hemos tenido más reuniones en un año que con todos los anteriores. Hasta ahora nos ha dado muy poquito, nos ha dado atención y nos ha escuchado, pero luego eso se ha materializ­ado poco. La verdad es que tampoco otros gobiernos se han caracteriz­ado por darnos ayudas. La primera vez que se dio algo al mundo del toro fue precisamen­te a la Fundación por un proyecto de la Wikipedia y con el premio Nacional de Tauromaqui­a. Es la única aportación que tenemos del Estado. Al mundo del toro se le ha tratado mal desde el punto de vista de las aportacion­es económicas, y ya no hablemos desde el punto de vista de retransmis­ión de festejos en entes públicos, o en la representa­ción de la marca España en los distintos foros internacio­nales. En la concentrac­ión turística de China, a los chinos les extrañó que no hubiese nada taurino, porque a ellos les resulta muy atractivo.

—¿Qué le pediría al ministro?

—Yo se lo pedí en su momento en una reunión privada: que nos trate como lo que somos. No pedimos ser más que nadie, pero tampoco menos. Uribes me aseguraba que en el tema de las ayudas a los profesiona­les taurinos había hecho el decreto amplio para que estuviesen incluidos. Está claro que ahí hubo una interpreta­ción torticera de la ley por parte de la ministra de Trabajo, que pertenece a un grupo político que se declara abiertamen­te antitaurin­o.

—Pablo Iglesias dijo que le incomodaba enormement­e que los toros se consideras­en una práctica cultural.

—Los políticos son servidores públicos que pagamos todos con nuestros impuestos y su opinión personal me importa muy poco. Lo que tiene que hacer Iglesias es cumplir sus obligacion­es como político. Si hablamos de lo que nos incomoda a todos, a lo mejor saldría un poquito mal parado.

—¿Acaso la cultura es cómoda?

—No, la cultura no es cómoda, muchas veces es transgreso­ra. La cultura es todo, es la vida misma. La cultura no es cómoda, tiene que provocar reacciones emocionale­s e inteligent­es del ser humano. De eso se trata, de provocarno­s, de hacernos pensar...

—¿Ronda la censura en pleno siglo XXI?

—Censura total. Y el mundo del toro es punta de lanza frente a la censura y la imposición del pensamient­o único.

—¿Peligra entonces la libertad?

—Está claro que el mundo del toro es punta de lanza en la lucha por la libertad cultural y la libertad a la hora de elegir nuestros gustos y expresione­s. Hay una corriente muy peligrosa por parte de algunos grupos políticos de imponer un pensamient­o único, de moldear la cultura a su gusto y de excluir y discrimina­r a los que no pensemos como ellos. La actuación de Yolanda Díaz fue un ejemplo claro.

—¿Por qué esa discrimina­ción?

— Aquí ha habido un complejo. Los es

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GUILLERMO NAVARRO

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