El entorno de Trump apunta a que podría impulsar su propio partido
Una delegación de la Cámara Baja presentó anoche en el Senado el texto del «impeachment», que de prosperar le inhabilitaría para cargos públicos
« Volveré de una u otra manera». Así fue la despedida de Donald Trump desde la base aérea de Andrews el pasado miércoles, poco después de abandonar la Casa Blanca. Trump desaparecía después en las tripas del Air Force One rumbo a su residencia en Florida.
Es evidente que con el vuelo del avión presidencial hacia el Sur no se iba el trumpismo, bien calado en el electorado republicano. Y que Trump no se diluirá entre las hordas de jubilados que juegan al golf en Palm Beach. El expresidente no tendrá que volver porque no se ha ido, y su objetivo, como dejó claro durante su cruzada contra lo que él llamó el robo electoral, es mantener el poder. «De una u otra manera».
La más agresiva sería con un nuevo partido. Trump ha amenazado con ello como un aviso a navegantes a los republicanos, según «The Washington Post». El expresidente ha gozado de mucha popularidad entre el electorado conservador y una gran mayoría –casi el 80% de los votantes del partido– le ha comprado su teoría de que Biden no es un presidente legítimo. Tras el asalto al Capitolio por una turba de seguidores que él mismo alentó, seis de cada diez republicanos creen que el partido debe permanecer bajo su liderazgo, en lugar de tomar un nuevo rumbo, según una encuesta de «The Washington Post»/ABC News.
Ese apoyo es el músculo que presentará Trump ante un partido que corre el riesgo de dividirse entre el populismo trumpista y el republicanismo convencional. La batalla del expresidente contra los resultados de las urnas, culminada con el asalto a la sede de la soberanía popular, unido a la realidad de que Trump no seguiría en la Casa Blanca, provocó que algunos pesos pesados republicanos en Washington empezaran a darle la espalda. Entre ellos, el de más poder, Mitch McConnell, líder republicano en el Senado, que se negó a seguir la pelea contra la certificación de los resultados de las urnas en el Congreso. El bochorno y la tragedia del Capitolio desató nuevas críticas contra Trump desde dentro. Por ejemplo, la de Kevin McCarthy, líder republicano en la Cámara de Representantes.
Pero la rebelión contra Trump entre los republicanos está muy lejos de probarse como suficiente. Tras el episodio del Capitolio, el polvo levantado se ha asentado y la posición de Trump no parece debilitada en exceso. Los demócratas impulsaron un nuevo impeachment o juicio político contra el expresidente. Solo diez de los 211 republicanos de la Cámara Baja votó a favor. Ahora Trump y sus aliados en el partido y en los medios han iniciado una campaña para cobrarse venganza con esos diputados. Los diez rebeldes ya tienen contrincantes dentro del partido que les desafiarán el escaño en primarias para las elecciones de 2022 y lo harán con el apoyo de Trump. Entre ellos está Liz Cheney, la hija del que fuera vicepresidente Dick Cheney, y número tres del partido en la Cámara de Representantes.
Es una demostración de que la guerra entre corrientes republicanas que se vivirá en Washington durante los próximos años será todavía mucho más agria dentro de cada estado. Arizona es un ejemplo vivo de ello. La semana pasada, el partido republicano estatal confirmó como su líder a Kelli Ward, una leal a Trump que ha abrazado todas las teorías infundadas del presidente sobre fraude electoral. El partido también censuró a tres de sus miembros –el gobernador Doug Ducey, la viuda del que fuera senador y candidato presidencial John McCain y el exsenador Jeff Flake– por romper con Trump.
Aviso de navegantes
El escenario al que se enfrenta el Partido Republicano solo tiene tres salidas: seguir bajo el liderazgo de Trump, que impulsaría candidatos para las legislativas del año que viene y se plantearía un regreso triunfal en las presidenciales de 2024; conseguir una fórmula en la que el expresidente tenga un poder limitado pero que sus bases sigan dentro del partido; o escindirse con la creación de una