Hermano mayor
¿Qué de malo hay que una cofradía del Jueves, Viernes o Sábado quiera celebrarlo de manera especial este año tan triste? ¿Por qué no se podrán montar altares de insignias que recuerden las mañanas de las salidas procesionales?¿Son los enseres objetos inadecuados? ¿Por qué en un año en el que se intenta mantener encendida la llama, la Iglesia coloca v a l l a s ? Las normas que limitan lo que querían hacer cofradías del tramo final de la Semana Santa, o incluso otras que pretendían mantener la veneración durante los siete días han sido un jarro de agua fría. En el documento firmado por el secretario Isacio Siguero, jefe de los jóvenes cachorros de Asenjo, se nota la mano del segundo escalón del Arzobispado, sacerdotes que flipan con un paso pero a los que les puede su condición de ser más papistas que el Papa. Verás tú en algunos pueblos lo que hacen con el decreto.
Había mucha ilusión por regresar al templo donde se fundaron. Pero el Arzobispado les ha comunicado que las llaves del templo de los jesuitas se la darán a ellos y ya verán lo que hacen. Es decir, que la Mitra decidirá si encaja allí una cofradía u otra cosa. Lo extraño es que en un tiempo en el que a la Iglesia le interesaba la cesión de los templos para que se garantizara el mantenimiento a coste cero, ahora acepte quedarse con otro.
La que ha salido desde el Arco y ha contagiado a muchos. Las palabras de Cabrero a «Pasión en Sevilla» –«Con el fin de la pandemia, la Macarena tiene que hacer algo excepcional»–, sugieren que es grande lo que se está comenzando a madurar.
Antes, en tiempos del cardenal, la Catedral era el recinto donde se celebraba la exaltación de la saeta, aquel magnífico acontecimiento cultural de la Cuaresma. El Consejo la quiere recuperar, pero ya le han dicho que la Catedral ahora no está para estas cosas. ¡Ni que se fuera a representar una zarzuela!
El Santo Entierro, tras el fallecimiento de Domínguez Rodiño, se ha quedado con una junta esquilmada,
El Nazareno del Perdón, del convento de las clarisas de Santa María de Jesús, se encuentra ahora en el IAPH para su restauración. Cuando se le ve el rostro, resulta imposible no pensar en el Gran Poder. José Roda lo atribuyó a Juan de Mesa y los técnicos del instituto ven ahí la mano del artista cordobés, que pudo realizarlo en los primeros tiempos de su taller, en torno a 1615. Cuántos tesoros ocultos son perfectos desconocidos por no salir en un paso.