Una abstracción lírica
En la imagen, el artista posa ante uno de sus lienzos. En su discurso de ingreso en la Academia de Santa Isabel de Hungría dijo que «un cuadro debe hablar por sí solo». Abajo, otra de sus obras
Manuel Salinas fue un creador con una rica personalidad que combinaba su trayectoria en la pintura, el interés por el diseño y su vinculación en Sevilla en importantes iniciativas como el Centro de Arte M11.
Como pintor, Manuel Salinas compartió con nuestra generación de abstractos muchísimas exposiciones. El grupo que formábamos José Ramón Sierra, Gerardo Delgado y yo estuvimos muy vinculados a la Galería Juana de Aizpuru, mientras que Manuel conectó en sus inicios con la Buades, de Madrid, muy centrada en una línea expositiva más neofigurativa y emergente.
Manuel Salinas era un magnífico pintor, de un recorrido muy persistente y una obra muy concreta, que podríamos denominar de alguna manera abstracción lírica, en la que la materia y el color adquieren un protagonismo relevante.
Aparte de su importancia como pintor, otro de los hitos de su vida fue la creación del grupo M11, en el que participaban también Juan Manuel Bonet y Quico Rivas, y que fue de una gran importancia. Organizaron exposiciones que trajeron a Sevilla a grandes nombres del arte contemporáneo y de las vanguardias históricas.
Además, por su vinculación familiar, estuvo muy relacionado con la práctica del diseño. Sus tíos eran Miquel y Alfonso Milá, nombres fundamentales, pioneros, para entender el diseño industrial en España. En este terreno, destaca el mobiliario y acondicionamiento de diversos locales en Sevilla, sin olvidar también que colaboró en diversas publicaciones como diseñador gráfico.
En las últimas décadas, Salinas compartió estudio con Pepe Soto, pintor muy vinculado a Carmen Laffón y a nosotros. Con él inició una relación muy fructífera para ambos. Estos momentos en su vida, además de su pintura, creo que configuran a un personaje de una gran riqueza.