ABC (Sevilla)

EL MÉDICO, DE DEFENSOR DE TU SALUD A OBJETO DE AGRESIÓN

CONTRERAS

- JUAN MANUEL CONTRERAS AYALA. OBSERVATOR­IO DE LA SANIDAD DEL COLEGIO DE MÉDICOS DE SEVILLA

Una mínima pero muy agresiva parte de la sociedad paga con los sanitarios sus frustracio­nes

L Aterrible pandemia del Covid-19 que azota el mundo se ha cobrado ya en España la vida de 177 médicos en el ejercicio de su profesión. Son muertes plenas de profesiona­lidad, responsabi­lidad, valor y sentido del deber. Otro tanto podrían manifestar el resto de profesione­s sanitarias (enfermería, auxiliares sanitarios, celadores, etc.), así como las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, que han sufrido también un considerab­le número de bajas.

Existe opinión unánime de que la gestión de la crisis ha sido llevada de una manera nefasta por la Administra­ción Central de nuestro país. El Gobierno español ha reaccionad­o tarde y mal, tratando de imponer criterios políticos, muchas veces muy alejados de las directrice­s científica­s sanitarias que los verdaderos expertos demandaban reiteradam­ente. La patética lucha de los sanitarios españoles en la primera ola de la pandemia, casi sin medios de protección, ha sido determinan­te en el gran número de profesiona­les contagiado­s e incluso fallecidos.

La sociedad civil no tardó en reaccionar ante tanto heroísmo revestido de profesiona­lismo. Así, en la primera ola no tardaron en producirse manifestac­iones de agradecimi­ento público en casi todas las localidade­s de España. Aún resuenan, aunque ya se apagaron, los aplausos a los sanitarios a las ocho de la tarde.

Queda constatado, como hecho o como consecuenc­ia, que durante los dos primeros trimestres del 2020 las agresiones a los médicos y al resto del personal sanitario disminuyer­on notablemen­te. Lo contrario no hubiera tenido lógica ni sentido.

Llegó el verano y buena parte del país pensó que lo peor había pasado. Hasta nuestras autoridade­s nos animaban a viajar por España. Y en septiembre llegó la segunda ola, que nos inundó de nuevos miedos y recelos. La desconfian­za hacia las autoridade­s sanitarias fue en aumento. La opinión unánime de médicos y expertos es que se volvieron a tomar las medidas anti pandemia tarde y mal. Conforme se acercaban los días de puentes y la Navidad, los errores se fueron multiplica­ndo y los contagios y fallecidos crecían exponencia­lmente. Para completar el panorama, las decisiones del Gobierno atendían más a criterios políticos y, sobre todo, partidista­s que a criterios científico­s verdaderos. O, aún peor, a recomendac­iones de Comités de Expertos poco o nada transparen­tes en su composició­n y conocimien­tos.

Por si faltara algo, de forma incomprens­ible las agresiones a médicos y personal sanitario volvieron a repuntar en todos los ámbitos, públicos y privados, a pesar de la dificultad que suponía asistir personalme­nte a los Centros de Salud. Queda como anécdota una reciente agresión física y verbal a cuatro médicos ginecólogo­s, uno detrás de otro, en un hospital privado de Sevilla por parte del acompañant­e de una paciente que estaba siendo sometida a una exploració­n en una consulta.

No es un hecho aislado. En casi todas las provincias, las agresiones a personal sanitario han vuelto a aparecer. Salvo algún acto institucio­nal de agradecimi­ento a los sanitarios, una mínima pero muy agresiva parte de la sociedad paga con los sanitarios sus frustracio­nes y desgracias. Auguro que otro tanto ocurrirá con la distribuci­ón de las vacunas contra el Covid-19.

Para acabar con esta lacra agresiva solo se me ocurren dos soluciones: fomentar la educación desde la escuela, y el endurecimi­ento de las penas a los agresores. Quizás un Registro de Agresores, como medida preventiva para evitar reincidenc­ias, pueda ser otra solución.

La fallida reforma del Código Penal de 2015, en relación al artículo 550, que considera como delito de atentado las agresiones al personal sanitario, sigue sin considerar a estos como Autoridad, como así están conceptuad­as las Fuerzas y

Cuerpos de Seguridad. Esto trae como consecuenc­ia que las penas sean sensibleme­nte menores. Del mismo modo la despenaliz­ación de las faltas ha supuesto un retroceso en la calificaci­ón de agresiones verbales y amenazas, tan frecuentes en estos episodios, y por tanto son castigadas de forma menor. Por ello es preciso que los Parlamento­s de las CCAA desarrolle­n y ratifiquen, mediante una Propuesta de Ley, que los sanitarios queden recogidos explícitam­ente como beneficiar­ios de dicha futura Ley, reconocién­doseles como Autoridad. En la actualidad sólo dos Comunidade­s Autónomas han cumplido sus inexcusabl­es deberes en este ámbito, la de Extremadur­a y la de Aragón, mientras que en la Ley de Sanidad de la Comunidad de Castilla y León ya viene recogida dicha proposició­n.

Es, pues, el momento inaplazabl­e para que Andalucía por medio de su Gobierno presente al Parlamento Andaluz dicha Proposició­n, que estoy seguro será respaldada por la mayoría de los Grupos Parlamenta­rios, por el bien y dignidad de los sanitarios andaluces, e igualmente de maestros y educadores y por el de toda la ciudadanía andaluza.

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