Recaídas
miento desciende y aumenta el riesgo de una lesión muscular». Cos, al igual que Casais y Fernández, señala al estrés: «Tiene un origen psicológico, pero su impacto es psicofísico. Cuando un deportista para por estrés, lo primero que se encuentra es una excesiva tensión muscular, y eso genera más probabilidad de que se pueda contracturar. También identificamos que disminuye la atención y la concentración, por lo que es fácil que observemos más despistes que pueden terminar en caídas».
En cuanto a las recaídas, hay otros factores que influyen en ellas, fruto precisamente del miedo a volver a lesionarse.
De nuevo, el cerebro en acción. «En ocasiones se produce una situación contraproducente cuando un jugador intenta proteger una zona y se acaba lesionando de otra. Esto sucede porque cambia sus esquemas corporales: en carrera, en zancada, los movimientos… De manera más o menos violenta, hace una serie de compensaciones de prevención que terminan sobrecargando otra zona y produciendo una lesión», explica Fernández. Abandonar la enfermería, por tanto, no es sinónimo de haberse recuperado, ya que puede haber secuelas psicológicas: «La reincorporación es un momento crítico porque la situación genera mucha incertidumbre por las expectativas del implicado y su entorno. Aparecen dudas respecto al rendimiento y el miedo a una futura recaída», señala Cos. Por eso, en su opinión, «ha de ser algo progresivo para ir recuperando sensaciones y fortaleciendo su autoconfianza».
Finalmente, Casais incide en lo esencial que es llevar una vida sana: «Alimentarse, dormir y descansar como exige una vida profesional, y realizar los trabajos preventivos e individuales necesarios para reforzar una zona». Fernández termina recalcando lo dicho al inicio: nadie está exento de lesionarse. «El jugador debe saber que se puede lesionar, es algo habitual y normal para cualquiera. Se tiene que relajar, y luego, preparar al organismo para que eso no se produzca. Es tarea del entrenador, su familia, el psicólogo deportivo… Hay muchas acciones para evitarlo».
Intentar proteger una zona del cuerpo por miedo a recaer puede provocar la lesión de otra distinta