ABC (Sevilla)

DEBATIR EN PIJAMA

Siempre resulta más cómodo andar en babuchas intelectua­les por la vida pública

- JAVIER RUBIO

Ala diputada podemita por Sevilla Isabel Franco le ha pasado lo que a los usuarios de las dependenci­as municipale­s del barrio de Los Montecillo­s en Dos Hermanas: que se ha dejado el pijama puesto para subir a la tribuna de oradores de las Cortes con un discurso supuestame­nte histórico, sobre la convivenci­a de las tres culturas y el apocalipsi­s que trajo la «monarquía hispánica», de andar por casa. Lo que en una sobremesa de amigos entre efluvios de los licores espirituos­os no pasaría de ser una salida de pata de banco que podría incluso admitirse sin más pretension­es como mera simplifica­ción de trazo grueso antes de entrar a discutir sobre la venta de Cantora o el contrato de Messi, en una parlamenta­ria que se sube al ambón más sagrado de la democracia resulta risible. La diputada es muy libre de verter (en el sentido de derramar) las opiniones que considere más convenient­es y ni siquiera tiene por qué atenerse a la verdad histórica como ha hecho convirtien­do la España musulmana –ocho siglos, que ya verán lo que da de sí si en la II República, que duró cinco años, los historiado­res observan hasta tres periodos– en el oasis de las tres culturas donde musulmanes, judíos y cristianos vivían en idílica armonía hasta que apareciero­n los reyes y acabaron con todo eso a base de «enorme invasión, genocidio y ocultación». ¡Toma ya! Que digo yo que para invasión, la de quienes cruzaron el Estrecho… pero no es cuestión de caer en el mismo defecto de vulgarizac­ión histórica.

Lo que le ha pasado a la diputada se explica por la comodidad. Siempre es más cómodo andar en babuchas intelectua­les por la vida pública que calzándose los muchos tomos en los que rigurosos medievalis­tas han puesto en solfa la patraña de las tres culturas. Serafín Fanjul, tercerista del periódico, alumbró una imprescind­ible obra contra la mixtificac­ión de la España musulmana que le vendría muy bien consultar a la diputada. «La quimera de al-Andalus» viene a poner en su sitio las ensoñacion­es que maduraron principalm­ente en Andalucía al calor de la Transición y cuyos frutos corrompido­s ha degustado. Me malicio que donde quería llegar la parlamenta­ria de Podemos es a la monarquía, pero entre su denuncia iletrada de la «monarquía hispánica», cuando quería referirse a los reinos cristianos de frontera, y el archifamos­o «Delenda est Monarchia» de Ortega y Gasset en 1930 media tanta distancia como entre unas zapatillas de fieltro y los botines de cordones que marcaban tendencia cuando el filósofo lo escribió.

Tras la polémica, el cartel que prohibía acudir en pijama y bata a las oficinas municipale­s, acabó por desaparece­r. El Congreso, a la vista está, ya se había adelantado y consiente debatir en ropa de cama, holgada y cómoda pero impresenta­ble, sin la menor reconvenci­ón.

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