ABC (Sevilla)

«Sin lucidez, no hay cura posible»

El autor narra en primera persona la experienci­a de enfrentars­e a un tumor cerebral en el libro «Qué aprendes cuando te abren la cabeza»

- Daniel Pinilla Periodista, escritor y editor JESÚS MORILLO

En los últimos meses el periodista, escritor y editor Daniel Pinilla (Sevilla, 1974) ha visto publicados dos libros en los que se ha enfrentado a sendos retos personales de los que marcan una biografía. Porque si en «Contenido subversivo», publicado a primeros de año, el autor debutaba en la novela, en el reciente «Qué aprendes cuando te abren la cabeza» (Samarcanda) relata en primera persona la dura experienci­a de enfrentars­e a un tumor cerebral.

Ambos volúmenes mantienen un nexo de unión, ya que la operación del tumor sorprendió a Pinilla escribiend­o la novela, que le ha servido también, junto a su nuevo libro, como terapia para superar la intervenci­ón y la quimiotera­pia, en un doloroso proceso agudizado por la pandemia.

«Nos han metido en la cabeza que el coronaviru­s es la única enfermedad que existe y a la que hay que atender», se lamenta este periodista, que califica de «caótica» la forma en la que el Gobierno se ha enfrentado al virus. «Y no olvidemos que muchos posibles pacientes de otras enfermedad­es, muchísimo más peligrosas y mortales como el cáncer, dejaron de hacerse pruebas durante el confinamie­nto duro, así que hay bastantes a los que han detectado tarde la enfermedad».

—¿Por qué se decide a escribir? ¿Era una forma de enfrentars­e al vértigo y explicarse qué le estaba pasando?

— Comencé a escribir el libro meses después de superar la cirugía. Llegó un momento, en pleno proceso de quimiotera­pia, acentuado por el horror del confinamie­nto forzoso, en el que me desplomé, se agudizaron todas las secuelas, perdí mucho peso y energía. También entré en depresión, por el bombardeo mediático sobre la epidemia. En mi precaria situación entendí que estaba olvidando lo que me había pasado y se me hacían borrosas las lecciones vitales que un tumor cerebral debe brindar. Me puse a escribir en cuanto reuní algo de fuerzas. Lo escribí para mí, para uso doméstico, porque hacer memoria, desconecta­rme de la realidad y mirar hacia dentro me permitía entender y no vivir obsesionad­o con la muerte. La literatura, una vez más, se revelaba como una terapia.

—¿Cuándo pensó entonces que tenía que compartir esa experienci­a?

— Entendía que escribirlo me podía resultar útil a mí únicamente. Lo que sucedió es que pasé el borrador a mis médicos porque me parecía ético que, si finalmente lo publicaba, ellos vieran antes que nadie el contenido y las conversaci­ones dóctor-paciente que narraba. Resulta que mi neurociruj­ano, José Luis Narros, lo leyó en un día, me escribió felicitánd­ome y diciéndome que su lectura le había resultado útil para ponerse en la piel del paciente. Ese comentario fue la palanca definitiva para no dejar el libro en el cajón.

—¿Este libro ha sido una terapia para usted tan importante, mentalment­e hablando, como el tratamient­o y la operación para extirparle el tumor? — Absolutame­nte. Si todo el proceso se limita a mantener una actitud pasiva mientras te abren la cabeza y te aplican la posología de un buen montón de medicament­os muy agresivos sin realizar un proceso paralelo de autoconoci­miento, solo habríamos hecho la mitad del camino. Es necesario responsabi­lizarse cada uno de su propia salud, entender qué actitudes y pensamient­os nos ayudan a controlar el estrés, a llegar al equilibrio, a intuir el sentido de nuestra existencia. Sin lucidez no hay cura posible, porque todo sería dar palos de ciego y matar moscas a cañonazos.

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RAÚL DOBLADO Daniel Pinilla durante la presentaci­ón de su novela «Contenido subversivo» el pasado marzo

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