EL COMEDOR DE BELLAVISTA

Antes todas las mañanas en los locales que acondicionó la hermandad de Bellavista se repetía la misma liturgia. La verdura que llegaba, los envíos de otros alimentos que se recepcionan y las candelas que empezaban a a encenderse para preparar los guisos. De siempre, allí solo el olor alimentaba. Ahora, con la pandemia, la situación ha cambiado. Ya no acude la gente a comer a los locales, sino que llega para llevarse la comida a casa. La liturgia ha cambiado algo, pero el objetivo permanece para hacer realidad la máxima evangélica de dar de comer al hambriento. Hay gente del barrio que empezó colaborando y que ahora, con los ERTE y con el paro, ha terminado siendo usuario del comedor social al que acudía semanalmente a echar una mano nuestro inolvidable y siempre presente Fernando Carrasco.

Quien tuvo en su día la iniciativa en este barrio con tantos movimientos sociales fue una hermandad. Sí, una hermandad, una organización de la Iglesia Católica que paga esto con las cuotas de los hermanos. La cofradía es después catalizadora de muchos particulares y empresas que quieren también colaborar y echan una mano porque el gasto es grande.

Esto no es una ONG, ni una organización satélite de partido político ni de sindicato alguno, es una hermandad. Quizá haya, que los hay, políticos cuya doctrina va más encaminada al uso de fondos del estado procedentes de los impuestos para solventar estas situaciones de necesidad. Tomar decisiones con el dinero ajeno o con el dinero de todos es sencillo. Lo difícil es esto, hacer cosas con el dinero de tu bolsillo. Y, además, ponerlo para todo el mundo; y si entre todo el mundo hay gente que necesita una comida diferente, como los musulmanes que no comen cierto tipo de alimentos, pues se hace un menú para quienes siguen las costumbres islámicas porque ser de una cofradía no significa aplicar, como es ahora uso tan común, una visión egoísta de la vida. La labor del comedor de la hermandad de Bellavista es sencillamente admirable.