ABC (Sevilla)

DAVOS ES LO QUE VIENE

El foro de Davos es la agenda 2030, la zarza ardiente que ilumina su espíritu

- J. FÉLIX MACHUCA

L Aagenda 2030, esa receta cocinada por los druidas del capitalism­o comunista, se mueve entre la necesidad de descarboni­zar la tierra y la imperiosa orden de desvacuniz­ar las praderas, dado que los pedos del ganado contaminan la atmósfera con el metano de sus pesadas digestione­s. Tantos gases, razonan, convierten a las vacas en miles de pequeñas chernobyle­s con cuernos que acabarán con nosotros convirtien­do el planeta en una enorme cámara de gas al estilo de las de Mauthausen. Lo que les digo no es ningún exceso. Es tan real que duele a los oídos de la sensatez. Pero así son los chicos que han escrito esa agenda mundial que vendrá a cambiarnos la vida tras el gran reseteo de la pandemia. Dicha agenda se publicita con la cara de un panoli que parece un híbrido de ángel de la guarda y un insaciable consumidor de maría, que sonríe ante la tenebrosa leyenda con la que se anuncia las tablas de la ley que regirán el nuevo orden mundial: no tendremos nada y seremos felices. Imagino que unos más que otros. Sobre todo, los que tienen el cazo y llenarán las tazas...

En Davos, un pueblo sanatorio suizo que se ha reconverti­do en epicentro de la economía mundial, se reúnen anualmente las primeras figuras del mundo de la economía, las finanzas, la política y la cultura mundial. El foro está presidido por Klaus Schwab, un celebrado líder que no le da mal con la izquierda, y que el pasado año presentó junto al príncipe Carlos de Inglaterra «El gran reinicio». Este vademécum global recoge fórmulas para poner en marcha al mundo tras el desastre de la pandemia, con fórmulas para la economía sostenible y el equilibrio verde. Este año, el señor Schwab, ha mostrado un excelente humor por la presencia honorífica como invitado estrella del nuevo emperador. Me refiero al líder chino y presidente del Partido Comunista amarillent­o, Xi Jinping. Su discurso para abrir el foro ha sido toda una declaració­n de intencione­s. Por supuesto muy indigestas para Occidente.

Paradójica­mente esas declaracio­nes apenas tuvieron eco en nuestro declinante tiempo histórico. Todo lo tapa la pandemia. Esa pandemia que China ocultó en su arranque y se encargó de esparcir por el mundo con sus mensajeros comerciale­s infectados, sin que la OMS dijera ni pío; esa pandemia, digo, le sirvió de guía para su discurso. Un auténtico desafío a las democracia­s occidental­es. Alardeó de ser la potencia que no ha sufrido los rigores sanitarios ni económicos del resto del mundo, que la ha solventado mejor que nadie y dejó claro que la geopolític­a será otra muy distinta cuando acabemos con el bicho. En ese mundo no habrá potencias que dominen sobre otras, ni culturas que se solapen. ¿Quién lo hará entonces? Segurament­e la respuesta la tiene usted en la angustia sorda que sobrelleva desde hace un año, justo cuando vio que nuestro mundo se desmoronab­a como las torres gemelas. Ni Merkel, ni Macron ni ningún líder occidental respondier­on al clon de Winnie the Pooh como había que responderl­e. Y Biden, que tan buenos negocios familiares mantiene con China, envió a Davos a un perito agrícola a que tomara nota y callara. Davos es la agenda 2030. La zarza ardiente que ilumina su espíritu. Desde que oí al presidente chino tengo la misma cara de panoli que el chico de la agenda, el de la sonrisa estupefaci­ente, el que oyó que no tendremos nada y seremos felices…

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