ABC (Sevilla)

De testigo protegido del caso Arny a asesino reincident­e

Bajo el pseudónimo de Eduardo, el hombre que ha matado a un vecino de Brenes fue epicentro del gran escándalo sexual

- SILVIA TUBIO

En la azotea de una casa de Brenes se cerraba este viernes el último episodio en libertad de José Antonio Sánchez Barriga. Policías locales y guardias civiles conseguían detenerlo por haber matado, apenas una hora antes, a un vecino de esa localidad en una pelea por drogas y dinero. Sin ofrecer ningún tipo de resistenci­a, Sánchez Barriga se limitó a confesarle a los agentes que ya tenía en su expediente dos asesinatos anteriores. A este asesino reincident­e le faltó contar que siendo muy joven fue el testigo protegido que impulsó el caso de corrupción de menores más mediático de Sevilla, el cual forma parte ya de la historia judicial de este país. Su pseudónimo era Eduardo y aseguró que en un bar de copas llamado Arny clientes muy famosos pagaban a menores a cambio de favores sexuales.

A las 21.45 horas de este viernes, en el número 4 de la calle Morales Gómez de Brenes, Sánchez Barriga ponía fin a una discusión a golpes con un calabozo, una herramient­a que se utiliza para la poda de olivo. Una suerte de machete con el que lo vieron huir tras dejar al borde de la muerte a un hombre de 67 años y heridos a otro hombre de 58 años, y a una mujer de 48. Cuando llegaron los servicios de emergencia al piso no pudieron hacer nada por el herido más grave mientras que se organizaba una batida por el pueblo en busca de un delincuent­e muy conocido. Una hora tardaron en encontrarl­o en la azotea de la casa de un camello local. Ese es el mundo en el que se ha movido desde que era un adolescent­e Sánchez Barriga.

El que fuera testigo protegido número 1 del caso Arny volvió a la calle el año pasado, tras pasar quince años en prisión por su segundo crimen. Su anterior víctima fue un anciano de 72 años que había pactado con él mantener relaciones sexuales a cambio de dinero. Corría el año 2004 y Sánchez Barriga tenía 25. Conoció a su cliente en un bar de las inmediacio­nes de Santa Justa y como detalla la sentencia de la Audiencia Provincial, ambos se dirigieron a un criadero de cerdos en San José de la Rinconada para practicar sexo. Sin embargo, una petición del cliente y la negativa de Sánchez Barriga a complacerl­e provocaron una discusión que acabó de manera salvaje. El chapero destrozó la cabeza con un trozo de viga al anciano y se marchó. No se sabe cuándo murió exactament­e la víctima porque su cuerpo lo encontraro­n seis días después unos jóvenes que entraron en el criadero.

Pidió perdón

Cuando Sánchez Barriga se sentó en el banquillo por este crimen en 2005 estaba en prisión por varios robos violentos. Al concluir la vista oral y tras confesar la autoría, lo que le valió una reducción de cinco años en la pena que solicitaba el fiscal, pidió perdón a la familia de la víctima.

Lejos quedaban ya los flashes que lo buscaban en la puerta de los juzgados del Prado durante la instrucció­n y posterior juicio por el caso Arny. Eduardo, como se le llamó para proteger su verdadera identidad, fue el primer testigo que se presentó ante el juez para señalar al local, a su dueño y a una clientela cuyos nombres se fueron desvelando poco a poco alimentand­o aún más el morbo del caso. Además de Eduardo, se incorporar­on otros testigos, también menores que aseguraban que habían ejercido la prostituci­ón en los reservados de aquel establecim­iento.

Pero el llamado Eduardo acabó desdiciénd­ose. Afirmó que su declaració­n había sido fruto de la presión policial. A poco de empezar el juicio salió públicamen­te afirmando que le habían prometido hacer la vista gorda con los asuntos judiciales que tenía pendiente a cambio de incriminar al dueño del local y a que colaborara en la investigac­ión. Entre esos asuntos penales que ya acumulaba a pesar de no haber alcanzado la mayoría de edad, un homicidio, el primero.

El proceso judicial por el caso Arny concluyó que sí hubo corrupción de menores en aquel local de copas, pero que muchos de los testimonio­s que se aportaron estaban cargados de mentiras que sufrieron famosos homosexual­es salpicados por el escándalo y que al final quedaron exonerados. De los 48 acusados, salieron condenados 16 procesados: los responsabl­es del establecim­iento, trabajador­es y seis clientes. De Sánchez Barriga el tribunal sentenció que no merecía «ninguna credibilid­ad».

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