La primera huella humana de la playa de Matalascañas
Investigadores onubenses prueban que Doñana guarda la pisada de Neandertal del Pleistoceno superior más antigua
oñana esconde secretos que a veces permite intuir y otras, muy pocas, desvela abiertamente para sorpresa y solaz de la comunidad científica y de la humanidad entera, que encuentra entre sus esteros, sus dunas o su frondosa naturaleza los retazos de un pasado remoto y una puerta abierta a la comprensión de esas preguntas eternas, esos «de dónde venimos» y «a dónde nos dirigimos» en el viaje de la vida.
Allí donde se cree que Hércules arrebató los bueyes a Gerión, el lugar al que apuntan quienes buscan la siempre enigmática Tartessos, se ha mostrado especialmente generoso en los últimos meses y con la ayuda del océano Atlántico, ha dejado ver una parte de sus entrañas. Y en ellas, nada más
Dy nada menos que la evidencia palpable de que en Doñana habitó, jugó, cazó, procreó y, en definitiva, desarrolló su vida, el hombre de Neandertal. Las huellas más antiguas de un homínido del Pleistoceno superior son el regalo que lo certifica. 106.000 años de historia de la Humanidad guardados bajo una duna fósil.
Todo comenzó durante el confinamiento por la pandemia de Covid-19. En aquellos días, el mar sacó a la luz un yacimiento que sorprendía por la riqueza y variedad de pisadas de vertebrados, algunos de ellos extintos como el Palaeoloxodon antiquus o elefante de colmillo recto, de casi cuatro metros de altura. Era la Matalascañas Trampled Surface o MTS (superficie pisoteada de Matalascañas), un yacimiento intermareal «excepcional», a juicio del geólogo Antonio Rodríguez Ramírez que ya entonces permitía soñar a los investigadores con el hallazgo que ahora se ha mate