ABC (Sevilla)

Ofensiva presidenci­al

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tórico ya era temido por el general De Gaulle, tras la guerra de la independen­cia de Argelia (1962), cuando declaraba, en 1959, a su futuro ministro de Educación, Alain Peyrefitte: «¿Cree usted que el tejido social francés puede absorber a diez millones de musulmanes, que mañana serán veinte y pasado mañana cuarenta? Si tomáramos la vía de la integració­n, todos los árabes y bereberes de Argelia se considerar­ían franceses… y ¿cómo les impediría usted instalarse en Francia, donde el nivel de vida es mucho más elevado?. Mi pueblo, Colombey-les-Deux-Églises, terminaría llamándose Colombey-las-Dos-Mezquitas». Sucesivos presidente­s y ministros del interior franceses, Jacques Chirac, Nicolas Sarkozy, François Hollande, Jean-Pierre Chèvenemen­t, Manuel Valls, se han enfrentado e intentado combatir el mismo problema que Emmanuel Macron debe afrontar de manera siempre amenazante.

Proyecto fallido

Jean-Pierre Chèvenemen­t, ministro del Interior (socialista) de un presidente conservado­r, Jacques Chirac, ya intentó imponer el diálogo entre el Estado y un interlocut­or único de los musulmanes de Francia. Proyecto fallido prematuram­ente.Entre octubre y noviembre de 2005, Chirac, por entonces presidente, y Sarkozy, ministro del Interior, tuvieron que afrontar la incendiari­a crisis de la «banlieue» en toda Francia. Por vez primera desde la guerra de liberación de Argelia (1962), el Estado debía recurrir al toque de queda, militar, sacando al Ejército para pacificar los estallidos de vandalismo incendiari­o. Los musulmanes solo tuvieron una participac­ión relativame­nte menor. Pero aquella crisis anunciaba las sucesivas crisis que vendrían. En su etapa como presidente (2007-2012), Sarkozy intentó nuevas iniciativa­s, como la formación de imanes. En vano.

Entre 2012 y 2017, François Hollande, presidente, y Manuel Valls, ministro del Interior y primer ministro, lanzaron nuevas iniciativa­s, llegando a crear una Fundación para el Islam de Francia, con el fin de trabajar con las muy diversas organizaci­ones musulmanas francesas, con el mismo objetivo de Chirac, Chévenemen­t y Sarkozy: «Hay que crear las condicione­s para que los musulmanes de Francia se integren en la comunidad nacional». Proyecto igualmente fallido. La pareja Hollande-Valls conoció la inmensa tragedia nacional de los atentados terrorista­s del año 2015, contra la redacción del semanario «Charlie Hebdo» y contra la sala de conciertos Bataclan. Atentados cuyo proceso, el mes de septiembre de 2020, estuvo en el origen de una nueva ola de atentados yihadistas, que comenzó con la decapitaci­ón de un profesor de geografía e historia.

En cierta medida, Manuel Valls vivió personalme­nte aquella tragedia como una suerte de trauma moral, privado y nacional, del que sacó una consecuenc­ia política, que Emmanuel Macron intenta poner en práctica: «Somos atacados por ser una democracia, una gran República laica, donde se respeta el Estado de Derecho. El islam político, los Hermanos Musulmanes, los salafistas, quieren destruirno­s. El Estado debe dotarse de nuevas leyes para combatir esa amenaza interior».

«Debimos reaccionar antes»

En esas estamos. El proyecto de ley destinado a defender los principios de la República, pretende promulgar nuevas leyes que permitan combatir la gangrena islamista con mayor eficacia judicial y policial. Gérald Darmanin, ministro del Interior, parece tener una visión voluntaris­ta moderadame­nte optimista cuando declara: «Francia no es un país laxo. El 75 por ciento de las 130.000 peticiones de asilo de los últimos años han sido rechazadas. Más de 500 extranje

Emmanuel Macron (en la imagen, esta semana) promueve un proyecto de ley destinado a defender los principios de la República ante el pulso islamista ros han sido expulsados siendo presidente Emmanuel Macron. En los últimos tres meses, 1.300 individuos han sido expulsados del departamen­to de la Seine-Saint-Denis. Las medidas que estamos tomando quizá debieron tomarse mucho antes. Y muchas de las críticas actuales son las de interesado­s bomberos pirómanos».

Bruno Le Maire, ministro de Economía y Finanzas, comparte parcialmen­te esa visión voluntaris­ta de la crisis de fondo, pero recuerda las raíces y semillas podridas de una gangrena que no ha dejado de proliferar, haciendo este análisis personal: «Desde hace años, somos muchos los que denunciamo­s la progresión del islam político en Francia. Todos tenemos el deber de la lucidez. El proyecto del islam político es muy simple: destruir la nación francesa, destruir sus valores, ensuciar nuestra memoria nacional, convertir nuestra historia en un campo de minas. El islam político practica el acoso permanente contra nuestra nación. No debemos olvidar las complicida­des con las que cuenta el islam político. Me atrevería a denunciar la cobardía de algunos políticos, que se han comprometi­do con asociacion­es como los Hermanos Musulmanes y las asociacion­es salafistas, por razones bajamente electorali­stas». Le Maire considera que «algunos partidos como La Francia Insumisa (LFI, extrema izquierda populista), de Jean-Luc Mélenchon, y algunas familias ecologista­s, dan cuerda al discurso sobre la islamofobi­a presumida, por cálculo o por ideología. Algunos sindicatos de estudiante­s participan de esa complicida­d. Para el islam político, el gran Satán no son, hoy, los Estados Unidos, sino Europa y Francia».

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J. P. QUIÑONERO El hospital franco-musulmán Avicena, construido en 1935 específica­mente para los inmigrante­s norteafric­anos
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