ABC (Sevilla)

LA CACERÍA

Berlanga fue un visionario en muchas cosas, y una de ellas fue detectar que en el ecosistema político español el chófer ocupaba un lugar primordial

- DANIEL RUIZ

E Lcamino más directo para entender España es ver las películas de García Berlanga. Y por encima de todas ellas, ‘La escopeta nacional’. Recienteme­nte, tuve ocasión de volver a ver la ‘Trilogía Nacional’, y me sorprendió su enorme modernidad. Por encima del contexto histórico, apegado a la Transición, sigue siendo un tríptico muy actual. Absolutame­nte recomendab­le, de hecho, para comprender todo lo que está pasando ahora en nuestro país.

Hoy, los catalanes acuden a las urnas. Mucho de lo que se decida en estas elecciones determinar­á el futuro de la política española en los próximos meses. En estos días he estado leyendo ‘El hijo del chófer’ (Tusquets), de Jordi Amat, una implacable, vibrante y desoladora crónica de la deriva catalana desde los años del tardofranq­uismo hasta hoy, a través de la vida del oscuro periodista Alfons Quintà, hijo de Josep Quintà, chófer del escritor Josep Pla y testigo y confidente de muchos de los desmanes financiero­s, políticos y mediáticos que cristaliza­ron en esa cosa áspera y desabrida llamada ‘procés’.

Más allá de la cuestión nacionalis­ta, me ha sorprendid­o encontrar tantas analogías entre la historia de la política catalana reciente que cuenta Amat y la que hemos padecido en Andalucía. Hay similitude­s en cuanto a comportami­entos, una suerte de talante común entre los dirigentes catalanes y los que han gobernado Andalucía en décadas anteriores, mezcla de altivez, impunidad, obsesión por el poder y laxitud moral. Por establecer paralelism­os más concretos, aquí también tuvimos nuestro propio chófer, en este caso Juan Francisco Trujillo, chófer del malogrado Francisco Javier Guerrero, más conocido como ‘el chófer de la cocaína’.

En la ‘Trilogía Nacional’, la figura del chófer, y a la sazón criado y solucionad­or, representa­da por el inmortal Luis Ciges, es determinan­te. Berlanga fue un visionario en muchas cosas, y una de ellas fue detectar que en el ecosistema político español el chófer ocupaba un lugar primordial. Pero si algo nos enseña de verdad ‘La escopeta nacional’, la primera película de la trilogía, es que España es refractari­a al cambio. El industrial catalán (imborrable Saza) invita a una cacería a todas las fuerzas vivas de la nación. Entre ellos está el ministro de Fomento, a quien pretende convencer de la necesidad de invertir en llenar el país de porteros automático­s. Al final de la película, cuando el negocio ya está casi hecho, el ministro recibe una llamada del presidente: es destituido telefónica­mente. Pero Saza no debe preocupars­e: en su lugar, de inmediato, otro político que también participa en la cacería es llamado a ocupar su puesto. La moraleja de Berlanga es demoledora: todos los políticos son intercambi­ables, porque forman parte de la misma cacería.

No es difícil imaginar quiénes son los cazados.

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