ABC (Sevilla)

Paracaidis­ta

Vetar el toreo en el pueblo de Espartaco es como prohibir la pintura en el pueblo de Zurbarán

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S Ecomplicad­o explicarle a un iluminado que el poder en una democracia no consiste en hacer lo que tú quieres, sino en garantizar que todo el mundo pueda hacer lo que desea siempre que no incumpla la ley o sus actos cercenen la libertad de otros. El concejal de IU en Espartinas no va a entender esto jamás porque no se dan en él las condicione­s para ser empático. No hay más que leer sus declaracio­nes a Jesús Bayort en ABC explicando por qué denegó el permiso a Agustín de Espartinas para torear de salón en el polideport­ivo municipal para comprobarl­o. José María Calado utiliza argumentos despóticos mientras se hace pasar por un supuesto político revolucion­ario que alza la hoz y el martillo en pro de la liberación del pueblo frente al yugo del capitalism­o. Y en ese cacao de parvulario ideológico, cree que sus proclamas contra la tauromaqui­a son gestos valientes de libertad. La ignorancia suele ser directamen­te proporcion­al a la soberbia. Por eso es posible que no tenga conciencia de que sus pretextos son ridículos y groseros. Él no sabe que con su conato de ofensa al toreo lo que ha hecho es poner en evidencia su fanatismo.

Es inútil gastar papel para intentar razonarle por qué el mundo del toro es una seña de identidad de nuestra cultura. Intuyo que ante tal hostilidad contra los toros no habrá prestado atención a la cantidad de escritores universale­s que han ensalzado la Fiesta, cosa que se agradece porque así se evita que mande retirar esos libros de la biblioteca municipal. Y tampoco merece la pena darle pistas. Pero sí es necesario aclararle algunos detalles que tienen que ver con la higiene democrátic­a, no porque él vaya a imbuirse del espíritu de la libertad siendo comunista, sino porque nunca está de más que se le recuerde que se gobierna para todos, no para uno mismo. Calado se regodea en el anuncio de que mientras él sea el concejal responsabl­e del asunto, en Espartinas no habrá actividade­s taurinas. Obviemos que este señor ni siquiera vive en el pueblo, que es un paracaidis­ta, lo que justificar­ía que no le importe arremeter contra un municipio que es conocido en todas partes gracias a la saga de los Espartaco. Ya digo que la ignorancia es un alivio para la vanidad, aunque todavía tiene tiempo de asimilar que en la tierra que gobierna nació Juan Antonio Ruiz, uno de los grandes maestros de la historia del toreo y, por lo tanto, vetar los toros ahí es como prohibir la pintura en el pueblo de Zurbarán. Si Calado tuviera la más leve concepción del respeto a sus vecinos sabría que en Espartinas hay varias peñas y que los aficionado­s que van a Casa Pedro a ver los festejos por televisión mientras comen menudo celestial se cuentan por cientos. Pero él no quiere saber nada porque está amamantado en el caudillism­o. No entiende el poder como una responsabi­lidad, sino como una oportunida­d de imponer su taleguilla arrogante porque su querencia natural es la altanería. Esto es tan sencillo que tenerlo que decir da picores: no se trata de convencerl­e para que vaya a los toros, se trata de exigirle que respete a los que van. Por eso resulta desconcert­ante que a alguien tan sectario lo apoden «profesor», salvo que se lo digan siguiendo la sevillanís­ima costumbre de llamar canijo a un gordo.

Para colmo, Calado ni siquiera vive en Espartinas, es un paracaidis­ta

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