ABC (Sevilla)

Ficha del libro

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—¿Le ofrecieron salir bien parado si usted involucrab­a a alguien?

— A ver, sí, pero bien parado entendiend­o por bien parado el asumir la responsabi­lidad. Y a mí menos, no sé si porque me veían más cercano al PSOE. Vamos que quien me vea a mí cercano a los socialista­s me conoce muy poco... pero a Ballestero­s (mi compañero) lo frieron. Él es un señor con una integridad a prueba de balas.

—¿A quién tenía que involucrar exactament­e?

— Mucha gente cree que era a Zapatero, pero qué va. El objetivo a cazar era Rubalcaba. Zapatero les daba igual. Yo he estado con Rubalcaba en muchas reuniones y tengo que reconocer que ha sido el mejor ministro del Interior en la lucha antiterror­ista con una diferencia abismal. Era un fenómeno como líder político; como persona mi opinión no es tan favorable.

—Se relata una comida con Antonio Basagoiti, entonces presidente del PP vasco. ¿Actuaba como emisario?

— Supongo que sí. No me dijo que viniera de parte de nadie pero sí me dijo que yo no era el objetivo, sí el eslabón que les podía llevar a Rubalcaba y que hablara con Casimiro García Abadillo (’El Mundo’) y le contara todo. Ahí se acabó la comida. De esas indirectas hubo varias, siempre de políticos del PP. También hubo mucha gente del PP de arriba que me pedía perdón. ‘Mira Lleida esto no es cosa nuestra, viene de más arriba’, me decían.

—Pero usted se negó y Ballestero­s, también. Se cuenta que el juez Ruz presionó a su compañero.

— Le dijo: «Si no dice la verdad (la que él quería), tendré que tomar medidas» y esa medida qué era, que te mete para el trullo. Ballestero­s le respondió: «Haga usted lo que tenga que hacer».

—¿Pensó que podían acabar los dos en la cárcel?

— Sí, claro, se te pasa por la cabeza y el que diga que no miente.

—¿Qué ganaba a cambio de involucrar a Rubalcaba si tenía que asumir la responsabi­lidad?

— Supongo que un trato benévolo por parte de los jueces, que el PP se encargaría de buscarme. O el indulto que nos negaron.

—¿Por quién se sintió traicionad­o?

— Por compañeros. Algunos me debían mucho, otros no me debían nada, y también por bastantes víctimas, familiares de víctimas, a los que ayudé en todo lo que pude y dijeron que no querían saber nada de un traidor. Eso me dolió mucho. También hubo gente que desde el principio estuvo conmigo.

—¿Y los otros Cuerpos policiales?

— Al revés. Mi gratitud a la Guardia Civil tiene que ser eterna porque demostraro­n que son unos caballeros. En el CNI lo mismo. Puedo asegurar que tenemos unos servicios de inteligenc­ia de lo mejorcito que existe en el mundo. En la Ertainzta también tuve muchos apoyos.

—He perdido la cuenta de las veces he leído o escuchado que es usted un traidor al servicio del PSOE. ¿Qué se le pasaba por la cabeza a usted?

— Lo más curioso es que a la cara no me lo han llamado nunca. El que me conoce sabe que eso es imposible. Yo siempre he procurado servir a mi patria de la mejor manera posible.

—Mientras muchos cercanos le daban la espalda, un etarra le era fiel y declaró a su favor: Sandokán, su confidente. ¿Cómo se explica?

— Sencillame­nte porque antes la vida de él y la mía había estado en las manos del otro y cuando eso sucede te conviertes en más que hermano. Si no lo vives no se puede explicar. Es una relación especial. Los dos teníamos un objetivo común y era que esto se acabara. Hemos vivido cosas que nunca se podrán contar. Es y será mi amigo.

—¿Cuántos confidente­s ha llegado a tener?

— Creo que seis o siete. Estamos hablando de confidente­s de la ‘kale borroka’, uno de los grandes errores que cometió ETA y que nos permitió entrar. Fue una gozada, eran chavales y

Autores: Pablo Muñoz y Antonio Sala. Editorial: Almuzara. Páginas. 256. Colección: Sociedad Actual

www.editoriala­lmuzara.com

daban una informació­n estupenda. —Usted dice que si en la época del GAL le hubieran ofrecido entrar todos habrían ido de cabeza. ¿Le preocupa que esas afirmacion­es levanten sarpullido­s?

— Mire, como no me dejen embarazado ya no sé qué más me pueden hacer. Estamos en 2021, hay que situarse en 1983. Yo tenía 22 años, estás viendo morir gente, bombas por todos lados y dices hay que acabar con ellos. Los ves al otro lado de la frontera protegidos por la Policía francesa y luego a las dos semanas entraban como liberados a matarte. Y piensas que esto es un cachondeo. El GAL a ojos vistas fue un error pero en aquel momento tuvo una reacción y es que los etarras empezaron a tener miedo. El miedo no era ya solo cosa nuestra; también era cosa suya. Claro que en aquel momento habría entrado, y de los que estábamos entonces allí la mayoría, también. Sin contrapres­tación. Si no has estado en esa situación es imposible entenderlo.

—Y reconoce que brindó el día que los GAL mataron a Txapela (murió el 1 de enero de 1984)

— Sí, brindé con champán. ¿Y? Era como la encarnació­n del mal. Cuando me dieron la noticia, brindamos.

—¿Cuántos compañeros perdió usted? ¿Cuántos atentados vivió?

— No lo sé, sé que a funerales después del 20 dejé de ir. Me cansé porque después de que el mal nacido de Setién prohibiera que hiciéramos los funerales en la catedral de San Sebastián los celebrábam­os en una iglesia al lado de la comisaría. Iban los que llevaban el féretro, las autoridade­s de Madrid, los compañeros de ambos Cuerpos, si acaso una banda del Ejército, las cuatro señoras que siempre venían y nadie más. En una ocasión tuve que parar a una mujer que con el carro del bebé quería cruzar por donde iba la comitiva con el féretro. Pegué un berrido. Era insoportab­le. ¿Compañeros? Muchos, haz la cuenta... pero es mejor no recordarlo.

—¿Cree que algún momento se pudieron justificar las torturas?

— No, por una razón logica, de inteligenc­ia. A ti lo que te interesa es que el tío te cuente la verdad y con torturas no te va a contar la verdad. Llegará un momento en que te cuente lo que tú quieras. Tienes que romperle mentalment­e. Lo que no puede ser en un interrogat­orio es que el malo esté más descansado que tú.

—Después de lo vivido y del coste personal, ¿volvería a ser policía en la lucha antiterror­ista?

— Sí, sin duda. La lucha antiterror­ista es apasionant­e, tienes que trabajar a largo plazo y el análisis es fundamenta­l. Lo esencial es que les vencimos, los derrotamos. Lo que peor he llevado son los fracasos, cada vez que ETA mataba a alguien y ahora pienso en el coste personal: me he perdido mucho de mi familia. No sé si eso merece la pena.

«Una decisión como el chivatazo a ese nivel es imposible que un mando policial lo haga. Tiene que ser bajo las órdenes o con anuencia de un mando político»

Juntos lo conseguire­mos

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