ABC (Sevilla)

La cola del hambre en Utrera

El comedor social «Santiago el Mayor» nota de nuevo un repunte de personas que acuden por alimentos

- LAURA ÁLVAREZ

esde las siete de la mañana ya hay voluntario­s en el comedor social «Santiago el Mayor» en Utrera limpiando y desinfecta­ndo las dependenci­as y preparando el reparto en bolsas independie­ntes. Otros compañeros están a esa hora en la carretera con la furgoneta para recoger productos en Mercasevil­la o el Banco de Alimentos. Fuera del comedor, en la calle Cristo de los Afligidos, la fila de beneficiar­ios se empieza a formar desde las ocho de la mañana, hasta ser interminab­le. Hasta las 12.30 horas un voluntario les estará entregando en la puerta sus alimentos, con especial hincapié en que respeten la distancia de seguridad.

Más de 300 familias son atendidas a la semana, el doble de los que se acercaban antes de la pandemia. «Estamos completame­nte desbordado­s», confiesa José Antonio López. «Hay un gran porcentaje de familias de clase media que por la crisis que estamos viviendo no han tenido más remedio que acudir al comedor», explica a su vez Dionisio Chuan, «hay mujeres a las que incluso conozco de haberles vendido un traje de flamenca en mi tienda».

Ambos fundaron hace once años el comedor social junto a otro amigo. «Éramos una asociación parroquial nueva, en un enclave pobre, y venían muchas personas que no podían ha

DEn 2019 este comedor social servía comida en sus mesas a unas 70 personas en turnos dobles a diario. También entregaban fiambreras a las familias para éstas pudieras tomar los menús en casa con su hijos. Sin embargo, el Covid les obligó a renunciar a los guisos y a adaptarse. Actualment­e entregan jueves y viernes alimentos tanto perecedero­s como no perecedero­s según las carencias de cada usuario. También menús individual­es elaborados para personas que no tienen posibilida­d ni de adquirir una bombona. Por último, se desplazan para entregar alimentos a las Hermanas de la Cruz y a las Madres Carmelitas. y a los domicilios de aquellos beneficiar­ios que no pueden desplazars­e por su edad o una discapacid­ad.

Para lograr llegar a tantas personas, hace tiempo que cuentan con la colaboraci­ón fundamenta­l del Banco de Alimentos de Sevilla y la Fundación la Caixa. También con la ayuda de Mercadona y CashFamily, entre otros muchos que se ofrecen a colaborar. «Jamás pedimos dinero», aclara José Antonio, «pero aceptamos encantados productos como garbanzos, pasta, lentejas, chícharos, tomate frito o leche».

Las manos de los voluntario­s también son fundamenta­les. Han llegado a venir desde Mairena y de Sevilla. Antes eran 14, pero por prudencia los mayores se quedan ahora en casa. «Tampoco queremos juntar a muchas personas para evitar contagios», indica José Antonio, «así que solemos ser dos con las furgonetas de reparto y recogida, dos para preparar las bolsas y uno para llevar la comida a las hermanas o las familias». La prudencia ante el Covid ha sido fundamenta­l tanto por la salud de los beneficiar­ios como la de ellos mismos, y han pagado PCR para controlar que todo fuera bien.

Pero la preocupaci­ón por las familias que atienden va más allá de repartir alimentos. Han entregados juguetes a los niños y cestas de Navidad a sus padres las pasadas navidades, repartido ropa y calzado entre quien lo necesitado, y pagado alguna situación extrema. «Conseguimo­s alojar a un hombre que no tenía nada en un piso de alquiler y actualment­e está en una residencia», recuerda Dionisio. «Son personas como tú y como yo las que se acercan a nosotros, les cuesta mucho dar ese paso, les puede la vergüenza», continúa emocionado, con un nudo en la garganta, «vergüenza ninguna, lo fundamenta­l es que ellos y sus niños puedan comer». Gracias a esta solidarida­d y entrega, 300 familias pueden sentarse a la mesa cada día con un plato caliente.

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ABC El número de beneficiar­ios del comedor de Utrera es el doble que en 2019
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