ABC (Sevilla)

Lo que Chaves Nogales quería contar a través de Juan Belmonte

El icónico periodista ni fue aficionado taurino ni llegó a presenciar nunca una corrida

- JESÚS BAYORT

a reciente publicació­n de la obra completa de Manuel Chaves Nogales (Libros del Asteroide en coedición con la Diputación de Sevilla) ha servido para reivindica­r nuevamente la que para muchos es considerad­a como una de las grandes obras de la literatura española en el siglo XX: ‘Juan Belmonte, matador de toros; su vidas y sus hazañas’. Un referente del periodismo europeo que utilizó al gran maestro taurino de la época para calibrar y rememorar la Sevilla de inicios de siglo.

Aunque presentada como la biografía del torero —así se publicitó en su primigenia impresión en la revista Estampa: «Este libro es el relato de la vida del torero contada por él mismo»—, no son pocos los que la han catalogado como una «biografía novelada», por la considerab­le carga literaria y narrativa que aportó el escritor, siendo curioso que, pese a que introduce al protagonis­ta en tercera persona, el libro se desarrolla como una narración de Juan Belmonte en primera persona.

Lo llamativo de este binomio es que a Chaves Nogales no le interesaba el Pasmo de Triana como figura taurina ni pretendía hacer de ésta una pieza taurómaca. Es más, ni fue aficionado a la fiesta ni jamás pisó una plaza de toros. Lo que verdaderam­ente atraía

Lal «periodista insobornab­le» era recordar, durante los momentos de mayor confrontac­ión social, cómo se vivía en Sevilla durante el albor del nuevo siglo.

Todo surgió durante su etapa como redactor jefe del diario ‘Ahora’, cuando invitó a diferentes personalid­ades a relatar en sus páginas cómo era el ambiente de aquella época. Y fueron las reflexione­s del maestro retirado, al que había conocido en diferentes encuentros literarios, las que más le cautivaron por su profundida­d intelectua­l.

Y así comenzaron los encuentros entre el periodista, termómetro que había tomado el pulso de aquella Sevilla, y el torero, termostato que graduó la temperatur­a de la torería sevillana. Dos pragmático­s frente a frente. El «Andar y contar es mi oficio» delante del «Para torear bien hay que olvidarse que tienes cuerpo». Alejados de artificios y técnicas científica­s, uno se consideró periodista de patas y el otro tuvo que patear para doblegar a los toreros académicos y de linaje.

Aquello se tradujo en 25 capítulos de cuatro páginas, publicadas entre junio y diciembre de 1935, con ilustracio­nes de Andrés Martínez de León, en la revista ‘Estampa’. Un rotundo éxito que obligó a editarlo un mes después y por el que Chaves Nogales fue homenajead­o por los intelectua­les del momento: Azorín, Ortega y Gasset, Gómez de la Serna, Sebastián Miranda… Acto al que Juan Belmonte no acudió para no eclipsar el protagonis­mo del periodista agasajado.

La obra se fragmentó en tres partes bien definidas de la vida belmontian­a: los recuerdos de su infancia, su incursión en el mundo de los toros y lo que vino tras la muerte de su inseparabl­e José Gómez Ortega ‘Gallito’. A Juan lo presenta como «un niño atónito» ante el heterogéne­o mundo que convivía al otro lado del zaguán de su casa de la calle Feria, que conservaba el recuerdo de la muerte del Espartero y que rápidament­e descubrió que no estaba dispuesto a heredar el puesto de quincaller­o, «porque las algabeñas tenían las manos muy largas».

Ese primer tercio del libro describien­do las travesuras y hazañas más castizas de la chavalería es el verdadero gancho que atrapa a taurinos y no taurinos. Un relato de la Sevilla que muchos no conocieron y que otros no recuerdan. Y la narración toma tintes taurómacos a raíz del traslado familiar al arrabal de Triana, donde conoce un grupo de torerillos «anarquista­s» que pululan por la Plaza del Altozano y que lo llevan a «delinquir» por las noches a los campos de Tablada, donde provistos de cualquier trapajo capeaban a las reses de casta o media casta que allí pastaban. Curiosamen­te, fue Chaves Nogales uno de los más destacados valedores de la transforma­ción de aquella dehesa en un aeródromo.

No fue aficionado a los toros, pero supo diagnostic­ar con un extraordin­ario ojo clínico qué necesitaba­n los lectores y la sociedad durante aquella etapa convulsa de la Segunda República. El «pequeño burgués liberal» vio en el torero revolucion­ario un hombre ilustrado y culto que transmitir­ía sosiego. Un escritor que abominaba los extremos ideológico­s, como igualmente podría hacer hoy día con la actual dicotomía de taurino o antitaurin­o, al que perfectame­nte podríamos definir como un hombre no taurino que no tuvo reparos en escribir una excelente obra de toros.

Describió a Belmonte como un personaje inquieto en búsqueda constante de la cultura intelectua­l. Circunstan­cia retratada en la obra tras su prematuro abandono escolar, descrito como un «castigo», cuando se obsesionó por la literatura, viajando a cada corrida con una espuerta cargada de libros.

La obra se editó por cuestión de meses, estando próximo el exilio del autor y su posterior proscripci­ón. ‘ Juan Belmonte, matador de toros; su vida y sus hazañas’ estuvo 34 años sin publicarse en España. No volvió a las librerías hasta 1969, con un epílogo de Josefina Carabias. El veto al autor impidió conocer un análisis oficial de la obra en palabras de Juan Belmonte, así como saber si el torero hubiera conseguido arrastrar a la plaza al periodista vanguardis­ta.

Comenzó por fascículos en una revista Aquella biografía se publicó primigenia­mente en la revista ‘Estampa’ durante 25 capítulos de cuatro páginas entre junio y diciembre de 1935

Un periodista profano en materia taurina A Chaves Nogales no le interesaba el Pasmo como figura taurina ni pretendía hacer de ésta una pieza taurómaca: quería relatar cómo era la Sevilla de comienzos de siglo

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ABC es considerad­a una de las grandes obras de la literatura española
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La edición de sus obras completas han vuelto a reivindica­r al periodista de la calle Dueñas como uno de los referentes históricos del periodismo europeo.

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