ABC (Sevilla)

La feliz normalidad del Madrid de Laso

- EMILIO V. ESCUDERO MADRID MADRID

Habrá un clásico en la final de la Copa del Rey. Por tercera vez en los últimos cuatro años, el campeón saldrá del duelo más repetido de la canasta nacional. Para el Real Madrid será su octava final consecutiv­a. Todas menos una en la era Laso, en la que solo han perdido tres partidos en esta competició­n. Un matrimonio total con la Copa, torneo donde los blancos han levantado seis títulos en la última década y en el que pelearán mañana por el séptimo.

Lo harán con una versión más mundana de lo habitual, pues la marcha de Campazzo a la NBA y la lesión de Randolph han obligado al técnico a diseñar un armazón más colectivo que nunca para evitar las grietas. No arrolla ya el equipo blanco, pero sigue siendo igual de competitiv­o. Siempre a punto a la hora de la verdad. Solo así se entiende que salieran ayer vivos del duelo ante el Tenerife, que por momentos soñó con su primera final. Si no lo consiguió fue porque enfrente estaba el Madrid. Un equipo capaz de levantarse cuando parece que está muerto. Así lo hizo tras verse 18 abajo en la primera mitad, protagoniz­ando una remontada marca de la casa que le permitió encargar un billete para la final. «Valoro muchísimo el haber llegado a ocho finales de Copa consecutiv­as. Tiene mucho mérito, porque no es un trabajo de encender y apagar. No se trata de decir que llega la Copa y vamos a jugar bien. Hay mucho trabajo detrás para conseguir que los jugadores tengan esa capacidad para competir siempre. Es algo que se aprende y se mejora», señalaba Laso al intentar explicar esa feliz normalidad de su equipo con el torneo. Un idilio que estuvo a punto de romperse en semifinale­s, donde el Tenerife llegó a poner al Madrid contra las cuerdas. Mandaban los canarios con autoridad (2240, min. 16) cuando Laso pidió un tiempo muerto que cambió la dinámica del partido.

Puso en cancha a Tavares y Llull, cuya irrupción en el partido contagió al resto de sus compañeros. Comenzó entonces una remontada pausada que culminó en el último cuarto. Exhibición defensiva que marcó el camino a seguir para lograr hoy la victoria en la final. «Estoy muy orgulloso de cómo hemos alcanzado esta final, tras superar un partido muy complicado. Hemos demostrado que cuando las cosas se ponen feas siempre damos un paso adelante y nunca damos nada por perdido», explicaba Llull, autor de 11 puntos y 5 asistencia­s en la sufrida victoria de semifinale­s.

E. V. E.

La carrera de Cory Higgins no ha sido fácil. Hasta llegar al Barcelona, el escolta ha tenido que pasar por multitud de equipos en los que siempre se dudó de él. Incluidos los Bobcats, donde su propio padre se encargó de enseñarle la puerta de salida. Hasta allí había llegado Rod, director general de la franquicia por su cercanía con el dueño. Un tal Michael Jordan, con el que había hecho buenas migas durante su etapa como jugador. Tanto, que la leyenda de los Bulls terminó apadrinand­o a su hijo pequeño, un loco del baloncesto como él, al que le faltó fortuna para haber triunfado en la NBA.

Aquel despido fue lo que impulsó a Cory a buscar un sitio en Europa, donde emigró para intentar volver a sonreír con la canasta. Le costó hacerlo, pero su fichaje por el CSKA tras varios años dando tumbos por el continente le regaló un hogar donde crecer y brillar de manera definitiva. En el CSKA se consagró como uno de los mejores jugadores de Europa, campeón de la

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EFE Llull, jugador del Real Madrid, fue el mejor en semifinale­s

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