ABC (Sevilla)

Las claves de una abstención histórica: Cs se quedó en casa

La baja participac­ión desgasta más a los constituci­onalistas y alimenta los extremos

- JESÚS HIERRO BARCELONA

De unas elecciones en las que los catalanes habían acudido en masa a las urnas, a unas con una abstención histórica. Entre las autonómica­s de diciembre 2017, convocadas por el Gobierno central tras el desafío secesionis­ta de ese otoño, y las de este 14 de febrero, las de la pandemia, se quedaron por el camino más de 1,3 millones de votos. La abstención ha pasado del 20,91 al 46,46%. ¿Qué ha cambiado en Cataluña en solo tres años? ¿A quién ha beneficiad­o y perjudicad­o el desencanto de los catalanes a las urnas?

Todos los sondeos auguraban un notable aumento de la abstención. Primero, por la pandemia. En segundo lugar, por una cuestión coyuntural pero no anecdótica: la desapacibl­e jornada de frío y lluvia del domingo. Y, sobre todo, debido a que, pese a que el separatism­o no renuncie a los aspaviento­s –sobre todo Junts–, en el ambiente no sobrevuela, ni por asomo, la crispación que desencaden­ó el intento de secesión de Puigdemont y que el Estado abortó mediante el artículo 155 de la Constituci­ón y la convocator­ia de elecciones. Ahora, el ‘procés’ no marca la agenda como entonces, explica a ABC el profesor de la Abat Oliva Miguel Ángel Belmonte, y la pandemia ha cambiado las prioridade­s de una sociedad hastiada por la crisis sanitaria.

Las encuestas apuntaban al aumento de la abstención, pero el desplome ha sido mayor de lo esperado. Hay que retroceder hasta 1992, en la era de las mayorías absolutas de Pujol, o hasta el segundo tripartito de izquierdas (2006), para encontrar cifras similares. Y es que luego el ‘procés’ se convirtió en el mayor incentivo para ir a las urnas, tanto para secundarlo como para enfrentars­e a él. Pero ya había señales recientes de que la abstención podía acentuarse, explica a ABC el politólogo y profesor de Ciencia Política Gabriel Colomé. En los comicios vascos y gallegos, el ‘efecto pandemia’ ya disuadió a muchos potenciale­s votantes. En definitiva, una mezcla de razones políticas, pandémicas y hasta meteorológ­icas explican esta desafecció­n.

Los constituci­onalistas parecen haber acusado más la abstención que los independen­tistas. A Junts, con un votante muy fiel, la baja participac­ión «le ha ido muy bien», señala a ABC el sociólogo y presidente de la consultora GAD3, Narciso Michavila. En la otra cara de la moneda, se antoja que el PP, y sobre todo Ciudadanos han sido quienes más han sufrido el desinterés hacia las urnas. Se refleja en el cómputo global de las circunscri­pciones: la abstención se ha acentuado más en Tarragona y Barcelona que en Gerona, la provincia más afín al independen­tismo. La tendencia se mantiene si se pone la lupa sobre la ciudad de Barcelona: los distritos más ajenos al secesionis­mo, como Nou Barris, acusaron más la abstención que otros más nacionalis­tas, como el Eixample.

Sentado ya que los primeros análisis apuntan a que el incremento de la abstención ha desgastado más al constituci­onalismo, su incidencia en ambos bloques tiene matices. Colomé incide en que, en el lado independen­tista, es la CUP, y en el constituci­onalista Vox, quienes «crecen y retienen» apoyos al tener un electorado más «fiel». Añade Michavila otra caracterís­tica que contribuye­n a sus buenos resultados: fueron las mujeres quienes más se abstuviero­n el domingo por la pandemia y Vox y la CUP son quienes cuentan con una base electoral más masculina. Además, la abstención fue mayor en la gente de más edad.

Un millón de votos menos

En lo que todos los sociólogos coinciden es en que el electorado que más se abstuvo el 14-F ha sido el que en 2017 había apostado por Ciudadanos. El partido naranja se había impuesto en aquellas elecciones con 1.109.732 votos, 36 diputados que no le sirvieron para formar gobierno. Tres años después, la debacle es absoluta: solo 157.903 votos y seis escaños. Un millón de votantes le han dado la espalda.

Las razones son múltiples, empezando por la nefasta gestión del partido de su victoria electoral de 2017. El voto de Ciudadanos de aquellas elecciones era, de alguna manera, prestado, sobre todo de electorado tradiciona­l del PSC y del PP, que confiaron en la beligeranc­ia del partido naranja para frenar el desafío del ‘procés’. ¿Qué ha pasado ahora con ese voto? Una parte, desde luego, ha vuelto al PSC, al calar que Illa podría ser el ‘caballo ganador’ frente al separatism­o. Otro porcentaje, el más identitari­o y emocional, ha contribuid­o al éxito de Vox. Pero una buena parte, como explicaba Colomé, simplement­e se ha quedado en casa. Aunque los nacionalis­tas de palabra no renuncien a la independen­cia, muchos constituci­onalistas la ven irrealizab­le y han dejado de percibirla una amenaza real. Votantes que en el pujolismo no sentían gran apego por los asuntos autonómico­s, pero que luego se movilizaro­n para combatir el ‘procés’, parecen haber relajado su interés por las elecciones catalanas.

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INÉS BAUCELLS Una mesa del 14-F

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