PABLO HASÉL
La cárcel es un horrible tormento pero no tan severo como sus canciones
E Nposesión de una fina sensibilidad y un talento indiscutible para darle a su público lo que merece, el rapero Pablo Hasél vive desde el pasado miércoles sus horas más retiradas, recluido en la cárcel por motivos diversos. Motivos todos ellos relacionados con la libertad de explosión, que no tiene mucho que ver con la de expresión, aunque algunos incendiarios de la nueva ola entiendan que uno sin el otro no es posible. Como rapero ha rayado a la altura de su cancionero, algunos de cuyos títulos les avanzo: ‘Se lo vomité al viento mientras ella se drogaba con otro’, ‘Crucificado en tu clítoris’, ‘Besos cortados con coca’ y la muy realista ‘Democracia su puta madre’. Efectivamente, Pablo Hasél, no tiene nada que ver con Peter, Paul and Mary, ni tampoco creo que empape su inspiración con las letras comprometidas de Joan Baez o el Dylan de los ‘Tiempos están cambiando’. Eso es arqueología de la protesta, sicofonías que deben de escucharse en las noches de plenilunio en los campus orgásmicos y trocoleros de Berkeley, mientras Jefferson Airplane entona ‘Somebody to love’. Hasél va más por el palo ácrata burgués, anarcopijotero, de chico malo que indica el camino a seguir reivindicando el Grapo, el Ejército Rojo y Tierra Lliure. No seré yo quien le quite méritos a su hoja de servicios donde reluce, como un piolé enloquecido, cierta influencia norcoreana, que alguna vez lo animó a rociar con líquido de cocina el careto de un colega de la TV3. También brinda por los peperos acribillados por ETA.
Desde el pasado martes, Hasél, tiene mucho cuidado de agacharse en las duchas de la cárcel para recoger la pastilla de jabón. No descarto que de tan sombreada estancia salga con canciones escritas para tres reencarnaciones. La cárcel es un horrible tormento diario, aunque no tan severa como algunas de las letras de este chico que, sin ser Tupac Shakur o Eminem, llegó a creerse su propio papel. Hijo de un empresario de Lérida, rebelde por ocioso, puso su compromiso al servicio de ese banquete de larvas que es la política cuando descubre a un ingenuo que se pide primero para llevar la pancarta y quedarse solo al frente de la manifa. El chico está en el tanque no porque admire al Che y sueñe con escribir canciones con Ulrika Meinhoff. Lo han encerrado por enaltecer al terrorismo y por injurias continuadas a la Corona. Eso que se llama libertad de explosión…
Convertido en mártir morado de coca ideológica, los antisistemas se volcaron con su héroe solicitando la inmediata puesta en libertad, a la vez que arremetían contra la calidad de nuestra democracia. Realmente lleva razón Pablo Iglesias cuando ve tantas y tantas anomalías en el sistema, el mismo que le permite nombrar a su esposa ministra, gastar la cal de su palabra en blanquear a los bilduetarras y arremeter desde su cargo de vicepresidente del Gobierno contra la prensa que no es de su movimiento. No descarto que ese día se le fuera al vice la neurona que tanto señala a su Monedero y que, en un futuro, podría inspirar a Hasél una de sus más valientes letras antisistema… A ver si tiene lo que hay que tener.