ABC (Sevilla)

Ejercicios espiritual­es

- POR JUAN J. BORRERO

Aveces veo vídeos... de Semana Santa. Recurro a ellos como quien busca liberar endorfinas comiendo chocolate, una afición que dicen los expertos produce sentimient­os similares a estar enamorado. Los consumo tal como los ofrece el algoritmo de Youtube, imaginando que soy ahora un turista que llegara esos días a la ciudad sin el programa de ABC para meterse en una bulla… ¿Te acuerdas cómo eran las bullas?

Estos vídeos son un refugio, no solo en las vísperas soleadas de esta Cuaresma, sino cuando el invierno invitaba al encierro de pandemia. Los consumo a sabiendas de que me arriesgo a ser presa fácil para una emboscada de la melancolía, que ahora está tan empoderada; pero los necesito para ejercitar la memoria, horrorizad­o con la posibilida­d de que el tiempo o el virus se lleven parte de lo que soy.

Mientras los veo compruebo que siguen bien almacenado­s los recuerdos del olor del azahar desparrama­do en Doña María Coronel, del picor de los ojos que produce el incienso cuando pasa la Macarena, con el que puedes justificar la lágrima que asoma; del frío que se te mete en las entrañas cuando la Madrugada te corta el cuerpo y te sientes desnudo ante el Señor; el recuerdo del calor humano que te golpea cuando se levanta el faldón del paso de los Caballos y el de la candelería incendiand­o los muros de Caballeriz­as, o el del dolor de las ausencias en las esquinas de tu vida. Cierro los ojos y todo lo recuerdo.

Ver estos vídeos es mucho más que un ejercicio de memoria, son ejercicios espiritual­es para evitar que se tambalee mi fe en la ciudad, para confiar en el poder de la Sevilla que salvó pandemias aferrada al madero del Santo Cristo de San Agustín, que encauzó el Tamarguill­o para hacerlo riada granate de penitentes del Cerro, la que se sobrepone siempre a su belleza extrema y vulnerable para superar todas las pruebas del destino, aunque ahora, sin rumbo en el calendario, deje morir las naranjas más amargas en los arriates de su desilusión.

Comprendo que algunos vean en esta afición cinéfila un síntoma de esa vulgar debilidad con la que se critica tantas veces, murallas adentro, al sevillano que encuentra a Dios en las torrijas como Teresa lo halló entre los pucheros. También dicen que el chocolate engorda, pero no voy a renunciar a seguir siendo un sevillano más que sueña estrenar cielos azules en UHD para no olvidar que fui feliz en esta larga noche de la ciudad eterna.

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