SUCEDÁNEOS
Lo que salga del muelle de las Delicias será otra cosa, pero no la Feria
D Ela memoria colectiva se ha borrado ya el estigma del sucedáneo, que durante los terribles años de la posguerra persiguió a generaciones enteras a las que les estaba vedado (más allá del racionamiento) el disfrute de determinados productos que escaseaban: café, chocolate, azúcar, pan… todos esos alimentos y muchos otros habían sido sustituidos, por orden gubernativa, por sucedáneos muy símiles en apariencia pero cuya variación en el sabor los delataba de inmediato. Aquellos niños de la Guerra crecieron con ansia de hincarle el diente a una tableta de chocolate de verdad, beber una taza de café de verdad y ahondar con los dedos la miga candorosa de un candeal de verdad. Achicoria, algarrobas, malta, altramuces, habas y toda suerte de cáscaras repugnaban con sólo nombrarlas en sustitución de los productos a los que reemplazaban. Pero esa memoria se borró –y está a punto de perderse con el fallecimiento de los nonagenarios– y el sustituto se ha ganado un prestigio del que nunca gozó. Ahora hay sustitutos de carne, de leche, de angulas, de caviar y de todo lo que uno se imagine con tal de que se revista con los ropajes de lo salutífero y lo sostenible.
Tal vez ello explique que el Ayuntamiento de Sevilla esté decidido a celebrar un sucedáneo de Feria de Abril en el muelle de las Delicias con casetas que no son de verdad en un emplazamiento que no es el de verdad, con distancias y separaciones que no son de verdad y en un ambiente que no es de verdad. Achicoria en vez de café, vamos. La idea se completará con un parque de atracciones en la calle del Infierno en el que, por lo menos, los cacharritos van a ser los de verdad aunque queden suprimidas las bullas, el algodón de azúcar que pringa los volantes de las flamencas y los mantoncillos que se enredan en los botones de las chaquetas masculinas. Sucedáneo de Feria y sucedáneo de la calle del Infierno como fue aquella malhadada experiencia de la feria de San Miguel con sus encierros pamplonicas virtuales en pleno septiembre.
Como a falta de pan, buenas son tortas, el invento tiene un pase si con ello se alivia en algo las fatigas que están pasando los hosteleros sevillanos y los feriantes de Los Palacios y de Isla Mayor. Con esas miras intentan sacarlo a pachas el Ayuntamiento y la Autoridad Portuaria cuidando de que la autoridad sanitaria no arruine el plan. Con sus termómetros a la entrada, sus hidrogeles en vez de servilleteros y sus distancias de seguridad entre sillas de Quidiello, seguro que el invento les puede quedar de lo más higiénico y saludable, a condición de prohibir nombrarlo como Feria o calle del Infierno. Lo que salga del muelle de las Delicias será otra cosa, pero no la Feria. Aunque parezca mentira, algunos tenemos memoria heredada de los sucedáneos. Vamos, que no podemos verlos ni en pintura.